PRELUDIO DE TANGO

“Volver”, en la voz de Gardel con la poesía de Le Pera

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Manuel Adet

El tango “Volver” fue escrito por Alfredo Le Pera probablemente en 1934. La música pertenece a Carlos Gardel, un atributo que algunos biógrafos no niegan de manera terminante, pero ponen en tela de juicio. El tango pertenece a los mejores momentos de Gardel, el momento en que su voz adquirió la tonalidad justa y su repertorio alcanzó el máximo nivel de calidad. En ese período están presentes “Mi Buenos Aires querido”, “Cuesta abajo” “El día que me quieras”, “Soledad”, “Golondrinas”, “Sus ojos se cerraron”, “Amargura”, “Amores de estudiante” y esa otra magnífica realización del genio de Le Pera que se llama “Volvió una noche”, donde también, en un plano más íntimo, se conjuga el verbo volver.

“Volver” está siempre presente en el registro poético de Le Pera. Se vuelve a la ciudad perdida, al primer amor, a los recuerdos sagrados. Se vuelve vencido, cargado de años y penas, pero se vuelve. El sueño de viajar, de triunfar en Europa tiene esta contrapartida. Como dice en “Golondrinas”: “Su anhelo de distancias se aquietará en su boca/ con la dulce fragancia de tu viejo querer/ Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio/ con las alas plegadas también yo he de volver”. “Con las alas plegadas...”, Le Pera sabía muy bien de lo que estaba hablando.

A “Volver” se lo puede contrapuntear con “Mi Buenos Aires querido”. En ambos tangos el personaje recuerda, evoca y pretende regresar. En “Mi Buenos Aires querido” el retorno es a una ciudad mítica donde el personaje fue feliz y no habrá más penas ni olvidos. El retorno de “Volver” es más duro, más doloroso, más desesperanzado. “Yo adivino el parpadeo/ de las luces que a lo lejos/ van marcando mi retorno,/ son las mismas que alumbraron/ con sus pálidos reflejos/ hondas horas de dolor”. “Adivinar el parpadeo” es uno de los tantos aciertos poéticos de Le Pera, y es muy probable que también sea un dato biográfico.

A la hora de interpretar el que extraña a Buenos Aires, el que regresa o el que rueda cuesta abajo es Gardel, pero en la vida real y en la poesía todo esto le ha ocurrido a Le Pera. Se dice que los asesores en Nueva York insistieron en un tipo de tango que sea más universal, menos pintoresco y que incluya experiencias personales. Se suponía que los tenía que escribir Gardel, pero lo hizo Le Pera porque -y ese dato merece tenerse en cuenta- Gardel a la hora de vivir siempre fue un testigo, nunca un protagonista. No hay por qué fastidiarse. A él le alcanzaba y sobraba con el duende de su voz.

Retornemos a “Volver”. En este poema, el regreso a la ciudad es asimismo el regreso al amor ausente, al amor perdido: “Y aunque no quise el regreso/ siempre se vuelve al primer amor./ [...]/ bajo el burlón mirar de las estrellas/ que con indiferencia hoy me ven volver”. ¿Se nota la diferencia? En “Mi Buenos Aires querido” el farolito de la calle fue el centinela de tiernas promesas de amor y -por supuesto- en la ventanita de la calle de arrabal siempre florece una muchachita en flor. En cambio, en “Volver”, las estrellas son indiferentes y burlonas. Se vuelve con la frente marchita, peinando canas, presintiendo la derrota y se sabe -¡cómo se sabe!-, que es un soplo la vida y que veinte años no es nada.

En la segunda parte el miedo se hace manifiesto: “Tengo miedo del encuentro/ con el pasado que vuelve/ a enfrentarse con mi vida./ Tengo miedo de las noches/ que pobladas de recuerdos/ encadenen mi soñar”. Malos presentimientos. Ausencia, derrota, vejez, muerte. Volver puede ser todo eso. Sin embargo, en una de las últimas estrofas deja abierta una pequeña ventana a la ilusión: “Pero el viajero que huye,/ tarde o temprano detiene su andar./ Y, aunque el olvido que todo destruye,/ haya matado mi vieja ilusión,/ guardo escondida una esperanza humilde/ que es toda la fortuna de mi corazón”. Como se dice en estos casos: la esperanza es lo último que se pierde.

“Anclao en París” es un tango de Enrique Cadícamo escrito en Barcelona para lucimiento del Morocho del Abasto. También en este caso se habla de volver o se expresa el deseo de volver. Se nota que el personaje no está bien en París y extraña horrores a su Buenos Aires querido. “¡Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes...!/ ¡Florida Esmeralda, tu mismo arrabal...!/ Alguien me ha contado que estás floreciente/ y un juego de calles se da en diagonal...”. La tragedia del hombre no está en el futuro que añora o en el pasado que evoca, sino en el presente y ese presente no es Buenos Aire sino París transformado en símbolo del fracaso.

Acotaciones al margen: un buen poema deja frases, giros, suerte de refranes incorporados para siempre en el alma popular. “Como juega al gato maula con el mísero ratón” en “Mano a mano”; “Un adiós inteligente entre los dos” en “Por la vuelta”; “Cuando rajes los tamangos/ buscando ese mango que te haga morfar”, en “Yira, yira”; “Las mujeres siempre son las que matan la ilusión”, en “La casita de mis viejos”. Pero en “Volver” hay giros inolvidables. ¿Ejemplos?: “Es un soplo la vida”, “Volver, con la frente marchita” o el desesperanzado “Veinte años no es nada”.

“Cuesta abajo” parece un tango escrito para completar “Volver”. Impresiona como la historia del mismo personaje visto desde otra perspectiva. El inicio es uno de los más bellos del genero: “Si arrastré por este mundo/ la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser”. Y los versos que siguen: “Bajo el ala del sombrero,/ cuántas veces embozada/ una lágrima asomada/ yo no pude contener”. Impecable la imagen del sombrero intentando disimular con su ala requintada el dolor de una lágrima.

“Cuesta abajo” es también un “Volver”. Lo dice expresamente en una de sus estrofas: “...si fui flojo, si fui ciego,/ sólo quiero que hoy comprendas/ el valor que representa el coraje de volver”. Clarito. Después otros versos de antología, como, por ejemplo: “Por seguir tras de tu huella/ yo bebí incansablemente/ en la copa del dolor”. Para después confesar: “... pero nadie comprendía/ que si yo todo lo daba/ en cada vuelta dejaba/ pedazos del corazón”.

“Volver” lo estrena Gardel en la película “El día que me quieras”, la misma en la que trabajan Rosita Moreno y Tito Lusiardo con guión de Alfredo Le Pera. Al tango “Volver” Gardel lo canta casi a final apoyado en la baranda del barco en el que regresa con su hija. Es curioso el Gardel de esta película dirigida por John Reinhardt y considerada por los críticos como la más lograda. Curioso, porque el galán, es decir Gardel, representa a un padre cuya hija se ha enamorado. El Gardel -o el Julio Argüelles- de “El día que me quieras” es un hombre mayor, no un viejo pero sí un padre que desde su edad contempla e interviene como puede en los amoríos de su hija.

A “Mi Buenos Aires querido”, después de Gardel no se le animó nadie. De “Volver” hay dos interpretaciones: una de Roberto Goyeneche y otra de Rubén Juárez. Son buenas versiones, porque se trata de dos cantores excepcionales, pero, con todo respeto, Gardel sigue siendo insuperable. Gardel y Le Pera.