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  • México se ha convertido en el exponente del máximo horror por el accionar de los narco asociados con la política.

Las mafias políticas y los narcos en México

En la localidad mexicana de Iguala, seis estudiantes de magisterio de una escuela rural normal fueron asesinados y alrededor de cuarenta y tres están desaparecidos con serias presunciones de que también fueron asesinados. Iguala es una ciudad de alrededor de doscientos mil habitantes ubicada en el sur del Estado de Guerrero. Es un secreto a voces que sus autoridades políticas son cómplices del narcotráfico, algo que a nadie llama demasiado la atención, ya que en los últimos años la estrategia de las bandas narcos es cooptar o controlar a los gobiernos municipales.

En el caso que nos ocupa, las víctimas son estudiantes de colegios que atesoran una larga tradición de militancia política, como los testimonian sus movilizaciones, en este caso en homenaje a los universitarios asesinados por la represión en 1968, la célebre masacre de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. En ese entonces, la orden la dio el presidente Gustavo Díaz Ordaz, y Luis Echeverría Alvarez, quien también fue presidente de México, la ejecutó, siendo ministro del Interior.

Como si el tiempo no hubiera transcurrido, las movilizaciones en Iguala cuarenta y seis años después, tuvieron como respuesta un operativo represivo salvaje que culminó con la muerte de seis estudiantes. No conformes con ello, luego llegaron las razzias con la conocida desaparición de otros cuarenta y tres.

La pregunta a hacerse en estos casos, es por qué las autoridades políticas e incluso los propios jefes narcotraficantes, tomaron una decisión de este tipo contra estudiantes que en principio no se movilizaban en contra de sus intereses y negocios, sino por objetivos relacionados con el pasado y la memoria. Para responder a este interrogante es necesario conocer cuál es la realidad y cuáles son las objetivos del delito organizado en la actualidad.

En principio, importa saber que de un tiempo a esta parte las bandas de narcotraficantes de los Estados de Guerrero, Tamaulipas y Michoacán apuntan a controlar el poder político porque están interesadas en los negocios relacionados con la extorsión, el chantaje y la “protección”.

Controlar al sistema político municipal no fue un objetivo sencillo. Si bien las autoridades políticas en México no suelen ser un ejemplo de austeridad republicana, muchos dirigentes y funcionarios se opusieron a transformarse en mandaderos de los narcotraficantes. Así se explica -por ejemplo- los trescientos atentados y ejecuciones contra dirigentes políticos realizados en la región en los últimos seis meses por parte de los sicarios de los carteles de la droga.

En este contexto, este poder mafioso le importa sembrar el miedo y desarticular todas las organizaciones orientadas a la movilización social o portadoras de ideologías consideradas peligrosas. Asimismo, la represión debe ser tan elocuente que inspire miedo y terror. Se trata de desmovilizar y de dejar en claro que la represión, además de salvaje, no está atada a escrúpulos legalistas.

Lo sucedido ha sido tan bestial que provocó la movilización de vecinos y familiares de los 43 desaparecidos desde el 26 de septiembre. “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, reclaman mientras mantienen la esperanza de encontrarlos con vida y exigen la renuncia del gobernador del Estado. El escándalo adquirió tal proporción que los funcionarios nacionales se vieron obligados a intervenir, motivo por el cual las autoridades locales debieron renunciar, aunque algunas están detenidas, pero los jefes del narcotráfico siguen libres y nada autoriza a pensar que vayan a perder el poder adquirido en la región.

Durante los últimos años la estrategia de las bandas narcos es cooptar o controlar a los gobiernos municipales.