SEÑAL DE AJUSTE

Un par de distracciones razonables

 

Un par de distracciones razonables

 

En “Ground Floor”, la sátira sobre los brokers cede el primer plano de la comedia a las diferencias sociales entre los empleados de saco y corbata del piso superior y los encargados de mantenimiento y limpieza que habitan el subsuelo.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

 

Roberto Maurer

La comedia breve con los mismos personajes cuyos tics se repiten y casi en los mismos escenarios, sin exteriores, luego llamada sitcom, fue parte fundadora de la ficción televisiva, que se fue ampliando a diversos géneros y la aparición de una narrativa en serie que hoy domina el medio y manda en las preferencias del público. La señal Warner suele ser identificada como un “santuario” de aquella dinastía histórica, cuyo lenguaje ha evolucionado, aunque mantiene las molestas risas grabadas, a la vez que registra el pasaje del tratamiento asexuado a las insinuaciones picarescas, hasta alcanzar -ahora- la franca zafaduría. Warner acaba de lanzar dos novedades de este formato, y en ambas se implica el especializado director, productor y guionista Bill Lawrence.

“Ground Floor” (martes a las 21.30) se ambienta en las oficinas de una administradora financiera, aunque la inevitable sátira sobre brokers cede el primer plano de la comedia a las diferencias sociales entre los “chicos de arriba” y “los chicos de abajo”, o sea los empleados de saco y corbata del piso superior que aspiran a subir en la pirámide, y los encargados de mantenimiento y limpieza sin futuro que habitan el subsuelo.

La comicidad descansa en la marcación exagerada del esquema de segregación y culturas diferentes: en ese mundo de Montescos y Capuletos, las relaciones personales entre los empleados de arriba y los abajo son inconcebibles. El tabú se rompe cuando en una fiesta de la empresa nace un romance entre Brody (Skylar Astin) y Jenny (Briga Heelan).

Arriba, el comentario de los compañeros de Brody es: “Así que te enrollaste con una tipa de la planta baja. ¿Fue por una apuesta?”. Y los de abajo ven a Brody como “uno de los tipos arrogantes y aburridos de arriba que trabajan 24 horas todos los días”.

El personaje más divertido es Remington Stewart Mansfield (John C. McGinley), el dueño de la empresa, que aconseja a Brody. “Hay algo que saber sobre la gente de la planta baja. Verás, aquí llegan recién salidos de la escuela y se sientan en un escritorio en el que permanecerán sentados el resto de sus vidas. No quiero perder a mi mejor gestor de cuentas en un mar de problemas personales”.

Más adelante, con su tono paternal, lo instruye acerca del sueño americano: “Tengo todo, soy inmensamente rico, trabajo sólo tres días de la semana, poseo casa en la playa y voy a ver a mis hijas cuando juegan al voley. ¿Y sabés por qué? Porque literalmente me rompí el culo hasta los 40”.

Pero Brody ya mordió la manzana y ha descubierto que “los pobres” de la planta baja son felices. En el subsuelo no hay rivalidades ni egos, bromean y viven despreocupadamente. Y ya al comenzar a aceptar a Brody, el intruso de los de arriba: ha descubierto que, en el bar, sabe cantar los temas de Elton John.

El arte de las citas

Si “Ground floor” es una “comedia de oficina”, la otra novedad, titulada “Undateable” (miércoles a las 21), es una “comedia de bar”, con una particularidad que la distingue: el elenco fue reclutado en el mundo del stand-up. Justin (Brett Morin) es un perdedor en las citas, o no las logra o no las consuma, al igual que su terceto de amigos -un negro muy gordo, un gay indeciso y un blancucho más feo que el pecado- que se reúnen en su patético bar. Y en sus vidas aparece Danny (Chris D’Elía), como un maestro experimentado en “citas” y en la conquista del sexo opuesto. Se hace cargo de Justin con estas palabras: “Tenés miedo, y el cambio es difícil, pequeño pajarito, pero yo te voy a ayudar a reparar las alas rotas. Voy a ser papá pájaro y te voy a alimentar con mi conocimiento”.

Danny es un cachafaz carismático, con la gestualidad de un mimo, y exuda sabiduría de la calle, es realmente un seductor serial, pero sólo en apariencia ganador: no es feliz. En el filo de los treinta años, “todos mis amigos están muertos y enterrados, eso significa casados”, confiesa. Danny está solo y se siente vacío. Junto con Justin, su hermana soltera, los amigos del bar y la chica que atiende la barra, todos, absolutamente todos, son personalidades acabadamente neuróticas.

Ambas sitcoms constituyen una distracción decente, aunque hay que aguantarlas con las insoportables risas grabadas incluidas.