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Homenaje a un noble

ALBERTO DE LUJÁN CASTILLO

DNI. 6.212.519

No hago referencia en esta nota a un noble privilegiado por posesión de títulos o distinciones de clase, conseguidos por merced de un soberano o comprados, sino al que se obtiene por honra, sacrificio, heroísmo y capacidad de un esfuerzo extremo en obediencia y lealtad a quien lo ha elegido como su compañero, el hombre. Es el noble bruto, el caballo, el mejor amigo del hombre junto al perro. Desde los albores de la civilización, la humanidad ha progresado en gran medida con la ayuda del equino, de su fuerza y su nobleza, en la paz y en la guerra. En nuestra historia, en las jornadas de la liberación e independencia, ha sido protagonista heroico, al igual que en las luchas internas de la organización nacional, la guerra fratricida con Paraguay, la aniquilación de caudillos disidentes y las “conquistas” de territorios con el controvertido exterminio de poblaciones originarias. Pero el caballo no sabe más que lo ordenado por su amo, su jinete; siendo figura ecuestre al hallarse montado por personajes ilustres en gran cantidad de estatuas, óleos, fotos, trofeos, etc. San Martín, Belgrano, Roca, el Brigadier López, Güemes y tantos otros lucen a caballo. La Patria Grande, que se hizo a caballo, recuerda algunos que se hicieron memorables, recordados por su nombre o su pelo: bayo, rosillo, overo, oscuro, etc. Cito sólo la interesante historia de uno que menciona el Gral. Paz en sus “Memorias” y Sarmiento en “Facundo”, además de otros historiadores, y es el “Moro” de Quiroga quien lo amaba, le atribuía poderes y que lo acompañó en todas sus batallas, hasta que lo perdió luego de la derrota que sufrió en La Tablada. Pasó a manos de Lamadrid, pero luego de Oncativo y otras escaramuzas, en el combate de El Tío, cae el Moro en poder de Estanislao López. Cuando Quiroga se lo reclama, don Estanislao se niega a devolvérselo y de esto surge la relación tirante que mantendrían en adelante.

Nuestro homenaje patriótico al caballo se conmemoró el 20 de septiembre, declarando Día Nacional del Caballo por la Ley 25.125 del año 1999, en recordación de la llegada de Nueva York de los caballos Gato y Mancha que habían partido de Buenos Aires en abril de 1925 y arribaron a la ciudad del norte habiendo recorrido 21.500 km de llanuras, puna, selvas y cordillera en varias oportunidades, pasando por 5.900 m de altura y por 20 naciones.

Llegaron el 20 de septiembre de 1928, dirigidos por Aimé Tschiffely, un suizo acriollado que se propuso mostrar la valía de la casta equina de nuestro país mediante el memorable viaje que duró más de tres años.

Protejamos y demos siempre buena calidad de vida al gran amigo del hombre: el caballo.