Un crimen que pudo haberse evitado

Nadie atendió los pedidos de auxilio de la familia de Roberto Leiva

  • En la semana previa al asesinato hubo amenazas, promesas de muerte, y una medida de restricción que nunca fue respetada.
Nadie atendió los pedidos de auxilio de la familia de Roberto Leiva

Yanina y María Rodríguez (hija y esposa de Leiva, respectivamente) señalan el lugar donde fue ultimado Roberto.

Foto: Danilo Chiapello

 

Danilo Chiapello

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El caso de Roberto Orlando Leiva (55) bien puede presentarse como la “crónica de una muerte anunciada”.

Para ello conviene señalar una serie de violentos sucesos que antecedieron al atroz crimen consumado la madrugada del domingo en barrio Pompeya.

Los problemas comenzaron hace un tiempo cuando Yanina Soledad Rodríguez (22), una de las hijas de Leiva, decidió dar por terminada una conflictiva relación sentimental con un hombre, con el que además tuvo una beba, hoy de 2 años.

Pero la idea del fin del vínculo amoroso nunca fue aceptada por este sujeto quien a partir de entonces inició una seguidilla de agresiones, no sólo contra la mujer sino también contra el resto de la familia.

Este individuo hostigaba a Yanina diciéndole que le robaría a su pequeña hijita. Incluso llegó a lesionarla cuando la atacó con un cuchillo.

Tal estado de cosas llevó a la mujer a realizar las denuncias pertinentes en una situación de la que luego derivó una medida de restricción (dictada el 24 de septiembre) para que el hombre no se acerque más a la casa.

Pero dicho dictamen tampoco fue respetado por el sujeto que continuó con sus acciones intimidatorias. A su vez nadie se encargó de supervisar si dicha medida estaba siendo cumplimentada.

El colmo ocurrió la noche del sábado cuando, una vez más, el malviviente llegó hasta la casa de su ex pareja (en Azcuénaga al 3500) y sembró el terror.

Los familiares de Yanina acudieron hasta la seccional 26a. (Pompeya) para pedir auxilio pero el resultado no fue el esperado.

Roberto Leiva, peón de panadería y único sostén económico de una familia numerosa, fue vilmente asesinado apenas unas horas después.

El nombrado regresaba de trabajar, a las 5 del domingo, cuando fue interceptado en la esquina de Azcuénaga y Saavedra.

Su deceso fue a consecuencia de un fuerte golpe en su cabeza que le destrozó el cráneo. También recibió varias puñaladas.

“Se nos reían...”

“Yo llamé a la policía y no hicieron nada. Lo único que me dijeron fue que ya habían hablado con él para que se calme”, dijo hoy Yanina a este diario.

“Nos tomaban el pelo y se nos reían. Antes de que lo maten a mi papá este tipo pasaba por acá, nos amenazaba y nos decía de todo. Si ellos hubiesen escuchado nuestras palabras, si nos hubiesen prestado atención, esta muerte se hubiese evitado”, sentenció.

Más adelante explicó que “les dije que él no podía estar acá. Desde el 24 de septiembre que pesa esta medida de restricción para que no se acerque a nosotros. La tuve que hacer porque él me quiso matar. Me dio dos puñaladas, y también se quería llevar a mi nena. Me tenía amenazada. Me decía que si yo lo dejaba me iba a pegar donde más me dolía. Que lo que seguía eran muertes y después se iba a llevar a mi hija. Y cumplió. Porque mató a mi papá y ahora me está buscando a mí para matarme.

En otra parte la mujer narró un dato revelador. “El está suelto. Siempre se viste de negro”.

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Roberto Leiva, peón de panadería y único sostén de una familia numerosa.

Foto: Gentileza familia Leiva

Quiero justicia

“Esa noche él salió de trabajar. Este tipo lo interceptó en la esquina de Azcuénaga y Saavedra, frente a donde compran y venden escombros. Eran tres los que lo atacaron. La policía encontró dos remeras, la campera, el pantalón y las zapatillas”, explicó María Catalina Rodríguez (44), esposa de Leiva.

“Lo que le hicieron a mi marido fue tremendo. Primero a golpes le quebraron el cráneo. Después le dieron puñaladas en la cabeza. Le cortaron la yugular, también la oreja. Lo patearon hasta destrozarle la cara. Por último le asestaron otro puntazo.

Ahora dicen que quieren testigos y no entendemos. Si la policía lo fue a buscar a la casa del padre y encontró dos remeras, la campera, el pantalón y las zapatillas. Hasta una chuza ensangrentada. Así que no sabemos qué más necesitan.

Yo ahora corro el riesgo que me mate a mí o a mi hija. Le dijimos a la policía pero siguen sin hacer nada.

“Quiero justicia y necesito llegar hasta lo último. La muerte de mi esposo no va a quedar impune. Me lo mataron peor que como se mata a un animal.

En estos momentos estamos muy mal por la falta de justicia. Queremos que se muevan para agarrar al imputado. El acusado se mueve con total libertad. Está a dos cuadras de acá y nos sigue amenazando y burlándose”, culminó.