La melodía de la guerra

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Frente Occidental, 1915-1918.

 

Por María Luisa Miretti

“El teniente Sturm”, de Ernst Jünger. Traducción de Carmen Gauger. Ediciones Tusquets. Buenos Aires, 2014.

“La mecanización del hombre, fulminante como la peste, había transformado Europa en un desierto” (Ernst Jünger).

Magistral y paradójicamente bello a pesar del tema -la guerra-, este libro abunda en pasajes de enorme connotación estética, en los cuales se entrechocan el más crudo y sanguinario realismo de la guerra vs. la ilusión de un mundo paradisíaco.

Ernst Jünger (1895-1998), que vivió el tiempo suficiente para registrar los extremos del horror, entre el odio y el amor, se alistó como voluntario en la Primera Guerra Mundial, y a pesar de haber estado cerca de las filas militares, los nazis prohibieron sus obras. El teniente Sturm, escrita en 1923 -que relata los horrores de la batalla sin eufemismos- fue en su tiempo censurada.

Es una novela breve, de impacto y fuerte coloración, que plasma las expectativas de tres jóvenes soldados en la trinchera, sin perder de vista al resto que gira en torno a ellos con sus sueños y esperanzas. Técnicamente avanza en un formato discursivo ágil con una prosa que se desplaza en escenarios terribles, amortiguados sólo por la esperanza de salir de pozos llenos de barro e inmundicia, donde Sturm es capaz de borronear un cuento y leerles al resto, aunque el ruido de la metralla sea el corifeo que los acompañe en el momento.

La historia avanza dentro de otra, casi como una ironía en medio de tamaña calamidad, ya que bosquejar una novela cuando la vida se extingue a cada instante resulta por lo menos una bofetada, pero nada duele. Los soldados escuchan a Sturm absortos, sin importarles el riesgo que presupone.

Las reflexiones filosóficas paralizan al lector y reclaman el paréntesis antes aludido, porque remiten a la razón de vida y a la relación del hombre con el Estado.

Mientras esto acontece surgen los recuerdos, las asociaciones, las evocaciones de la Belle Époque y las agudas reflexiones de Sturm (que se presuponen alter ego del autor). A pesar del desamparo del momento difícil que estaban atravesando, con los sentidos más despiertos y al acecho, eran capaces de registrar la música envolvente de minas, balas y metrallas, hasta que “una bala al costado izquierdo lo dejó sin luz y sin oído”. Su última sensación fue la de hundirse en el torbellino de una antiquísima melodía.