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“Freud con los escritores”

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Retrato de Sigmund Freud,

de Salvador Dalí. Foto: Archivo EL Litoral

 

De la redacción de El Litoral

Si bien es una verdad no reconocida por todos sus peritos, aunque sí lo fue desde el inicio por su fundador, el psicoanálisis le debe mucho a la literatura. Los primeros equivocados fueron (y siguen siendo) los cultores de esa disciplina que, con indisimulada arrogancia, se proponen instaurar una interpretación unívoca de los textos literarios. Freud, en cambio, fue más modesto y supo dejarse influenciar por numerosas obras literarias clásicas y modernas.

En Freud con los escritores, Edmundo Gómez Mango y Jean-Bertrand Pontalis centran su atención en autores que marcaron indiscutiblemente al vienés, algunos a través de la exclusiva lectura (Cervantes, Shakespeare, Goethe, Schiller, Heine, Hoffmann, Dostoievski) y algunos otros contemporáneos suyos a través de encuentros personales y una nutrida correspondencia (Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Romain Rolland, Thomas Mann).

Pontalis destaca el amor y el respeto de Freud hacia los libros de ficción: “Él mismo calificó de ‘íntimas’ las relaciones que lo unían a los libros. Cuando tuvo que exiliarse, llevó consigo a su mujer, a su hija Anna, a Paula -su fiel sirvienta-, a su médico personal, a su perro -un chow chow-, su colección de estatuillas... y una parte de su biblioteca. Los libros formaban parte de su entorno más querido. Pocos días antes de morir eligió volverse hacia un libro. Y no cualquier libro: La Peau de chagrin [La piel de zapa, de Balzac]”.

Freud no dejó de recurrir a la literatura (las palabras alemanas que usa, Dichtung y Dichter no tienen equivalente en nuestra lengua, y son traducidas como “creación literaria” y “actividad poética”). La literatura fue su consuelo, su inspiración y su principal maestra.

“Freud tuvo la valentía de incorporar al campo del saber científico la figura del Dichter, el poeta, mantenido estrictamente al margen por la Academia de su época. Convirtió al poeta en uno de los mayores interlocutores de su obra. Reconocía en la Dichtung un acceso privilegiado a la verdad psíquica”.

En Freud con los escritores se nos recuerda, por ejemplo, la relación y los encuentros de Freud y Thomas Mann, quien llegaría a escribir: “Muerte en Venecia se creó bajo la influencia directa de Freud [...]. En tanto artista, sin embargo, debo confesar que no quedé en absoluto satisfecho con las ideas freudianas; incluso me siento inquieto y empequeñecido por ellas. En efecto, el artista es atravesado por las ideas de Freud como por un haz de rayos X, cuyo efecto linda con la violación del secreto del acto creador”. Y Gómez Mango especifica que “desde un principio Mann estuvo obsesionado, y aun atormentado, por ese poder de la ilusión artística, frecuentemente experimentado como una falsificación de la vida, como un modo decadente y refinado de evitar o camuflar al verdadera vida, y ceder al oscuro deseo de aniquilación y muerte. Su aproximación a la obra freudiana quizá haya sido una oportunidad para revivificar su concepción del arte, para acercarse a lo demoníaco, a lo inconsciente y a sus tenebrosas fuerzas sin temor a extraviarse en ellos, para sentir que su trabajo de escritor también era morada del Eros y del deseo de belleza”.

Con buen tino, los autores de estos ensayos dedican algunas páginas finales al Freud escritor, en lo que atañe sea a la producción de sus numerosos libros, sea a la calidad, claridad y rigor estilístico que los caracterizan. Publicó Nueva Visión.