La cultura judía y los libros

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Biblioteca Popular Baron Hirsch, de Moisés Ville. Foto: José Vittori.

 

por Guillermo Lipis

Télam

El libro, como elemento transmisor y depositario de conocimiento, fue considerado por Alejandro Dujovne como “la patria portátil” del judaísmo, en un reciente ensayo donde analiza la relación histórica entre esa cultura y los libros como elementos que preservan y custodian su historia y tradiciones.

Dujovne acaba de publicar Una historia del libro judío (Siglo Veintiuno), donde desarrolla aspectos de la cultura judía argentina a través de una fuerte industria editorial que atraviesa al sector que incluye a autores, editores, traductores, imprentas y bibliotecas.

El autor señala que “Mahoma definió a los hebreos y cristianos como ‘pueblos del libro', y se hizo eco de una idea de Heinrich Heine, quien señaló que la Torá (el libro sagrado hebreo con sus 613 preceptos) es su ‘patria portátil' porque sostiene una relación estrecha entre este pueblo y los libros”.

Para explicar el auge de la industria editorial judía en la Argentina, el autor asoma, primero, una explicación sobre el vínculo de esa cultura y los libros y remite esa relación a los sucesivos exilios del pueblo judío desde la destrucción del segundo templo de Jerusalén.

La Torá y el Talmud, que reúne la interpretación bíblica, funcionaron como organizadores del judaísmo, pero la destrucción del templo produjo, según Dujovne, una disociación entre los centros de estudios y el conocimiento.

“La ruptura de la estrecha relación entre lo religioso y el texto se produjo cuando Yohanan Ben Zakai escapó y pactó con los romanos crear un nuevo centro de estudios en Yavné. Este hecho independizó el saber con lo sagrado y dio paso a lo simbólico, a través del hecho histórico que produjo la diáspora y la transmisión del conocimiento a través de los libros. De ahí el concepto de ‘la patria portátil'.

“El principio de autoridad se trasladó al conocimiento ante la ausencia de territorio propio. Con el ingreso de los judíos a la modernidad, entre los siglos XVIII y XIX, el estudio y la sabiduría se convirtieron en rasgos muy valorados, hechos que excedieron a rabinos y eruditos para trasladarse, también, a intelectuales seculares y laicos”.

Esta nueva categoría de personas logró alcanzar un poder social sustentado en el conocimiento, que se extendió más allá de las barreras de los guetos porque las sociedades modernas se consideraron más abiertas y lo entendieron como un nuevo proceso de integración. La palabra impresa jugó, entonces, un rol fundamental en las nuevas formas de la expresión judía y de su reasentamiento social.

Respecto del judaísmo que se instaló en el país a fines del siglo XIX, dijo que “Buenos Aires fue un fiel reflejo de esa fiebre de religión y conocimiento proveniente de una gran corriente inmigratoria, en la que el libro ocupó un lugar clave en la vida cultural y el proceso de integración social al país”.

La producción de libros de temas o autores judíos tuvo “una oferta impresa destacada frente a lo realizado por otras comunidades más numerosas como la italiana o la española, y abarcó una notable diversidad de variaciones culturales y tendencias ideológicas”.

Situó como inicio de esta ola de producción en Argentina el año 1919, “con la primera traducción al castellano y publicación en forma de libro de un texto en idish (Los cabalistas, de I. L. Peretz) que se extiende hasta mediados de la década de 1970, cuando comienza a percibirse un declive de esos proyectos editoriales”.

Sin embargo, indicó el autor, “Buenos Aires siempre fue un poderoso centro editorial que cuestionó la idea de integración de los inmigrantes del siglo XIX” al recordar que este tipo de producciones atentaban contra la idea liberal del “crisol de razas”, orientada a mezclar las identidades, fundirlas para crear un ser nacional único. El sostenimiento de la cultura de las minorías étnicas inmigrantes a la Argentina permitió, y permite, que cada una de esas comunidades aporte a la cultura nacional desde su sabiduría particular, conocimiento y formas de mirar el mundo.