Teresa de Jesús

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Una estampa de Santa Teresa de Jesús.

 

por María Teresa Rearte

En la comunidad fundada por Jesús en torno a su persona, la figura femenina tuvo desde el comienzo un rol considerado y digno. La historia posterior de la Iglesia deja ver la concepción de la mujer inspirada en el evangelio. Pero también se advierte el peso de los condicionamientos socio-culturales, provenientes del androcentrismo. El ministerio sacerdotal conferido sólo a los varones, es por otra parte una constante hasta nuestros días, ratificada incluso por el Papa actual, fundándose como San Juan Pablo II en que Cristo sólo ordenó varones.

Para evitar equívocos deseo aclarar que nunca estuvo en mí, y tampoco lo está ahora, y que no es el propósito de esta nota, abogar por el sacerdocio femenino. Sino destacar en el amplio y complejo espectro de las vocaciones y carismas cristianos, las concernientes femeninas, que reconocen un nítido fermento evangélico y se manifiestan de múltiples formas.

El carisma femenino en la historia del cristianismo encuentra diáfana y vigorosa expresión en la persona de Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Ella es la primera mujer en ser proclamada Doctora de la Iglesia Universal , el 27 de septiembre de 1970, por el Papa Pablo VI. Más tarde, San Juan Pablo II la ha llamado “hija singularmente amada de la Sabiduría divina”. Y nos deja gustar aún más la belleza de esta condición suya al afirmar que “Teresa de Jesús es arroyo que lleva a la fuente, es resplandor que conduce a la luz” e invita a unir nuestras voces “a su canto eterno de las misericordias divinas, para dar gracias a ese Dios que es la misma Sabiduría” (1).

Teresa de Jesús fue el instrumento divino para dar cauce a un carisma de vida contemplativa, cuyos frutos están a la vista. Que mostró el sentido y el valor del seguimiento de los consejos evangélicos para ser siervos del amor de Dios. Y cuya vida ilumina también la experiencia de fe de los seglares cristianos, al mostrarnos con su doctrina acerca de la oración y la caridad, que la vida cristiana no consiste en pensar mucho. Sino en amar mucho. Que de esto último se trata, como reza una oración suya: “... Un alma en Dios escondida,/ ¿qué tiene que desear/ sino amar y más amar,/ y en amor toda encendida/ tornarte de nuevo a amar?” (2). También como se titula una obrita que ha tenido amplia circulación entre nosotros: “Se trata de amar mucho” (3).

En nuestro tiempo, con su carga de angustia y desesperación, de pasiones descontroladas, cuando se va perdiendo el coloquio con Dios, y se desvanece la necesidad y felicidad de adorarlo e invocarlo, Teresa de Ávila traza con su vida y su doctrina espiritual el castillo interior y luminoso, cual es el alma del justo, donde Dios mora.

La conmemoración de esta santa doctora es también una instancia de necesaria reflexión, que invita a la comunidad a superar ideas, actitudes, estructuras, que consideran el ser femenino de modo reductivo. El horizonte es la comunión en la alteridad, como lo proponen aquellas escenas del evangelio que relatan las palabras y el trato de Jesús con las mujeres. Y que la santa acostumbraba meditar.

Es bueno no resignarse al presente ruinoso. Y ponerse como los místicos a la búsqueda de nuevos espacios de escucha del Espíritu. En eso, Teresa de Jesús es maestra de espirituales que, por ejemplo en el relato autobiográfico, da cuenta de cómo ha ido ordenando el alma y lo que en ella ha acontecido.

(1) San Juan Pablo II: homilía de la Misa por el IV Centenario de la Muerte de Sta. Teresa de Jesús. 01/11/1982.

(2) Sta. Teresa de Jesús: Oración de quien anhela la unión con Dios.

(3) “Teresa de Jesús: se trata de amar mucho”. Adaptación y síntesis de Juan Pedro Andre. Edic. Paulinas.