Publicaciones

“Justicia para erizos”

missing image file
 

De la redacción de El Litoral

Basándose en un verso de Arquíloco, Isaiah Berlin creó una célebre sentencia: “El zorro sabe muchas cosas; el erizo sabe una, pero grande”. De ahí el título (Justicia para erizos) que Ronald Dworkin eligió para el voluminoso ensayo en el que sustenta la importancia y la necesidad de un valor, real, sincero, bueno y justo para el buen vivir individual y social.

“La responsabilidad intelectual por el valor es en sí misma un valor importante, por lo cual debemos abordar una gran variedad de problemas filosóficos que de ordinario no se tratan en un mismo libro. En diferentes capítulos, examinamos la metafísica del valor, el carácter de la verdad, la naturaleza de la interpretación, las condiciones de un acuerdo y un desacuerdo genuinos, el fenómeno de la responsabilidad moral y el llamado problema del libre albedrío, así como cuestiones más tradicionales de la teoría ética, moral y jurídica”. El desacuerdo que en este párrafo cita Dworkin se refiere sobre todo al lugar común que ha tomado la voz cantante en la filosofía académica y literaria, donde el zorro se lleva las de ganar y “los erizos parecen ingenuos”. El resultado es el pesimismo y nihilismo con que se sostiene hoy que no existen valores objetivos y que cualquier juicio sólo expresa intereses, actitudes y compromisos particulares.

Entre las muchas cuestiones tratadas, es central el estudio de la independencia metafísica del valor: ¿De dónde vienen los valores? ¿Están en la naturaleza, en la subjetividad moral o en el universo? Dworkin trata de demostrar la verdad del valor y la objetividad de la responsabilidad ética. “Queremos vivir bien porque reconocemos que debemos vivir bien, y no al revés”.

“Hoy el interrogante es cómo el mundo de la ciencia puede tornarse seguro para el valor”, concluye Dworkin. “No puedo suponer que mi vida es mala por el mero hecho de que mi período histórico o mi plataforma geográfica no han alcanzado la prosperidad que otras generaciones o continentes más florecientes conocerán o han conocido... Podemos vivir bien sin tener una vida buena: tal vez padezcamos la mala suerte, una gran pobreza, una grave injusticia o una terrible enfermedad y una muerte prematura. El valor de nuestro bregar es adverbial; no está en la bondad o el impacto de la vida cumplida. Por eso, las personas que viven y mueren sumidas en una gran pobreza pueden, no obstante, vivir bien. Aun así, cada uno de nosotros debe hacer lo que pueda para lograr que su propia vida sea tan buena como podría haber sido. Uno vive mal si no trata con el empeño suficiente de hacer de su vida una vida buena”. Publicó Fondo de Cultura Económica.