A PROPÓSITO DE AUTORES Y EDITORIALES

Notas en un pinche

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Foto: ARCHIVO

 

Mariano Pereyra Esteban (*)

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Algunas rechazan con sutileza, otras son directas y crueles, pero uno nunca deja de intentarlo. Son difíciles de seducir, generalmente son vanidosas y las mueve la obsesión por evaluar las posibilidades financieras de sus interesados. Ellas mandan, como tienen muchos para elegir se hacen rogar y no temen al error, no hay error, son ellas las que dictaminan los caminos correctos y los equivocados.

Es la necesidad de ser leído la que nos mueve a seguir soportando sus negativas. Nos alientan nuestros cuentos, nuestras novelas, que permanecen encerrados y exigiendo libertad, que nos susurran al oído, y nos amenazan con perecer en el olvido de un cajón o en el laberinto mortal de la corrección eterna.

El ansia por contar nuestras historias es una coraza para el ego. Las negativas golpean, atontan, pero nunca noquean. Así, mientras escribimos, también nos transformamos en coleccionistas de notas de rechazo y las guardamos como cartas de amor, pero de las tristes, de esas que nos recuerdan que no somos únicos, las que nos marcan romances fallidos y esperanzas truncadas casi siempre por algún tipo de eufemismo como la “incompatibilidad de caracteres”. Casi siempre nos argumentan que no es por nosotros, que es por ellas, pero nos rechazan sin más, y en ocasiones ni nos leen.

Tiempo atrás las notas de rechazo eran menos, las respuestas se hacían evidentes sólo en el caso de que nuestra propuesta fuera aceptada, sólo aquellas de muy buena voluntad utilizaban el correo postal para decir “No”. Siempre existió la posibilidad de utilizar el teléfono, pero atreverse a discar sin autorización significa una afrenta gravísima, que condena a los osados a recorrer el oscuro pasadizo que va desde el conmutador hasta el ostracismo. Un llamado inapropiado o la ruptura de cualquier norma de protocolo y buena educación significan la indiferencia eterna para el desubicado. Nadie las aborda “de prepo”, en este baile no hay galanes ni piolas, acá hay que pedir y esperar... y dejar pasar a los pocos adultos que andan dando vuelta, los mayores, los que se pueden dar el lujo de bailar con unas y dejar de lado a otras.

Desde la llegada del mail el abordaje se ha vuelto más veloz (aunque no menos complejo), pero los rechazos explícitos se han multiplicado, ya no hay demasiadas argumentaciones ni explicaciones. Nuestras expectativas ya no se desgranan en la ausencia de respuestas, ahora ni siquiera crecen, porque los raudos mails de respuesta automática las pisotean sin dejarlas florecer.

Ellas no se caracterizan por la originalidad al momento de repartir negativas, son proclives a fundamentos redundantes, no les gusta esforzarse. Sin embargo, se pueden distinguir algunos rasgos para describir a las respuestas con una sola palabra. Aquí algunas de mi querida colección:

Clichés: “Su obra no se ajusta a nuestra línea editorial”

Realistas: “No editamos ficción”

Mecánicas: “Estimado sr./sra. MARIANO tras evaluar con minuciosidad su obra decidimos no iniciar ningún proceso de edición”

Saturadas: “Nos gustó su obra, pero el plan de publicaciones ya está definido hasta el próximo año, vuelva a contactarnos en 2015”

Ajustadas: “Nos encontramos en proceso de ajuste financiero, por lo que se publicarán sólo obras muy específicas que ya hemos seleccionado”

Exitistas: “No publicamos autores noveles o anónimos. Sólo editamos consagrados”

Marketineras: “La obra es buena pero el tema no beneficia su promoción comercial”

Inmorales: “Por el momento sólo damos prioridad a la publicación de obras de autoayuda”

Orgánicas: “El comité de lectura ha recomendado considerar a su obra, pero el área editorial no ve viable su publicación debido a la evaluación de nuestros asesores comerciales, en consecuencia, se ha optado por no publicar su novela por el momento”

Piadosas: “Su novela es muy buena, siga adelante con sus intentos. No vamos a publicarlo en esta ocasión, pero vemos futuro en su obra”

Directas: “Su manuscrito no nos interesa”

No las colecciono por ser un resentido, no las tengo en un pinche para mirarlas con odio cuando el mundo me hace burlas. Las guardo porque el verlas allí, aunque sea accidentalmente, mientras lleno cuadernitos de historias raras, revela que mi labor es una necesidad, que se escribe pese a todo y contra todo, que quien escribe no puede dejar de hacerlo.

Quizá haya otros caminos menos explorados para ser un escritor publicado, algunos se desvelan por pertenecer a grupos selectos y ser invitado a todas las tertulias, otros se pegan a personas de influencia para obtener recomendaciones, y muchos recorren los medios y memorizan ponencias para recibir el aplauso del mundillo. El problema es que estos caminos requieren de las monedas para el trago, el taxi y el brindis e insumen mucho tiempo. De esta búsqueda nace el fenómeno de la gente de letras sin letras, de los escritores que no han escrito nada debido a sus numerosas ocupaciones literarias, de los que sólo se preocuparon en buscar.

No hay certezas ni legitimación posible. Publicar para ser leído: para algunos es sencillo, para otros casi imposible. Clavar las notas en el pinche y acorazar el ego, no hay muchas alternativas, y ante los fracasos supuestos y los éxitos fantasmales sólo basta un paso para seguir, sólo basta con escribir.

(*) Escritor santafesino. En 2009 ganó el Premio Juan Rulfo de Cuento por “El metro llano” (París, Francia). Ha publicado “Los Ferrodontes y otros cuentos” (Ediciones B, México). En breve se publicará su novela “Catorce Nueve” (Ed. Terracota, México).