En México

Una red de espías soviéticos para llegar a la bomba atómica

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El muralista David Alfaro Siqueiros fue un agente soviético implicado en el asesinato de León Trotsky. En la ilustración: “Autorretrato”, de Siqueiros.

 

por Julián Rodríguez Marín

(EFE)

Una red de espías rusos en México liderada por Leonidas Eitingon fue clave para que en la década de 1940 la entonces Unión Soviética obtuviera el secreto de la bomba atómica, según las investigaciones del periodista Juan Alberto Cedillo. “El papel de Eitingon en el espionaje atómico fue descubierto muy recientemente, después de que se abrieron los archivos soviéticos”, cuenta Cedillo, quien agregó que 60 años después se pueden obtener copias por Internet de documentos del “Proyecto Enormous”, nombre del plan para conseguir los secretos de la bomba atómica.

En su libro Eitingon, las operaciones secretas de Stalin (Random House Mondadori), Cedillo revela la trayectoria oculta de este agente soviético. Se trata de uno de los más influyentes espías, que operó en diversos países, participó en la Guerra Civil Española, orquestó el asesinato de Trotsky en México y encabezó la red que se apropió del secreto atómico. Después de hurgar en archivos en México, Estados Unidos y Rusia, el periodista esclarece el papel no sólo de los espías rusos, sino de sus aliados en cada país, quienes por motivos de simpatía ideológica colaboraron para cumplir los objetivos que les marcaba el entonces dictador soviético José Stalin.

Cedillo explicó que Eitingon fue un personaje clave en México, donde preparó y dirigió los planes para eliminar a León Trotsky, considerado el más peligroso y acérrimo enemigo de Stalin.

El jefe del espionaje ruso en México preparó dos planes para este asesinato, primero un ataque directo de un comando armado dirigido por el pintor muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, antiguo coronel en las brigadas internacionales que pelearon en la Guerra Civil Española. Tras el fallido intento, Eitingon prepara el crimen a través del catalán Ramón Mercader quien logró infiltrar la seguridad del refugiado ruso después de enamorar a su secretaria.

Con su investigación, Cedillo nos lleva luego de la mano por la intrincada red de espionaje en los Estados Unidos, que llevó al mundo casi al borde de una conflagración planetaria y que permitió a la Unión Soviética contar con la bomba atómica.

El escritor revela la colaboración complaciente de los principales encargados del proyecto en los Estados Unidos. “Los avances para desarrollar la bomba atómica fueron entregados a Moscú por personas cercanas a Robert Oppenheimer, Enrico Fermi y Leo Zsilárd, quienes encabezaban el proyecto Manhattan”.

Explicó que los científicos, que fueron calificados como “amigos de la Unión Soviética”, acordaron compartir sus investigaciones con el poder soviético ante el temor de que Hitler se anticipara a crear una bomba similar. “Además, previeron que si una nación poseía la supremacía nuclear impondría su voluntad al resto del mundo”.

Todos los secretos fueron entregados uno a uno a la organización de espías en los Estados Unidos y en México que encabezaban Eitingón y su colega Vasily Zarubin. Para despistar al contraespionaje estadounidense, los rusos utilizaron agentes en México y en otros países debido a que la embajada soviética en Washington era muy vigilada. Fue necesario que Niels Bohr les diera detalles adicionales y más precisos para la fabricación de un reactor que empezó a funcionar en diciembre de 1946 y en agosto de 1949 lograron hacer estallar su primera bomba atómica. Stalin premió a los oficiales que lograron los secretos atómicos, entre estos a Eitingon, que fue ascendido a general de la KGB y nombrado “Héroe de la Unión Soviética”.

No obstante, la gloria duró muy poco, primero por la paranoia de Stalin que veía complots por doquier y luego tras la muerte del dictador y las correspondientes purgas contra el estalinismo, cuando sus antiguos héroes se convirtieron en villanos y fueron encarcelados.

Eitingon murió en mayo de 1981, marginado del poder soviético al que sirvió durante la mayor parte de su vida.