Señales de una literatura salvaje

Señales de una literatura salvaje

La escritora entrerriana Selva Almada estará en Santa Fe junto al escritor Julián López para dictar una clínica de narrativa, actividad propuesta por Editorial Palabrava. Su relación como discípula literaria de Alberto Laiseca, su inserción en el mundo literario porteño, sus libros y su literatura regional, son los temas que circulan en la entrevista.

TEXTOS. MILI LÓPEZ. fotOS. archivo el litoral.

 

La excusa que propicia la charla con la escritora Selva Almada no es otra que su próxima venida a Santa Fe, esta vez de la mano de Editorial Palabrava y su propuesta de una Clínica de Narrativa para escritores junto al escritor Julián López el próximo lunes y martes en el Foro Cultural de la UNL (ver “Un espacio de intercambio”).

Selva tiene un hablar tranquilo, pausado, como eligiendo las palabras ante cada respuesta; pareciera que la contaminación de la gran urbe porteña que la hospeda desde hace tiempo no hace sombras a los tiempos de su Villa Elisa natal. Su mesura indica a alguien que vive su presente como un proceso de construcción y no en la sensación de haber alcanzado el podio.

Sus textos aluden a un paisaje y a una cotidianeidad ajenas a las grandes ciudades. Lo paradójico es que ya radicada en Buenos Aires, elige pintar su aldea. Se sustenta con sus recuerdos de infancia, sus ficciones gozan de un cómodo realismo. Sus personajes se nutren de historias de pueblo, esas siempre vigentes, que se cuelan en las charlas de vereda.

Llámese literatura salvaje, de los bordes, rural, regional, del contorno, del interior, de la periferia, todos estas categorías remiten a lo mismo: crear un lenguaje propio y no repetir las experiencias de Buenos Aires o las grandes capitales.

Sin intelectualizarlo demasiado, ella lo explica sencillo. “Cada tanto los gustos literarios cambian, los gustos de los últimos 20 años tuvieron en la cima a una literatura muy urbana, y en estos últimos años aparecieron escritores y libros que son muy bien aceptados y eso hace que las editoriales se animen a publicar escritores que se corren de lo urbano y se van para la periferia o para el interior del país”.

A este fenómeno se suman Hernán Ronsino, de Chivilcoy y Federico Falco, de Córdoba, por citar sólo algunos. “Creo que es una cuestión cíclica que debía pasar, un poco de agotamiento de siempre una literatura urbana, y el renacer de una literatura más regional”.

Esta veta ya hace historia, con sólo mencionar la narrativa de Juan José Saer, los poemas de Juan L. Ortiz, los textos de Daniel Moyano y Héctor Tizón, grandes exponentes de una literatura que transcurre y que se escribe por afuera de las grandes urbes, y que elije contar lo local.

La literatura de Selva, entonces, reinventa el imaginario rural, corre el plano de la ficción, convoca al habla popular de cada zona, reconstruye las experiencias pueblerinas y al mismo tiempo incomoda, interpela, identifica y emociona. Literatura salvaje no por su alusión a lo bárbaro, ni muchos menos, sino por escribir lo rural no desde la quietud que propone su paisaje sino desde la ebullición de cada historia que atraviesa a sus personajes.

DE MAESTROS Y PACIENCIA

Selva Almada llega a Buenos Aires a finales de los noventa, buscando un nuevo horizonte para ese oficio en potencia que era su gusto por escribir. En Paraná había esbozado sus primeros escritos; luego de su paso por la Carrera de Comunicación Social, y algunos docentes que la alentaban, su transcurrir en la Licenciatura en Letras y algunos amigos que leían sus textos, decidió desembarcar en la metrópolis cultural.

El objetivo era concreto. “Cuando llegué a Buenos Aires tenía la idea de hacer un taller de escritura para saber de qué se trataba, no existía esa oferta en Paraná. Todo el trayecto de escribir lo había hecho sola”, cuenta.

Un amigo le recomendó que vaya a un taller que Alberto Laiseca dictaba en el Centro Cultural Rojas, y más tarde reincidió pero esta vez en la casa del escritor. “La vinculación del mundo literario comenzó por ahí, con la misma gente que iba conmigo al taller, empezamos a armar proyectos, en un momento tuvimos una editorial donde edité mi primer libro, la red de relaciones que luego se fueron armando se las debo a ese espacio”, apunta.

Laiseca se convirtió en su maestro, en el suyo y en el de muchos otros escritores que hoy están teniendo una visualización destacada en el mapa literario argentino. Leonardo Loyola, Leandro Ávalos Blacha y Gabriela Cabezón Cámara junto a Selva, son algunos de ellos. Armaron un grupo de lecturas, escrituras y hasta de convivencia que respeta la cita de todos los lunes, aunque las actividades no sean puntualmente referidas al arte de escribir.

“Laiseca tiene un método que es muy simple pero brillante y que a mí me ha ayudado muchísimo, te díría tipo zen, la figura del maestro y del discípulo y su leív motiv es que el discípulo confíe plenamente en su maestro, y que a través de la confianza y de la paciencia uno va a convertirse en un buen escritor. Realmente los pacientes obtuvimos los frutos, y hoy estamos publicando libros”,

HISTORIAS QUE NARRAN

“Uno nunca sabe, porque no hay una receta de decir esto funciona y si sigo estos pasos el libro va a ser un éxito, entonces uno se sorprende, no me va a dejar de sorprender cada vez que le vaya bien a un libro mío porque no pienso en el lector mientras escribo. Siempre es azaroso si le va a gustar a mucha gente o a poca, y si a la crítica le va a gustar; hasta que empieza a circular un libro uno nunca sabe cómo le va a ir”, dice Almada ante la inevitable alusión sobre la recepción del público y la crítica especializada de su primera novela “El viento que arrasa” (Mardulce, 2012).

Luego vinieron de sopetón dos publicaciones en los dos años venideros: la novela “Ladrilleros” (Mardulce, 2013) y la no ficción “Chicas muertas” (Random House, 2014). Ambos libros siguen levantando el avispero al igual que su primer éxito.

Si bien su primera novela fue la que la posicionó como exponente de lo que algunos críticos y editores tienden a encasillar en “nueva narrativa argentina”, sus preferencias se inclinan hacia el texto logrado en “Ladrilleros”.

“Creo que Ladrilleros es mi mejor novela, en ella me animé a todo lo deseado, me permití muchas cosas que en la anterior por inexperiencia o porque no sabía cómo escribir una novela, sentí que me quedé un poco corta por no animarme”, explica y continúa: “a nivel de la trama, del tipo de personajes, el trabajo con el lenguaje, de incorporar todo lo que pude la oralidad de esos personajes a la narración, es una novela mucho más desbordada, violenta, sexual... Lo que en la otra aparece como una novela muy delicada, Ladrilleros es mucho más guarra”.

La autora de los libros de relatos “Una chica de provincia” (Gárgola, 2007) y “Niños” (Edulp, 2005); y los poemas “Mal de muñecas” (Carne Argentina, 2003) va por más y se decide a trabajar la no ficción y publica este año “Chicas Muertas” (Random House, 2014).

Tras años de investigación -que concluyó en 2010-, la escritura fluyó casi como una voz ahogada por la impotencia. “Es un género que desconocía, lo conocía como lectora pero no como escritora, y fue un trabajo que me gustó muchísimo. Lo escribí en el verano, lo terminé de escribir y se publicó enseguida. Hacía años que venía conviviendo con las fotos, los recortes y los papeles de estas chicas, que necesité que la escritura fuera rápida por mi estado emocional”.

El libro cuenta la historia de tres adolescentes de provincia asesinadas en los años ochenta, tres muertes impunes. La primera imagen del libro la sitúa a ella en su casa de Villa Elisa, su padre prepara un asado y la radio de LT26 Nuevo Mundo suena de fondo. De repente, anuncian la noticia del asesinato de una adolescente, ahí nomás, a 20 kilómetros de su casa. Luego se suman los otros dos, en relatos encadenados.

Almada rescata a estas mujeres de sus pueblitos, con sus muertes anticipadas. Son tres asesinatos que no alcanzan la foto de portada ni salen en los canales porteños. Ahí radica su esencia, allí aparece nuevamente esta literatura salvaje, regional, local. Tener el poder de la palabra y utilizarlo para contar historias comunes de lugares cercanos. Mostrar “El otro país” del que tanto cantó y contó Teresa Parodi.

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algunas de las portadas de los libros de la escritora entrerriana.

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“Uno nunca sabe, porque no hay una receta de decir esto funciona y si sigo estos pasos el libro va a ser un éxito, entonces uno se sorprende, no me va a dejar de sorprender cada vez que le vaya bien a un libro mío porque no pienso en el lector mientras escribo”.

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EDITORIAL PALABRAVA

Hace más de dos años, nació en Santa Fe el proyecto independiente Editorial Palabrava, de la mano de las escritoras Patricia Severín, Graciela Prieto y Alicia Barberis. Dentro de los objetivos más importantes que sustentan este proyecto, figuran estimular a niños, jóvenes y adultos en su camino a la lectura; y difundir la obra literaria y la biografía de autores y autoras santafesinos en todos sus géneros.

Su gestión deja huellas en la literatura santafesina y en los públicos lectores. En su afán de tejer redes y seguir construyendo lazos entre escritores consagrados y aquellos que recién comienzan o que están en el transitar de la escritura, para este año y el próximo han programado una serie de “Encuentros con la Palabra y sus hacedores”. Esta clínica es parte de este proyecto.

Favorecer una nueva vinculación entre escritores, libros, público lector y público en general, el reconocimiento de los derechos de autor y propiciar la distribución de los libros, son los pilares de la gestión de Editorial Palabrava.

UN ESPACIO DE INTERCAMBIO

Selva Almada llega a Santa Fe para dictar, junto al escritor Julián López, una Clínica de Narrativa para escritores. “Esta es una clínica intensiva pero muy corta, está dirigida a aquellos que tengan algún trabajo de escritura en proceso, una serie de cuentos, una novela, algún tipo de crónica. La idea es compartir ese material y charlar sobre qué dificultades tienen, si hay críticas del texto sobre las que hay que volver, sugerencias para seguir adelante, indagar en el proceso de escritura, de las herramientas y de cómo uno se las arregla para escribir un texto”, detalla.

Los encuentros serán el lunes 25 y el martes 26 de agosto de 18 a 21, en la Sala Cello del Foro Cultural de la UNL, 9 de julio 2150. Las inscripciones se reciben en la librería Del Otro Lado libros, 25 de mayo 2985. Esta actividad es organizada por Editorial Palabrava, Universidad Nacional del Litoral, Sindicato Luz y Fuerza, Del Otro Lado libros y Lectobus.

Junto a Julián López hace años que comparten actividades ligadas al desarrollo literario. Talleres, clínicas, y sumando a Alejandra Zina conducen el ciclo de lecturas Carne Argentina. “Es interesante que en la clínica haya dos miradas que no son opuestas pero que tampoco compartimos todo, eso abre el espacio a la discusión y el intercambio, no sólo con los talleristas sino entre los propios coordinadores”.