Un círculo que cuesta romper

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Una vivienda con paredes de material, aberturas y un cerco que delimite el terreno es un salto cualitativo en la calidad de vida de las familias.

Trabajo informal, nula agremiación, escasas perspectivas de acceso a estudios universitarios y, en general, una falta de movilidad social y de previsibilidad económica son algunas de las características comunes que encuentran los integrantes del Movimiento Los sin Techo en los barrios más pobres, que es donde trabajan desde hace casi tres décadas. Aún así consideran que la de Santa Fe es una realidad dura pero posible de ser abordada y modificada.

 

TEXTO. NANCY BALZA. FOTOS. MOVIMIENTO LOS SIN TECHO.

Para el Movimiento Los sin Techo, en la ciudad de Santa Fe se mantiene inamovible un 15 por ciento de exclusión, una cifra que prácticamente no se modificó en los 27 años de trabajo que lleva el organismo desde que fue fundado, el 23 de noviembre de 1987, por el recordado padre Atilio Rosso.

José Ambrosino y Jorge Jourdán integran el Movimiento y son categóricos en su diagnóstico: “en los sectores pobres, de acuerdo a las expectativas de vida y al sistema de vida, no hay perspectivas de movilidad social ni previsión económica: las personas viven el día a día”. A partir de esa consigna describen la situación que atraviesan los 22 barrios -ninguno céntrico- en los que desarrollan su tarea, organizada en ocho “frentes” que consideran indispensables para abordar la exclusión y para que las personas “puedan adquirir un grado de libertad que les permita pelear desde la pobreza”: embarazo, jardines de infantes, copa de leche, primero mi primaria, asistencia con computadora, cursos de oficios, construcción de viviendas y sensibilización del voluntariado universitario.

En la opinión de la institución, en los barrios se avanza en algunos ítems aunque la pobreza se mantiene: “se pasa del rancho a la casa de material pero después se construye otro rancho al lado”. Al mismo tiempo siguen los problemas educativos y de salud, y la falta de previsibilidad, porque allí el trabajo remunerado y en blanco no existe.

Ambrosino va un poco más allá en la descripción de una realidad que conoce bien, y señala: “a nadie se le ocurre preguntar en familia cuándo van a viajar a Marte. Lo mismo ocurre en nuestros barrios con la universidad. En 27 años, prácticamente no encontramos universitarios en nuestro trabajo: eso significa que la movilidad social no existe”.

En todo caso, la mayor previsibilidad pasa por los subsidios y ese tema es prácticamente el único que aparece como novedoso en el balance del grupo: “la madre que tiene 3 ó 4 hijos sabe que va a cobrar un monto determinado todos los meses, cosa que un tiempo atrás a lo mejor podía reunir mendigando”. El otro efecto de los subsidios se observa en la educación y en la salud, porque para cobrar la Asignación Universal por Hijo se requiere que la continuidad de los destinatarios en ambos servicios esté certificada. Esto redunda en una baja del porcentaje de deserción y una mayor presencia en los centros de salud. “Pero son avances que no cambian de manera sustancial la cara de la pobreza por la escala con la que ésta crece”.

“Lo grave -insiste Ambrosino- es que estamos hablando de 27 años de trabajo del Movimiento y la democracia va por los 31, y si bien se avanzó en un montón de materias, sigue sin encontrar la manera de generar un shock cualitativo en este tema” que para el dirigente tiene su base en una nueva definición de la libertad: “si nos seguimos manejando con el concepto de que yo hago una cosa y el resto se arregla, no se logra lo que queremos. Para que se note un cambio en la forma de vida tendríamos que hacer 300 casas por año. Estamos haciendo 100 en un año y medio: no hay transformación a escala. La impronta del Movimiento es provocar que lo que se ve y es factible, lo haga a escala el gobierno”.

LOS DATOS

La percepción de ambos referentes se asienta en la experiencia que desarrollan, en territorio, los coordinadores barriales -la mayoría mujeres- y en los datos que aportó una encuesta propia realizada en 2012 entre 551 familias, en el marco del Observatorio de la Exclusión Social (ver gráficos). Con esa radiografía interpretan que las condiciones en materia de agua potable, saneamiento, educación y otros ítems que hacen directamente a la calidad de vida de la población que atienden, son similares a los que analizaban en años anteriores: “la gente vive mal”, resumen. Pero un dato que no se puede cuantificar, aunque se palpa con más fuerza, es la falta de solidaridad: “es tan grande la necesidad que la gente piensa en cómo salir a flote”.

De la encuesta, cuyos resultados reproducimos sólo en algunos ítems, surge que el mayor porcentaje de miembros de las familias más pobres (35 %) tienen entre 13 y 29 años, en tanto que el 26 % tienen entre 5 y 12, y el 23 % menos de 5 años.

En la mayoría de los ranchos relevados viven entre 3 y 5 personas, y en el 16 % son más de 5 los miembros que conviven en condiciones mínimas de habitabilidad.

El agua es un indicador fundamental de la calidad de vida de una comunidad: en estos barrios, el 38 % obtiene agua de la red domiciliaria; el 30 % carece de ese servicio; el 28 % lo obtiene de canilla pública y aún subsisten en muy bajos porcentajes quienes reciben agua del aguatero y de bomba.

El jefe de familia tiene, en un 44 %, entre 20 y 29 años; un 12 % está comprendido entre los 15 y 19 años. Casi en la mitad de los hogares el jefe de hogar mantiene una unión de hecho; el 37 % es soltero.

Más de la mitad de la población censada vive en el mismo barrio desde hace más de diez años.

Por fuera de las mediciones del Observatorio Social, desde Los sin Techo advierten que en 2011 nacieron 5700 chicos entre el Hospital Iturraspe y el Cullen. “Si consideramos que el 30 % pertenece al sector bien marginado, son 1800 criaturas que van a conformar 900 parejas en el futuro. Si de todas ellas, la mitad busca un lugar donde vivir, harán falta 450 viviendas: esa es la necesidad habitacional de los sectores pobres”.

Aún así, Ambrosino considera que “lo que vemos en Santa Fe es una realidad a escala más pequeña que en otras ciudades. La exclusión es solucionable y por eso no decaemos. Pero hay que tener una audacia política y transformadora dentro de la democracia. Siempre decimos que trabajamos con el fondo de la lata y a veces no entendemos las motivaciones de las personas. Pero sabemos que la situación cambia cuando se pasa del rancho de chapa a la casa pintada y con aberturas, y que el cambio llega cuando las personas se sienten amadas. Pero hay que partir de una antropología distinta, sin dudar que todas las personas merecen nuestra ayuda. Por eso cuando nos preguntan: ‘por qué no se achican’, decimos: ‘porque lo vemos manejable”.

Un círculo que cuesta romper

“Todas las dimensiones de la exclusión: la educativa, la económica, la urbanística y la cultural, hacen que las personas no solo dependan de sus ingresos para salir adelante. Están ubicadas en espacios hacinados, mal iluminados e irregulares. A todas esas dimensiones hay que tomarlas en forma simultánea”.

Jorge Jourdán,

Movimiento Los sin Techo

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El acceso a la tecnología para niños, niñas y adultos, y colonias de vacaciones para la población infantil son dos de las actividades que desarrolla el Movimiento.

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La educación inicial, pilar del trabajo de la institución.

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Controles de embarazadas y sus hijos en los centros de salud.

EDUCAR ES LA CLAVE

“En Santa Fe, la educación inicial es una política de Estado que ha sido asumida por el Gobierno de la Ciudad que, en este tema, coincide con el trabajo de Los sin Techo”, señala José Ambrosino, para quien ésta es “una decisión que tiene que sostenerse y se basa en un trabajo serio y programado”.

Siguiendo con el panorama en los 22 barrios en los que trabaja el Movimiento, evalúa que “a la primaria más o menos se asiste. Nos falta el secundario que para los sectores excluidos debería tener características especiales. Se organizan cursos cortos de capacitación pero si sale una changa, el alumno deja de ir. El Plan Progresar también es un avance: algunos dirán ‘les pagan para estudiar y la educación en nuestro país es gratuita’. Pero hay gente que no puede estudiar porque tiene que ir a trabajar. Los chicos que tenemos en nuestros barrios, a los 12 se empiezan a rebuscar y no piensan en la secundaria”.

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“Con la asistencia a los jardines de infantes empieza la elevación espiritual, se incorpora la música, el color, la alegría y todo eso no se pierde más. Por eso hay que fortalecerlos”.

José Ambrosino,

Movimiento Los sin Techo.