TRIBUNA DE OPINIÓN

¿Adónde estamos?

Carlos Rodríguez Mansilla

A principio de los años '60, la revista italiana Época titulaba: “Europa: ¿en qué punto estamos?”. El artículo anunciado en tapa desarrollaba un tema entonces candente: cómo ubicarse en el tablero de ajedrez de la política internacional. Por un lado, estaba el naciente Mercado Común Europeo, sin Inglaterra; por el otro, el bloque soviético, con la Yugoslavia del Mariscal Tito siempre indócil. España y Alemania con bases militares estadounidenses. La Otan y su poderosa flota. Alemania dividida. El rompecabezas era complicado.

Ha pasado más de medio siglo y hoy la Argentina puede hacerse la misma pregunta. ¿Dónde estamos? No solamente en el continente sino también en el mundo actual.

El Papa Francisco ha dicho que estamos ante una Tercera Guerra Mundial. Los hechos lo confirman. Los EE.UU. están formando una coalición militar de cuarenta estados. En lo inminente, para destruir el Califato Islámico constituido por terroristas. Y con miras al futuro, para constituir una poderosa fuerza defensiva-ofensiva capaz de preservar a Occidente y sus aliados.

Ése ya es un bloque. En la vereda de enfrente, Rusia y Vladimir Putin buscan recomponer territorialmente la antigua Unión Soviética. Obviamente, mediante la guerra. Ucrania es la primera muestra de ello. Otra potencia mundial, China, pretende aglutinar sin competencias “su espacio geopolítico”, que obviamente es el Mar de la China, con un enorme despliegue de Fuerzas Armadas. Irán, por su parte, se siente con capacidad militar y económica para encabezar una gran ofensiva islámica contra Occidente, y cuenta con una vasta red terrorista que puede operar en gran parte del mundo. Por cierto, su primera víctima sería el pequeño Estado de Israel.

Uno de los grandes desaciertos de la política exterior argentina fue mantenerse neutral en la Segunda Guerra Mundial. Cuando los Estados Unidos entra en guerra, tras el ataque japonés a Pearl Harbour, la neutralidad argentina se hizo insostenible y contraproducente. ¿Por qué? Porque somos un país americano. Brasil, con mayor perspicacia lo advirtió y formó filas junto a los Aliados.

Por cierto, los beneficios de posguerra fueron a favorecer a Brasil: créditos blandos, inversión de capitales, equipamiento militar, apoyo al desarrollo industrial. Argentina debió salir adelante por sus propios medios. Y en 1982, ante el avance de la flota británica, cuando nuestro país quiso invocar el Tiar (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para que los países del continente se unieran ante un ataque extracontinental, por lo bajo le recordaron su pasada neutralidad. En política internacional, las acciones y los gestos no se olvidan.

Por eso se hace necesario, a partir de un cuadro de situación realista, que el país defina y trace un plan de política exterior y lo mantenga en el tiempo como “política de Estado”. Algo que siempre tuvo en claro Brasil, heredero de la diplomacia portuguesa-británica.

El cuadro de situación nos indica dos realidades: los bloques y la guerra. ¿Qué hacer ante estas realidades?

En primer lugar, ubicarse. Somos un país americano, occidental, y pertenecemos a la civilización judeo-cristiana. Está claro, entonces, cuál es nuestra pertenencia y cuál es nuestro bloque.

En segundo término, ¿cómo nos encuentra esta realidad de la guerra? Deben tenerse en cuenta algunos aspectos clave: Fuerzas Armadas; defensa del espacio aéreo, marítimo y territorial; fronteras; plan de movilización de las Reservas; renovación de equipos y armamentos militares; lucha contra el terrorismo; misiones militares en el exterior. Equivocarse en la apreciación del cuadro de situación, y en la toma de decisiones, puede acarrear serios perjuicios al país. Porque, ¿seremos neutrales en esta guerra en la que masacran cristianos, en la cual el terrorismo y grandes bloques asiáticos combaten a Occidente? ¿Buscaremos alianzas con China, Rusia e Irán?

Equivocarse, hoy, no es broma. No se trata de un tema menor, de politiquería comiteril. Quiera Dios que quienes tienen responsabilidades, en el oficialismo y en la oposición, vean la realidad de la hora actual y estén a la altura de las circunstancias.

Uno de los grandes desaciertos de la política exterior argentina fue mantenerse neutral en la Segunda Guerra Mundial.

Equivocarse en la apreciación del cuadro de situación, y en la toma de decisiones, puede acarrear serios perjuicios al país.