La literatura y el tren

• “Por la vía”, libro de Marta Rodil de próxima aparición, editado por el Centro de Publicaciones de la UNL, recrea distintos aspectos relacionados con el ferrocarril. Adopta análogo método y estructura que la autora había practicado en “Puerto perdido”, pero, además, al testimonio de un maquinista, a los textos de escritores, a las imágenes y fotografías suma aquí opiniones de críticos e historiadores. De la Segunda Parte, titulada “Literatura y ferrocarril”, ofrecemos un fragmento de la introducción referida a los autores incluidos.

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Estación Constitución a principios siglo XX.

Foto: Archivo Gral. de la Nación, aportada por la autora.

 

Por Marta Rodil

En literatura, preguntarse por el acontecer del ferrocarril es preguntarse por las ilusiones, los logros y aventuras, por las postergaciones y fracasos del devenir humano. Los textos de esta Segunda Parte se corresponden con la realidad del tren en la Argentina. Fue preciso, entonces, dejar de lado páginas memorables de todos los tiempos: de Antón Chéjov, León Tolstoi, Ernest Hemingway, Clarice Lispector, Saki, Miguel Ángel Asturias, por citar algunas.

“El tren expreso” de Oliverio Girondo vale como referencia universal: el espectáculo habitual de una campiña, ya sea de piedra, o de vides como manos que se levantan de la tierra, de soldados que roncan, del loro que es el único pasajero que protesta por las veintisiete horas de retraso, o de las chicas que van a ver pasar el tren porque es lo único que pasa.

Es notable el paralelo entre algunos sucesos referidos en la Primera Parte del libro y algunas escenas de la novela de Adolfo Colombres. Veamos un ejemplo: Tucumán, noche de grillos, un treinta y uno de diciembre y el pavo tradicional en la mesa. Sirenas, cohetes y fuegos artificiales. Una locomotora a petróleo, volcada sobre su costado, y el pesar de un niño que aguardó en vano. Pero aparecerá un libro, semilla de futuras aventuras.

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“Todavía en pie”. Típica vivienda original de la época de La Forestal, fotografiada en 2012.

Foto: Marta Rodil.

La poesía popular va de la mano de un tango en “Barrio de tango” (letra: Homero Manzi). Con intensa emoción poética, describe el antiguo barrio de Pompeya y recurre a la siempre vigente pregunta por lo que fue (ubi sunt, “dónde están”, recurso expresivo que se remonta a los clásicos latinos). El arrabal, el dolor por un perdido amor, por las ausencias, y el misterio del adiós que siembra el tren.

Y ahora vamos a un mundo fantasmagórico, protagonizado por vehículos que detentan atroces poderes. Hoy, lo corriente es que los automóviles prevalezcan sobre el tren; no obstante, el humor de Roberto Fontanarrosa se permite enunciar lo contrario en el cuento “Los trenes matan a los autos”, con una guerra desembozada, sin cuartel, sin fin, sin límites entre los dos bandos. Con manifestaciones de protesta, castigos, tortura, venganza... al mejor estilo de lo humano.

A veces no hay retorno, nos dice Celia Fontán en “Cruce de trenes”, entonces la partida se dilata, se demora. Somos tiempo y bruma, también el tren que se aleja; en tanto el musgo va diluyendo las viejas leyendas y el humo se empecina en los antiguos cercos. El cielo nuevo, las hojas viejas y el tiempo; siempre el tiempo dando al hombre (que por momentos lo olvida, o aparta su peso de la conciencia) la medida de todas las cosas.

Conmueve la ternura (no exenta de humor e ironía) con que Conrado Nalé Roxlo celebra las tragicómicas aventuras de un quijotesco jefe de estación, para quien todo vale a la hora de reactivar la oxidada locomotora de una vía muerta.

Ante la competencia entre el andén y la plaza para atraer a los paseantes, él ideará los recursos más sagaces y no dudará en organizar pequeños descarrilamientos que captarán al gentío y a los inactivos bomberos.

Con subyugante lirismo, Francisco Madariaga nos participa de un tema recurrente: la vida como viaje. Un mítico itinerario, iniciado a los quince días de su nacimiento, por el norte de la Mesopotamia en un tren antiguo, marrón, casi fluvial que se detiene en las arenas de una estación de vaquerías y puñales, con el resabio de guerras civiles y en medio de las ánimas que perviven. Viaje-vida-sueño-fantasía de amantísima fidelidad y eterno retorno al “Joyante Cosmos de Corrientes”.

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Marta Rodil, autora de “Por la vía”.

Foto: Guillermo Di Salvatore

El formoseño Orlando Van Bredam amplía nuestra perspectiva, situándonos en la guerra por las Islas Malvinas: un andén y los planes e ilusiones de cuatro amigos adolescentes. Dos de ellos marcharán a un destino incierto y, después, habrá quienes volverán al mismo andén lamentando lo que se llevó el último tren, “con demasiados discursos, demasiadas banderitas celestes y blancas, y demasiado 2 de abril sobre nosotros”.

Beatriz Vallejos: palabra madre, la suya (y enigmática cuando aspira a transmitir lo inefable). En su mística de lo cotidiano, no podía faltar el tren. La mayoría ignora que en San José del Rincón -localidad más antigua que la capital santafesina y lugar de pertenencia de la poeta- hubo ferrocarril. Mas, dónde está (otra vez el tópico ubi sunt). Entre tantas cosas, el tren pasa. O su paso permanece en la memoria como los mitos de la tierra.

“Poema para el hombre de la locomotora” del santafesino Horacio Rossi rinde homenaje a sus conductores. Nuestro entrevistado de la Primera Parte, Dante Balestro, fue maquinista como su padre, y desde niño anduvo por los rieles con su sueño “de hollín, hierro y estruendo”; sueño que Balestro pudo hacer realidad en una vida plena de experiencias intelectuales además de las ferroviarias pero que en muchos casos, como el sugerido por el poema, se frustraría.

Otras perspectivas e impresiones nos dejará Manuel Mujica Lainez, respecto del trayecto Retiro-Tigre. Minuciosos apuntes y reflexiones del protagonista con cada ingreso de un pasajero en el vagón, o de cada barrio que ingresa a sus retinas. Las muchachas en flor, la idiosincrasia de las gentes y una mirada estética que todo lo registra.

Finalmente, Daniel Moyano: el esplendor del antiguo ferrocarril, y el resplandor de “Miss Annabel”, cuando los relojes se ponían en hora con la llegada del tren. El paso del coche presidencial, las indicaciones de la hermosa y bien argentina tía Annabel a sus sobrinos, sobre el comportamiento y los modales. Y más tarde, el frío, el ruido y los papeles sucios en los deficitarios trenes gastados, con viajeros empobrecidos que consumen tristes vituallas.

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Vista lateral de la Estación del F.C. de Trelew (Prov. de Chubut), hoy museo, fotografiada en 2013. Foto: Marta Rodil