OCIO TRABAJADO

Matemática de un texto

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Foto: ARCHIVO

 

Estanislao Giménez Corte

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I

En una entrada de agosto, se lee en el diario del autor F.: “Un texto puede ser una música, puede ser una pintura ... ¿puede ser una matemática?”. Por unos pocos meses, F. se dio a esa tarea, con ánimo lúdico: la de desentrañar ecuaciones o fórmulas posibles a esta pregunta; la de pensar textos como se piensan operaciones. Reproducimos algunas notas de la empresa, que nunca pasaron del boceto.

II

Nota 1: “El protagonista de la narración (imaginemos un adolescente desgarbado) encontraría, en un lugar desolado (imaginemos las afueras de una ciudad, de tierra yerma y desértica) una objeto extraño, con inscripciones o indicios de difícil interpretación. El desenlace del relato caería de súbito (pensemos en el caso de algunos narradores). No se demoraría en justificar o argumentar qué significan esas inscripciones (pensemos que las explicaciones conspiran contra la intención del autor). El relato (directo, llano) evitaría cualquier moraleja, cualquier pretensión de sentido o mensaje. Trataría sólo de mostrar (en una media voz, en un susurro) cómo el protagonista trabaja inútilmente en la interpretación de la pieza encontrada, durante un lapso de tiempo; cómo busca en la pieza algo que no está allí. El resultado de esa labor debería ser de una pobreza franciscana para el joven: apenas la convicción, apenas una fe (imaginemos para él la lenta comprensión de ello). El lector, posiblemente, establecería alguna identificación con el sentimiento del joven en su breve periplo de expectación y frustración (imaginemos que protagonista y lector hacen un recorrido similar: esperan algo que no sucede)”.

III

Nota 2: “Un hombre entra en una casa (aquí debería haber una descripción del ambiente). El hombre toma un café (aquí deberíamos crear el suspense, la sensación de que algo importante está por suceder). Suena un teléfono o alguien llama a la puerta (aquí deberíamos introducir la aparición o la irrupción de algún elemento anómalo, fantástico, sorprendente, inesperado, que sólo se sugiere). La pesquisa del personaje se extenderá a lo largo de toda una noche y no lo llevará a ningún descubrimiento relevante. Éste busca tozudamente algo que no está allí. Pero el hombre se sorprenderá de sus propios miedos (aquí deberíamos agregar algunos rasgos del relato psicológico). De un episodio mínimo y menor surge en él una expectativa enorme que luego es desacreditada (aquí deberíamos trabajar a la inversa de un crescendo, ralentizando el ritmo y la expectativa. Una vez más lector y protagonista hacen un camino similar).

IV

Nota 3: “Podemos pensar en asignarle un número a cada clase de palabra: artículo (1), adjetivo (2), sustantivo (3), verbo (4), adverbio (5), preposición (6), pronombre (7). De modo que la frase ‘A un hombre flaco que camina cansadamente ....’ correspondería esta secuencia: 6.1.3.2.7.4.5. F. propuso otras variables. Ésta, por ejemplo: insinuación o sugerencia (del tema) + creación de atmósfera (ambiente) - acontecimiento (acción) / brevedad, concisión = identificación de protagonista y lector (empatía). Incluyó otras, como un divertimento o pasatiempo. Sabía que se trataba de una traslación entre disciplinas que era imposible, que no había fórmula o que, si la hubiere, sería imposible de aplicar. Pero se dio el placer de pensarlo.

V

Ciertas corrientes de pensamiento se suicidaron intentando algo más o menos similar: buscar una estructura, una lógica, en textos que no fueron producto de una meditación lógica previa (ni premeditada), sino que nacieron del puro oído o antojo de un autor. Igual lo hicieron: encajaron con fórceps los resultados hallados en sus esquemas preconcebidos. Lo hicieron: pero esas explicaciones no explican mucho; la savia del texto se les escapa patéticamente como agua entre las manos. Las mecánicas de un texto no pueden asir los porqués. Al clasificarlos, categorizarlos, teorizarlos, estructurarlos -al disecarlos como a un insecto- la magia de los textos huye en estampida hacia otras latitudes: allí donde no traten de auscultarlos como a gusanos atrapados en un laboratorio, allí donde los lean a plena voz en una plaza o donde por las noches los vean como a bichitos de luz.