Mesa de café

La que se viene

por Remo Erdosain

Para José el paro previsto para el hoy es lisa y llanamente una provocación.

—Son los viejos matones sindicales, burócratas golpistas y corruptos que quieren imponer condiciones a la democracia -dice mientras abre un sobrecito de azúcar para endulzar su café.

—Yo me animaría a estar de acuerdo con tus calificaciones, pero no puedo olvidarme de que hasta hace tres o cuatro años estos personajes que a vos te molestan tanto integraban la corte de tu presidente -dice Marcial.

—Barrionuevo estuvo siempre en contra de nosotros.

—Barrionuevo sí, pero no Moyano -aclara Abel.

—Yo todavía recuerdo -observo- cuando en el llamado conflicto del campo él se paraba sacando pecho al lado de Kirchner y la señora.

—Lo que sacaba eran ventajas -remata Marcial- que es lo que más le gusta hacer, tarea para la que dispone de un sexto sentido. De un olfato exquisito. Como dice De la Púa en el poema en homenaje al cuentero: “Por sus facultades, decirse podría que atrapa giles casi por instinto”.

—Bueno, bueno -suspira José- ustedes ahora deberían estar contentos con Moyano. El hombre le hace huelgas a la compañera presidente y estoy seguro que para las contreras ya no es un negro fiero sino un morocho interesante.

—En eso te equivocás -responde Marcial- estos personajotes no le están haciendo un paro a Cristina, le están advirtiendo a gobierno que viene con quiénes tienen que hablar si quieren gobernar este país.

—Convengamos -digo- que las reivindicaciones del paro son compartidas por una mayoría significativa. Temas como el impuesto a las ganancias, la inflación, el desempleo o la inseguridad preocupan a todos.

—A ustedes, lo único que les preocupa es ponerle piedras en el camino a la compañera Cristina; todo lo demás es jarabe de pico, burdos pretextos para cumplir con el objetivo único que es desestabilizar y destituir.

—A mí no me podrá gustar Moyano -digo- pero me gusta menos ese impuesto a las ganancias que inventaron.

—O sea que hoy van a ir al paro del brazo con Moyano, Barrionuevo y toda la izquierda. Quién te ha visto y quién te ve -concluye José mirándolo a Marcial con expresión burlona.

—A mí me vas a ver en el lugar de siempre -pontifica Marcial- en mi casa o trabajando; al país se lo hace así y no con huelgas promovidas por personajes nefastos. Yo no paro, trabajo.

—Sin embargo, con el campo paraste y no tuviste reparos en transformarte en un piquetero furioso.

—Era otra cosa.

—Claro que era otra cosa, claro que me doy cuenta de que era otra cosa; el de hoy es un paro de los trabajadores, el otro era un paro de los patrones.

—Pero, ¿no es que vos estabas en contra de este paro? -le pregunta Abel a José.

—Estoy en contra de este paro, pero no estoy en contra de los trabajadores -contesta.

—Trabajadores a los que les cobran impuestos a las ganancias como si fueran millonarios.

—Convengamos que los camioneros de Moyano, pobres no son -señala José.

—¿Y qué me cuentan del debate acerca de la ley sobre el cambio de domicilio de pagos a los bonistas?

—No hay mucho que contar -exclama José- o se está con la Argentina o se está con los buitres.

—Braden o Perón -observa Marcial con una sonrisa.

—Exactamente, Braden o Perón, y si te gusta más: Griesa o Cristina.

—Yo creo que la cosa es un poco más complicada -reflexiona Abel.

—Siempre que los gorilas deben decidirse de qué lado están apelan a que el tema es complejo o no se puede decidir a las apuradas.

—Yo lo que creo -digo- es que la Señora está embarrando la cancha, pateando la pelota al córner y largando cañitas voladoras al cielo para distraer a la gilada.

—El cambio del domicilio de pago no es una cortina de humo.

—Tal vez sea algo peor -responde Marcial.

—Tampoco es una cortina de humo la propuesta del cambio de la ciudad capital.

—Ésa no es una cortina de humo, es directamente el cuento del tío -replica Marcial.

—No olvidarse -señala Abel- que Alfonsín en su momento intentó cambiar la sede del gobierno nacional; y si mal no recuerdo esa sede debía ser en la provincia de Río Negro.

—Bueno -digo-, ahora la señora propone Santiago del Estero.

—Yo me voy a vivir a Río de Janeiro -suspira Marcial resignado.

—No sé qué le ven de malo a Santiago del Estero.

—Que hay muchos santiagueños -dice Marcial, sin dejar de reírse.

—A mí no me molestan los santiagueños -digo- me molesta y mucho el gobernador que tienen.

—Gobernadora -corrige José- compañera gobernadora.

—Compañera de su marido que la puso allí -digo.

—La puso el voto del pueblo.

—Un voto que lo compran con una empanada y una chacarera.

—Ustedes una vez más están subestimando al pueblo.

—No hace falta subestimarlo, se subestiman solo.

—Además, no se olviden que el principal personaje político de esa provincia es Zamora, un dirigente radical.

—Ése no es radical, es un tránsfuga vendido al peronismo -replica Abel.

—Como en su momento lo fue Cobos -replica José.

—Y hablando de tránsfugas -digo-, ¿qué se sabe de nuestro amigo Boudou?

—Que nos anduvo representando por el mundo -dice Marcial suspirando-, se imaginan lo que en el extranjero deben de pensar de nosotros si ése es le tipo que elegimos.

—El compañero Boudou es un típico chivo expiatorio de los gorilas.

—El compañero Boudou es un ladrón y un sinvergüenza -exclama Abel.

—La culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer.

—Ustedes lo atacan al compañero pero no tienen pruebas, lo atacan porque de Cristina no tienen nada que decir, y entonces se la agarran con él.

—Lo que sobran son pruebas. Boudou no está preso porque lo protegen desde arriba. Por la mitad de las cosas que hizo, a un pirincho ya hace rato que lo hubieran metido en cana -digo.

—Te equivocás -dice Marcial mirándolo a José- yo no lo ataco a Boudou, la ataco a la Señora de la cual cada vez hay más cosas para decir. Acuérdense de lo que les digo: cuando esta chica deje la presidencia va a tener más causas judiciales que otro de sus célebres amigos: Ricardo Jaime.

—En eso se equivocan. Nos vamos en el quince y volvemos en le diecinueve, y volvemos con la compañera.

—A tu compañera -observa Marcial- no la van a ir a visitar a la casa Rosada sino a Villa Devoto.

—Será una presa política -responde José.

—Yo diría para ser más preciso que será una política presa.

—No tienen pruebas para sostener lo que están diciendo.

—Contra Al Capone tampoco había pruebas y fijate cómo terminó.

—No pueden comparar.

—En eso tenés razón. Al Capone hizo menos daño; el pobre se limitó a Chicago, pero una que yo sé no tiene límites territoriales.

—No comparto -concluye José.

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