OCIO TRABAJADO

Bioy y Silvina en cajas

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Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo en Mar del Plata, en 1950

Foto: ARCHIVO

Estanislao Giménez Corte

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La biblioteca de un escritor es una suerte de guía o mapa de sus recorridos y elecciones. La de un autor consagrado, además, representa un valor que excede naturalmente el costo económico del objeto, para basarse en ciertas variables un tanto intangibles: es un insumo o capital extraordinario para estudiosos, que encuentra en las notas escritas, en las dedicatorias, en la existencia de primeras ediciones, en los comentarios de solapas, su universo. ¿Qué decir si es el caso de dos renombrados autores? La biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo se encuentra trabada en el entramado de tecnicismos, desacuerdos y artilugios legales, producto de un proceso sucesorio complejo. Según se sabe, está distribuida en unas 400 cajas y duerme en un galpón a la espera de una solución acorde a la estatura de sus propietarios. El escritor Carlos Bernatek, asesor literario de la Biblioteca Nacional (reconocido autor de “La pasión en colores”, “Larga noche con enanos”, “Rutas argentinas”, “Rencores de provincia”, y “Banzai”, entre otros), detalló algunos aspectos de la causa y explicitó el interés de la Biblioteca Nacional en la “preservación para el país” esa herencia.

—¿Cómo es el proceso por el cual la BN negocia la compra de la biblioteca personal de Bioy y Ocampo? ¿Qué resultados o falta de resultados tuvo esa gestión? ¿La familia se negó u opuso a esa posibilidad (el monto dinerario no les satisfizo)?

—El contacto lo inicié alrededor de 2004, cuando tuve noticias de la existencia de la biblioteca Bioy/Ocampo. Me puse en contacto con el curador y empezamos las negociaciones. Se trata de una herencia complicada por la diversidad de herederos, y por el modo en que finalmente se acordó la disposición de los bienes. Es una sucesión que lleva 15 años con muchas dificultades. La premisa de la Biblioteca Nacional es y fue siempre la preservación de la biblioteca, en principio, y demostrar nuestro interés en la adquisición. Suele ocurrir en estos casos, que aparecen universidades norteamericanas, y de hecho ya han comprado muchas bibliotecas destacadas para llevarse del país. La demora en la negociación fue producto de los avatares burocráticos de la sucesión. Así retomamos la posibilidad cuando los herederos consideraron posible el acuerdo. Un problema concreto de esta biblioteca Bioy/Ocampo, es la falta de inventario, por lo cual ofrecimos inventariarla, lo que presenta otra complejidad: el material está en cajas, en un depósito en el microcentro -bastante poco adecuado para la tarea-, donde deberíamos instalar personal, computadoras, etc. Un cálculo optimista era de 3 a 6 meses de labor. Finalmente convinimos hacer un muestreo: abrir determinado número de cajas de modo aleatorio, y realizar una oferta. El único cálculo previo disponible era el que había realizado el reconocido librero Alberto Casares, que no había satisfecho las expectativas de los herederos. Tomándolo en cuenta, hicimos una oferta sustancialmente mayor que esa, para lo cual se gestionó una partida especial. Pero tampoco esta oferta satisfizo a los propietarios. Al no existir inventario, no hay valuación más que la que mencioné. Pero nuestro buen vínculo con el curador no ha cerrado las puertas definitivamente a la posibilidad de la compra. Como en el interín la ministra de Cultura, Teresa Parodi, ha recogido nuestra intención de recuperar la sede histórica de la Biblioteca Nacional de la calle México, sería un objetivo de suma importancia para la BN, y por extensión para la cultura nacional, que ese patrimonio sea depositado en aquel destino.

—¿Qué nos puede contar de esa experiencia de “negociador” de la BN? ¿Los estudiosos tienen acceso a esos volúmenes en este momento?

—La negociación se realizó siempre por intermedio del curador, con quien tenemos una excelente relación. Nosotros no tratamos directamente con los herederos porque ellos lo dispusieron de ese modo, y no nos resultaba un obstáculo hacerlo así. De las muchas bibliotecas que hemos comprado, o recibido como donación sin cargo, probablemente ésta sea la más dificultosa por la complejidad de la sucesión. Pero nunca fue un trámite litigioso ni conflictivo; no existió nunca un tono beligerante: tenemos y tienen la mejor disposición de llegar a un acuerdo que, seguramente, y a partir de lo que se lee en sus memorias, Bioy Casares vería de buen grado. Pero el drenaje que significa la salida de libros históricamente valiosos del país hacia el exterior, no entraña sólo una pérdida material: son materiales que le estamos restando a nuestros investigadores y estudiosos de este tipo de textos. Porque en muchas de esas bibliotecas universitarias norteamericanas, el material no va a estar a disposición como lo hacemos aquí. En ese sentido, no competimos con esos compradores, pero procuramos evitar que los libros salgan del país. Contar con una biblioteca como ésta, significa años de trabajo para investigadores y especialistas que vienen a la BN de todo el mundo, no sólo de la Argentina y Latinoamérica. Y es una de las tareas básicas de una Biblioteca Nacional: custodiar el patrimonio letrado de un país. Pero bueno, aún no está cerrada la negociación y, en tanto sea así, seguimos abrigando la posibilidad de un acuerdo.