Espacio para el psicoanálisis

¿Qué quiere una mujer?

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“Mae West”,

de Salvador Dalí.

 

Luciano Lutereau (*)

Una mujer sabe que no le falta nada; o, mejor dicho, que su modo de relacionarse con la falta no es a través del tener. Es a través de fantasías masculinas que suele expresarse la interpretación de que a una mujer le faltaría algo; por ejemplo: dinero, sexo (como bien lo expresa el mote de “mal atendida”), o cualquier otra cosa que se resolvería con un sustituto fálico. En todo caso, según el psicoanalista Jacques Lacan, al hombre se le podría dar una suerte de consejo muy concreto: “Se trata precisamente de esto, que él se dé cuenta de que no hay nada que encontrar, porque lo que es el objeto de la búsqueda para un hombre, para el deseo macho, sólo le concierne, por así decir, a él”.

Ahora bien, si la interpretación fálica es el decurso habitual del deseo de la mujer para el hombre; que no descarta que ciertas mujeres, por ejemplo, en una práctica común de la histeria de nuestros días, asuman fantasías masculinas habituales (a través de una identificación, como la que sostiene el streaptease), aunque desconociendo que muchas veces el objeto fálico reúne a los hombres para contrabandear otros goces (como lo demuestra que en los casinos, para satisfacerse analmente con el dinero, los hombres se escuden en mujeres vistosamente fálicas) también hay fantasías propiamente femeninas que interpretan el modo de relación con el hombre.

El caso de Don Juan podría ser paradigmático al respecto, y merecería su estudio en un análisis pormenorizado de la cuestión de la seducción en psicoanálisis. Aquí podría mencionarse también la fantasía de “la enamorada de los curas” (también esclarecida por Lacan) a la que podríamos resumir en el afán de “calentar un témpano”, y que supone la expectativa de una forma de la falta en el hombre (“no puede”, “le da miedo”, “en el fondo es...”) aunque más no sea la falta de interés.

Es por esta vía que habitualmente las histéricas suelen prendarse con un partenaire perverso. O, mejor dicho, este tipo de fantasías suele determinar la especificidad perversa de diversas relaciones amorosas en las mujeres (así como la escritura de varios argumentos de novelas recientes de ese género actual y algo posmoderno llamado “Chik lit”).

Asimismo, cabría preguntarse si acaso la envidia del pene no es un concepto que, pensado como originario, resumiría una concepción del psicoanálisis desde la perspectiva del hombre. A esta posición responde Lacan con una observación que merece ser tenida en cuenta: “Si resulta que ella se interesa propiamente en la castración, es en la medida en que entra en los problemas del hombre. Es secundario. Es deutero-fálica”.

De este modo, no sería cuestión de desconocer la relación de la mujer con el falo, sino su carácter secundario. Por eso, si bien es innegable que para la mujer también hay una constitución del objeto como objeto del deseo, esto no quiere decir que este objeto entre fácilmente en la ecuación fálica. Después de todo, es algo trivialmente conocido que varias mujeres puedan comprarse un nuevo par de zapatos sin que sea uno “más”, sino otro, distinto, diverso y resistente a la colección.

El deseo en las mujeres no establece una serie (fálica); lo que sea que una mujer quiere, no se responde por la vía de un deseo marcado por la falta, sino por un goce al que cualquier nombre no hace más que mal-decirlo.

(*) Doctor en Filosofía y Magíster en Psicoanálisis por la Universidad de Buenos Aires, donde trabaja como docente e investigador. Autor de varios libros, entre ellos: “Los usos del juego”, “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante” y “La verdad del amo”.