Polémico

“La política económica del kirchnerismo fue no aprovechar la bonanza para desarrollarnos”

  • El dos veces ministro de Economía pidió no volver a caer en otro default. Recordó que el Plan de Convertibilidad eliminó las retenciones al campo.
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Cavallo recordó que Kirchner fue uno de los mejores alumnos de la década del 90.

Foto: Pablo Aguirre

 

 

Gabriel Rossini

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Termina la entrevista con Domingo Felipe Cavallo y uno de sus acompañantes le recuerda que se olvidó de contar que fue él quien sacó las retenciones al campo cuando puso en marcha el Plan de Convertibilidad en 1991. “Es cierto -dice Cavallo-. ¿Sabe quién era el principal opositor a eliminarlas? El FMI, porque con su recaudación se cobraba la deuda. En el gobierno de Alfonsín representaban el 33 por ciento de todos los ingresos fiscales y no se coparticipaban. Pero parece que nadie del campo se acuerda de aquello”, dice.

“Kirchner las repuso y se convirtieron en uno de los dos pilares de su gobierno, ya que tampoco se repartía con las provincias, a las que disciplinó con esta masa inmensa de recursos. El otro pilar fue la capacidad para emitir dinero a través del Banco Central”, dice Cavallo, que ayer estuvo en Santa Fe para presentar su último libro.

—¿Qué cree que va a pasar, de acuerdo a su experiencia, con los fondos buitre?

—Fui el primero que utilizó la expresión en 2001. Dije: no alimentemos a los fondos buitre con un default, que les cree a ellos la posibilidad de litigar durante un largo tiempo y nos terminen derrotando. Lamentablemente, se crearon esas condiciones, iniciaron un litigio, tienen mucho poder económico como para soportar por todo el tiempo que sea necesario y ahora tienen una sentencia judicial a favor. Por lo tanto, lo único que Argentina puede hacer es evitar que la derrota signifique un costo aún mucho mayor. Por eso, me parece importantísimo evitar un nuevo default, porque eso puede dar lugar a que los tenedores de los bonos reestructurados pidan que esa deuda se transforme en deuda vencida, que de nuevo se desvalorice y vuelva a aparecer la oportunidad que nuevos buitres, o los mismos inicien nuevas demandas. En mi opinión, la mejor solución sería convencer al juez y a los propios buitres de que se extienda hasta enero la suspensión de ejecución de la sentencia. Ahora, no se los va a convencer gritándoles, acusándolos o atacándolos. Se los va a convencer si Argentina demuestra que está dispuesta a cumplir con la sentencia.

—¿Cree que hay margen para esto?

—Tengo la esperanza de que más allá de los discursos estén conversando vía los abogados o interpósita persona para llegar a algún tipo de solución de esa naturaleza. Ésa es la solución que podría evitar el default técnico. Y si no, lo que puede pasar es que las calificadoras de riesgo van a decir que se produjo un default técnico, el gobierno argentino va a decir que no porque puso la plata pero Griesa impidió que esa plata llegara a sus legítimos destinatarios que son los tenedores de bonos reestructurados y ahí se va a iniciar otra disputa. Desde el punto de vista del efecto que va a tener sobre la economía argentina no pueden ser positivos pero tampoco es una catástrofe porque a lo mejor, todo esto se termina arreglando en enero o febrero y mientras tanto hay un período de seis meses de gran incertidumbre.

—Dos cosas llaman la atención. La primera es el consejo que le dieron los abogados estadounidenses al gobierno argentino de ir a un default. Y la segunda es que esta situación no tiene impacto en el nivel de riesgo país, porque sigue estando en los niveles más bajos del segundo gobierno de Cristina.

—El riesgo país no se ha escapado porque los tenedores de bonos y el sistema financiero internacional no conciben que Argentina tome la decisión de caer nuevamente en un default . Lo lógico sería, con un fallo judicial en contra, ver cómo cumple con esa sentencia y de paso termina con todos los conflictos y recrea una relación normal con los mercados de capitales. Creo que el mercado tiene esa expec-tativa. Pero con gran volatilidad, porque un día aparece una noticia que sugiere que va a haber default, otro día otra distinta. Esa volatilidad e incertidumbre es la que puede perjudicarnos y si se mantiene hasta enero no es tan grave. Pero si después de ese mes, una vez que ya no esté la excusa de la cláusula Rufo, se sigue manteniendo el clima de conflictividad, ahí obviamente el riesgo país va a aumentar muchísimo.

—¿Y con respecto a los abogados...?

—Creo que dieron ese consejo un poco para apuntalar la posición negociadora frente a los buitres y al juez Griesa. Sugerirles que Argentina tiene una solución, sin cumplir con la sentencia. Esto los va a preocupar de crear las condiciones para que el país cumpla con la sentencia. Pero lo que dicen los abogados -hacer un canje para trasladar a la ley argentina todo lo que ahora está en ley extranjera- en mi opinión no es muy sencillo y tengo mis dudas de que lo puedan implementar. Lo que no hay forma de asegurar es que todos se vayan a presentar y, si quedan algunos afuera, ésos son los candidatos a buitres.

—De afuera da la sensación que la presidente con este tema ha conseguido mejorar su imagen y lo que está haciendo es aprovechar esta coyuntura por lo cual va a tirar de la cuerda todo lo que pueda.

—Así es y lo veo como en un problema porque, en aras de que la gente se encolumne -como naturalmente lo va a hacer- detrás del gobierno en una pelea con los buitres, en aras de ese rédito político, está jugando con fuego. Porque si por tratar de extender el litigio y la confrontación se crea la posibilidad de que haya más buitres y terminen las cosas peor para el país, es un negocio político y económico ruinoso. Creo que algo de eso hay y por eso parece como que el gobierno no se preocupa tanto si este tema no se arregla antes del 30 de julio. Pero espero por el bien de la Argentina que esta especulación de tipo político no lleve a que el problema quede sin resolver más allá de enero o febrero del año próximo, porque un litigio o una prolongación del conflicto que dure dos o tres años se va a transformar en un condicionamiento muy grave para cualquier solución al problema de la Argentina que quiera encarar el próximo gobierno.

Diferencias

—Los gobiernos de los Kirchner, desde 2003, han defendido su política económica contraponiendola a la década del 90. “Bajamos la pobreza, generamos tanta cantidad de puesto de trabajo, bajamos la desocupación porque hicimos lo contrario a las recetas neoliberales...”. ¿Cuál es su visión de esta década de los Kirchner?

—No sólo no coincido yo, sino que le diría que hay cada vez más gente con esa apreciación. Por ejemplo en materia de pobreza en los primeros años de los 90 los índices fueron bastante menores a los actuales, que son similares a los que existieron a fines de la década 98-2001. Por supuesto que ahora la pobreza es menor a la que había entre 2001 y 2003, pero esos tres años tanto la pobreza como los altos índices de desempleo fueron consecuencia de la devaluación y la pesificación, y todo lo que se hizo por el abandono de la convertibilidad. Por ejemplo en materia de comercio exterior y de competitividad, muestro en el libro que el aumento de las exportaciones de todo tipo en volumen físico o a precios constantes fue mucho mayor en los 90 que en esta última década a pesar de que se dice que en esta última década hubo un tipo de cambio real más favorable a las exportaciones. Además muchos otros aspectos. Un gráfico muy elocuente publicado en La Nación por Orlando Ferreres muestra cuántos salarios se necesitaban en los 90 para comprar un departamento de 50 metros y cuántos se necesita ahora. Ahora, se necesita el doble. Y además no hay créditos hipotecarios a tasas razonables de interés.

—Podríamos decir que la novedad de esta última década es el ingreso de los países asiáticos, especialmente China, al mercado mundial.

—Sin dudas la bonanza externa benefició a Argentina y a muchas otras economías. La demanda de China sin dudas nos benefició, pero ese gran éxito no tiene nada que ver con la política económica. Todo lo contrario. La política económica fue no aprovechar ese éxito para tener un desarrollo integral y positivo en la economía argentina. Por eso, estuvo muy bien el título que le puso el presidente de la SRA a esta década a la que llamó “la década depredada”. Había un gran ahorro e inversión en el sector energético, se valieron de eso, no repusieron el capital y ahora tenemos déficit energético. Se comieron 10 millones de cabezas de ganado y hay un déficit en el sector de la ganadería y de la lechería. En materia industrial, se reindustrializó para el mercado interno pero la de exportación -que es la que podría expandirse mucho y que es el símbolo de la industrialización en esta época de la humanidad- retrocedió, por todas las trabas que le pusieron al comercio exterior.

Un presencia polémica

Cavallo visitó la ciudad para presentar su último libro “Camino a la estabilidad. Cómo derrotar la inflación para avanzar hacia el desarrollo económico y el progreso social”. Lo hizo en uno de los tradicionales desayunos de la Asociación Dirigentes de Empresas (ADE), donde fue repudiado por una decena de manifestantes.

—Su presencia despertó polémicas en la ciudad. Muchas veces se lo presenta como una especie de responsable de todos los males.

—Un colaborador filmó la protesta. Eran 8 personas con carteles y un diputado provincial de Agustín Rossi (se refiere a Leandro Busatto). Ésas son cosas que arman para distraer la atención, diciendo que la gente repudia a Cavallo. Pero no lo consiguen. Todas las mañanas camino por Palermo, me cruzo con muchísima gente y nadie me insulta. Es más, me preguntan qué va a pasar. Pero esto de los escraches son cosas armadas por minorías y por gente intolerante que además están trayendo a la política argentina los métodos que utilizaban los fascistas, los nazis y los bolcheviques en la década del 20 en la Revolución Rusa. Esos métodos no son los de una sociedad democrática. A la gente hay que dejarla que se exprese. Los escraches no tiene sentido y mucho menos cuando alguien viene a presentar un libro. Ahora resulta que un día van a juntar los libros de aquellos que no les gusten y los van a quemar en público.

—Además vienen de un sector político, el kirchnerismo, que a usted lo conoce muy bien.

—Que además apoyó todas mis políticas. Lo que pasa es que dentro de lo que hoy se llama el kirchnerismo hay una serie de obsecuentes intolerantes que me acuerdo cómo le chupaban las medias a Menem y ahora aparecen siendo los talibanes del kirchnerismo. Lamentablemente, aún hay este tipo de personajes que son una minoría.

—¿Y cuando escucha a la presidente o a algún ministro hacer referencia a los 90 como la década donde todo se hizo mal y lo señalan a usted o a Menem como los responsables de lo que no hay que hacer?

—Me da risa. Anteayer lo vi a De Vido hablando en contra de la década del 90 y del neoliberalismo. Es una muy buena persona De Vido, pero no sé con qué cara me miraría. De Vido es testigo del apoyo que Kirchner me dio y de las cosas que pudieron hacer en la provincia de Santa Cruz gracias a lo ahora él se refiere como la década neoliberal. Kirchner es un producto de la convertibilidad, ganó la elección a gobernador de 1991 gracias a la convertibilidad. Aunque vista en perspectiva histórica no es el mejor producto.

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Consejos para futuros ministros de Economía

—Si tuviera que aconsejar al próximo ministro de Economía, ¿qué le diría?

—No al ministro de Economía sino al presidente, que es quien tiene que elegir a un equipo económico, que antes que nada debe ser un equipo integrado por gente que le explique bien los problemas. El presidente tiene que entender la naturaleza y los economistas tienen que convencerlo de la solución. Después tiene que darle el respaldo necesario para que pongan en práctica un programa de estabilización y crecimiento. Esto se hizo sólo en dos oportunidades con éxito. El primero fue Frondizi en 1958, que lo implementó en 1959 y entró en crisis en 1962 más por razones políticas que económicas. Y el segundo fue el de 1991 con la ley de convertibilidad que nos dio 8 años de crecimiento sólo un año interrumpido por la crisis Tequila en 1995, con crecimiento sostenido, aumento del empleo y modernización del aparato productivo sin inflación. El próximo gobierno tiene que apuntar a objetivos parecidos no en los instrumentos, pero sí en el espíritu y en la forma de lanzarlo y explicarlo a la gente. Se requiere un gran liderazgo del presidente y una gran capacidad del equipo económico para poder obtener resultados. Argentina tiene el capital humano para hacerlo y los candidatos a presidentes son personas que por su apertura mental respaldarían un programa de este tipo.

—A su criterio, ¿entienden el problema del país?

—No sé si lo entienden bien, pero tienen todas las aptitudes para implementarlo si se lo explican bien. Lo que me preocupa es que en casi todos los temas le dicen cosas acertadas a los candidatos a presidente excepto en la inflación. Que este problema se arregla fácil, que es cuestión de hacer un ajuste tarifario gradual, que hay que lograr que entren capitales, que el tema del déficit fiscal es cuestión de manejarlo gradualmente. Y no ponen ningún énfasis en la política monetaria. No dicen por ejemplo que hay que remover totalmente el cepo cambiario y dejar que la gente se maneje libremente en dólares y en pesos. En ese caso no van a obtener resultados eficaces en el aspecto inflacionario y el próximo gobierno va a ver minado su apoyo popular, porque la gente lo habrá votado pensando que iba a traer soluciones y no las va a percibir. No quiero que fracase nadie que pueda suceder a este gobierno. Todos queremos que acierte. Por eso en el libro puse el acento en la lucha contra la inflación, porque es por el lado que flaquean los asesores. Para mí es la madre de todas las batalles, y los gobiernos que han tratado de resolver los problemas económicos sin encarar un proceso de estabilización han fracasado, porque la inflación les complica el manejo de la economía.

—Usted habla de levantar el cepo cambiario, pero todos dicen que no hay los dólares suficientes para hacerlo, pese a 10 años de superávit comercial.

—Hay muchísimos dólares que tienen los propios argentinos en el país y el exterior y hay muchísimos que estarían dispuestos a venir al país si hubiera un clima de confianza. Creo que pensar el problema como una falta de dólares es un error. Si pone un cepo cambiario y a los exportadores los obliga a vender a un tipo de cambio que claramente está por debajo del nivel del mercado y además les cobra retenciones a las exportaciones, obviamente les va a faltar dólares. Nadie quiere transformar los productos en unos dólares artificialmente bajos que no es lo que corresponde. Ahora, si dejan que funcione libremente el mercado cambiario van a entrar muchísimos dólares y nadie va a tener problemas en hacerse de los que necesita para pagar deudas o importaciones. La razón por la cual este gobierno no puede eliminar el cepo cambiario y unificar el mercado es porque no inspira confianza.