Descrédito político y una población hastiada

Escocia ante la gran pregunta

Hoy el país vota en referéndum para separarse o no del Reino Unido, la madre patria. Los 4,2 millones de escoceses llamados a las urnas han escuchado un sinfín de argumentos a favor y en contra de la independencia. Las encuestas no dan resultados definitivos aunque sí cifras muy peleadas.

Escocia ante la gran pregunta
 

Agencia EFE/DPA

Hoy Escocia vota en referéndum para separarse o no de la madre patria, el Reino Unido. En este caso no se trata de una de las lejanas colonias que en el pasado dieron la espalda a Londres en mejores o peores términos.

Los 4,2 millones de escoceses llamados a las urnas han escuchado un sinfín de argumentos a favor y en contra de la independencia. La campaña iniciada por el Partido Nacional Escocés está en marcha desde 2011 y quienes critican el proceso lamentan que sólo se haya hablado de dinero.

Otro tipo de reflexiones, como por ejemplo sobre el futuro de la nación, o sobre la identidad de los británicos y escoceses, apareció en la campaña más bien de forma subliminal. Reino Unido, nación con una gran cultura de debate, no ha hecho honor a su prestigio en este caso.

“La incapacidad de la campaña del ‘no’ para marcar un tanto concluyente, pasional y convincente a favor de que el Reino Unido permanezca tal y como está, es bastante sorprendente visto desde afuera”, afirmó el escritor irlandés Fintan O’Toole en el diario “Guardian”.

“En un primer momento me sorprendió el tono de la campaña del ‘no’, después de me dio asco”, afirmó por su parte la escritora escocesa Janice Galloway.

En lugar de sumergirse en un debate de principios, el primer ministro británico, David Cameron, apostó durante mucho tiempo por una estrategia de amenazas. En caso de que los escoceses elijan la independencia, quiere prohibirles el uso de la libra como moneda. Y según la BBC, una semana antes de la votación recurrió a los grandes empresarios y les pidió que anunciaran una subida de precios en los alimentos en caso de que se logre la independencia.

Por su parte, el Ministerio de Finanzas intentó ganar puntos al anunciar a la prensa los planes de cambio de sede del Royal Bank of Scotland si triunfa la independencia antes de que el consejo de administración tomase una decisión al respecto. En tanto, el ministro principal escocés y líder independentista Alex Salmond no ha dejado claro que pasará con la moneda oficial si se separan de Reino Unido.

El referéndum escocés llega en un momento de gran descrédito de la clase política. “Ya no hay nadie que diga la verdad”, tituló recientemente la revista política “Spectator”. Y un miembro del gobierno de Londres advirtió que en estos momentos un referéndum sobre la independencia de Inglaterra arrojaría un resultado tan ajustado como prevén los sondeos en el caso de Escocia.

En las últimas semanas de campaña, Cameron ha dado un giro, dejando a un lado la retórica amenazante e intentándolo con una táctica más cercana. “Por favor, quédense con nosotros”, pidió el lunes a los escoceses, además de prometerles una autonomía máxima bajo el paraguas del Reino Unido. Algunos aseguran haber visto incluso una lagrimilla asomando en el ojo del premier.

Las palabras de Cameron, que aseguró que un voto a favor de la independencia le “partiría el corazón”, generaron sin embargo más bien burlas más allá de la frontera norte de Inglaterra. “No sólo el corazón, sino también el cuello”, apuntaron desde Edimburgo los defensores de la independencia, con la vista puesta en el incierto futuro del primer ministro en caso de que Escocia se independice.

A pesar de que Cameron ha insistido en que no dimitirá, le será difícil mantenerse como líder de una formación que oficialmente se llama Parido Conservador y Unionista si Reino Unido pierde un tercio de su territorio y una décima parte de su población.

Durante mucho tiempo, el primer ministro conservador pareció no tomar realmente en serio el referéndum escocés. Se confió en las encuestas que daban tan sólo el 30 por ciento a los independentistas, ignorando las advertencias de que esa tendencia podría cambiar, como finalmente ha ocurrido en la recta final, que muestra unos pronósticos muy ajustados entre ambas opciones.

“No tenemos un plan B”, reconoció hace poco un funcionario de gobierno de alto rango en Westminster. Ni para la economía ni para las cabezas atómicas británicas, que se encuentran emplazadas en Escocia.

A última hora, el líder de la oposición laborista, Ed Miliband, ha llegado incluso a prometer más derechos a muchas zonas inglesas, en el norte del país o en Cornwall, donde hay un pequeño movimiento independentista. En esas zonas se miraría con rabia hacia Escocia en el caso de que consiguiese más autonomía dentro del Reino Unido.

Según escribió James Forsyth en “Spectator”, el resultado final de la campaña unionista ha sido “pánico, una actividad apasionada y la promesa de convertir a Escocia prácticamente en parte de un Estado federal”.

¿Qué pasa si gana el “sí”?

De triunfar la opción independentista empezará un proceso que en año y medio implicará la desaparición del Reino Unido en su forma actual y el surgimiento de una nueva nación en Europa. Desde el papel de la Reina y las fuerzas nucleares, hasta la política migratoria se verán sometidos a una redefinición.

La bandera

La actual bandera británica, el Union Jack, combina los colores de los tres santos patronos de Inglaterra, Escocia e Irlanda. El registro oficial de símbolos heráldicos, el College of Arms, opinó que técnicamente no sería necesario cambiar la bandera en el caso de que la Reina, como proponen los promotores de la separación, siga siendo jefe de Estado de una Escocia independiente.

El nombre

¿Cómo se llamará el Reino Unido? Gran Bretaña, que junto a Irlanda del Norte conforma el Reino Unido, será sin dudas no “tan grande”, ya que perderá 5,3 millones de residentes y el 30% de su territorio. El nombre de un futuro Reino Unido sin Escocia es uno de los temas más polémicos. Es probable que siga siendo el mismo, pero en la percepción internacional el término adquiera una nueva connotación, la de un país con menos influencia global.

La Reina

Isabel II podría seguir siendo jefe de Estado de la nueva nación, el mismo rol que cumple, por ejemplo, en el caso de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. En tal caso, no tendría que abandonar su residencia de verano, el palacio de Balmoral, ni su residencia oficial escocesa, el palacio de Holyrood en Edimburgo.

La moneda

Alex Salmond, jefe del Partido Nacional Escocés, SNP, aseguró que Escocia continuaría usando la libra como su moneda oficial aunque desde Londres altos funcionarios han rechazado esa posibilidad. Otra posibilidad sería adoptar el euro, pero ello implicaría que las tasas de interés, regulación financiera y probablemente políticas impositivas serían dictadas por entidades externas. Otros aseguran que la mejor opción sería una nueva moneda escocesa, pero algunos expertos advierten que se necesitarían entre cinco y siete años para poner en funcionamiento un nuevo Banco Central escocés.

Las fronteras

Las autoridades escocesas proponen un acuerdo de fronteras abiertas, como el que existe actualmente con Irlanda. Pero es difícil imaginar que el gobierno en Londres acepte un acuerdo con un país que ha propuesto una política sustancialmente diferente en materia de inmigración. Si Escocia pasa a integrar la Unión Europea y adopta el acuerdo Shengen de movimiento libre de personas para todos los europeos, es posible que el Reino Unido quiera poner más controles en las fronteras con una Escocia independiente.

Organismos internacionales

Es casi seguro según observadores que Escocia será parte de la Unión Europea, pero no será un proceso fácil ni rápido. En cuanto a la OTAN, el panorama es aún más complejo. Una Escocia independiente debería solicitar formalmente su incorporación a la alianza, lo que podría llevar antre dos y tres años. Otro tema espinoso es el asiento permanente del Reino Unido en el Consejo de Seguridad de la ONU. Una potencial división del Reino Unido podría ser un nuevo argumento para potencias emergentes como Brasil e India que reclaman uno de los codiciados escaños con derecho a veto en el Consejo de Seguridad.

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Pancartas a favor del Sí y del No durante una reunión en Glasgow (Escocia). Ambos bandos en el referéndum escocés hicieron campaña para ganar los votos de los indecisos. Foto: Agencia EFE