El incansable motor del teatro santafesino

El incansable motor del teatro santafesino

Dice que lo define la prepotencia de trabajo, y nadie lo discute. Afirma que es de lágrima fácil, y no cuesta comprobarlo. Calcula que cuando deje la redacción se va a extrañar su alegría, y es muy probable. Pero también advierte que cuando se jubile -ahora nomás, dentro de muy poco-, va a seguir siendo un tábano de la actividad teatral, y nadie lo pone en duda. Todo eso y más dice el reconocido crítico de teatro y colega Roberto Schneider, en un diálogo con Nosotros, en el que sobrevuela, como su mentor, maestro y ejemplo, la figura de Jorge Reynoso Aldao.

 

TEXTO. NANCY BALZA. FOTOS. MAURICIO GARÍN y flavio raina.

¿Cómo se entrevista a alguien tan conocido? Conocido por una sólida trayectoria construida a fuerza de estudio y esfuerzo, y también por compartir el mismo lugar de trabajo, la redacción de diario El Litoral, durante años y hasta décadas. Roberto Schneider es un tipo conocido, aquí, allá y más lejos todavía, hasta donde llegan los festivales de los que participa como crítico o como motor de nuevos proyectos. Tiene el teatro incorporado en el aprendizaje y la enseñanza, en la escritura y la lectura y lo difunde desde todos los lenguajes periodísticos: la prensa escrita, la radio y la televisión. Y por si fuera poco, plasmó buena parte de su experiencia en un libro: “Inventario del teatro independiente de Santa Fe”, que publicó el año pasado junto a Verónica Bucci.

Hoy, justo hoy, cumple 65 años. El calendario y la legislación previsional mandan jubilarse. Pero nadie lo imagina quieto. Al contrario, si él mismo piensa y cuenta que va a seguir viendo, escribiendo y enseñando sobre la actividad que lo apasiona, la misma que por estos tiempos lo tiene cosechando lo sembrado, pero no para sentarse a descansar, sino para volver a sembrar.

Entonces, no hay respuesta para el primer interrogante, pero este oficio si permite responder y poner en práctica otro: ¿cómo conocer a alguien tan entrevistado? Así, preguntando.

- ¿Con qué rol te identificás más? ¿Con el de periodista, el profesor de Letras, el actor?

- Como todo en mi vida, es un combo. Descubrí este año la docencia y me hace muy feliz, porque es una experiencia de transmisión de conocimientos, de todo lo que es la vida. Hoy cumplo 65 años y en este tiempo aprendí muchísimo. A uno siempre le queda la duda de saber si puede volcar lo aprendido de la manera en que lo aprendió. Porque han sido vivencias extraordinarias como en la vida de cualquier ser humano. Siempre sostengo que cuando entro a una sala de espectáculos, jamás entro virgen, porque tengo una mochila sobre mis espaldas cargada con esa historia de vida, con los estudios universitarios, con ver teatro desde que era chico, desde los 10 años en el estreno de la obra de un autor santafesino, Juan Carlos De Petre, que se llamaba “Las paredes manchadas” y donde mi hermano mayor, Gustavo, debutaba como actor. Se había hecho en el Círculo Israelita Macabi.

Cuando entro a una sala, lo hago con un caramelo en la boca porque quiero que lo que voy a ver sea dulce, no agrio, porque si es agrio después es difícil analizarlo. Uno conoce desde dentro el proceso de creación de una obra de teatro y no es un proceso barato. Y cuando hablo de “barato” quiero decir que es muy caro, no por lo económico sino porque quien construye teatralidad o arte en general está poniendo el cuerpo para que sea atravesado por un texto, está poniendo su corazón, sus tripas y su cabeza para que después ese lenguaje sea decodificado por el espectador. Por eso siento que cumplo el rol de legitimidad de la actividad teatral desde mis inicios, cuando hacía crítica en la FM 9, y cuando heredé el “trono” de Jorge Reynoso Aldao. Digo el trono porque cuando salió mi primera crítica después de que él se jubiló, me dijo: “el trono ha sido muy bien ocupado”. Yo tenía un miedo espantoso porque quería saber qué pensaba él y me llamó por teléfono, me dijo eso y lagrimeé. Soy de lágrima fácil y esa actitud tan generosa me modificó. Con Jorge éramos amigos, teníamos una mesa en un bar, primero junto con Pimpi Argüelles y Enrique Butti, después se fue Pimpi y se integró Chacho Canale, y más tarde Jorge se enfermó y esa costumbre se fue diluyendo en el tiempo. Eran mesas de encuentro y esa frase de Reynoso Aldao marcaba incluso una diferencia en el modo de entender la crítica teatral. Los críticos anteriores a mi generación tenían un poco ese aire papal de decir: “yo dictamino qué está bien y qué está mal”. Yo siento que, como bien dice Roland Barthes, la idea es crear mi propio código poético al analizar una obra de teatro. Nunca me pondría en el rol de decir: “no vayas a ver esta obra”, sí de orientar al lector que es el cliente del diario El Litoral porque es el que compra el diario y confía en la palabra de quienes hacen el diario.

- ¿Es fácil ser crítico de teatro en una ciudad como Santa Fe que, a pesar de que está creciendo en propuestas, sigue siendo una ciudad chica?

- Me duele ser el único porque en realidad no tengo otra referencia, no tengo una palabra que esté en desacuerdo conmigo. El disenso nos hace crecer. Han aparecido algunos blogs de gente muy joven que ha colaborado con el diario. Siento que abrí puertas: hay que entender que la savia nueva es necesaria en el mundo del teatro para quienes lo hacen y para quienes, como en mi caso, analizamos ese hecho creativo. No es fácil desde ese punto de vista, es apasionante desde otro lado porque conozco la actividad desde adentro. Siempre sostengo que no cierro el círculo de la creación artística; lo cierra siempre, absolutamente, el público. La crítica teatral forma parte del proceso de creación.

- Sos profesor de Letras.

- Soy docente en Letras, egresado de la Universidad Nacional del Litoral.

- Sin embargo, recién desde este año estás ejerciendo la docencia.

- Tuve una experiencia en el Instituto Superior Nº 12 hace muchos años y, por cuestiones laborales, no la pude continuar. Ahora, en la Escuela Provincial de Teatro estoy a cargo de un seminario de investigación teatral y decidí trabajar, como proyecto de investigación, la crítica. Por los resultados estoy fascinado porque me parece que el modo de encarar la cátedra ha sido creativo. Es una experiencia que me hace muy feliz porque creo que puedo transmitir lo que conozco y lo que conozco es eso. Cuando uno habla de uno mismo, está hablando bien si uno es inteligente y tiene el espejo adelante.

- Y si tenés de qué hablar, porque cuando hay una trayectoria que sostiene lo que estás diciendo, sumaste s experiencia y viste teatro, podés hablar de teatro.

- En la cotidianeidad hacemos un suplemento que se llama Escenarios y Sociedad donde no solo hay espacio para el teatro. Y en La Cuarta Pared (por la señal de cable C&D) me preocupa que todos los que construyen la identidad cultural de la ciudad tengan otro canal de expresión. Después viene el análisis específico del cine, el teatro, las artes plásticas, la televisión, la música. La Dirección del diario siempre ha apoyado esta idea de difundir a quienes hacen la cultura de la ciudad, y hablo de la década del ‘30 o ‘40 cuando en el suplemento cultural de El Litoral escribían, por ejemplo, Jorge Luis Borges, Leopoldo Chizzini Melo y José Luis Vittori, tal vez uno de los mejores ensayistas de Santa Fe. Y también se difundían las obras de pintores como Supisiche, Gambarti, Richard Pautasso. Es una historia muy rica la de este diario. Esto de legitimar una historia con nuestro trabajo me llena de orgullo, pero me gustaría tener en la vereda de enfrente otra palabra. Tuve la enorme dicha de haber hecho el año pasado un libro con Verónica Bucci donde se retrataban nada menos que 40 años de actividad teatral santafesina, un proceso que debe seguir; la idea es hacer otro el próximo año. Ese libro era una manifestación certera de esta idea que vengo manteniendo desde hace años que es la historia del teatro de Santa Fe. Que se sigue escribiendo, por suerte.

- Estás en todos los medios: la prensa escrita, la radio y la televisión.

- Que no me tengan bronca mis colegas (risas). Me llaman en algunos programas para colaborar, para hacer un micro de 5 minutos y se transforman en media hora. Me define la prepotencia del trabajo, me gusta mucho trabajar. Charlaba con Gustavo Vittori (integrante del consejo directivo de El Litoral) hace algunas semanas y le decía que me voy con la idea concreta del deber cumplido, que se siente cuando entregás la pasión y las ganas de seguir haciendo cosas. Llegué a un acuerdo con la redacción para seguir haciendo crítica teatral, pero me voy a quedar en casa a tomar unos mates a la mañana.

- ¿Le vas a dejar el “trono” a alguien más?

- Compartiré el trono, siguiendo esa metáfora precisa de Jorge Reynoso Aldao quien fue, además, mi maestro en el periodismo. Me llena de orgullo porque era un hombre muy inteligente, muy lector, que vinculaba todo ese conocimiento con la gente de la ciudad. Eso es lo más importante de mi trabajo; hago particular hincapié en retratar con mi trabajo crítico, primero, a aquellos hacedores de la ciudad. Después, si vienen compañías de Buenos Aires, también, porque hay que entender que esto es una empresa. Me queda el orgullo de haberle dado a la actividad teatral de Santa Fe el lugar que por propia definición se merece. Santa Fe se destaca en el panorama de las artes escénicas del país porque tiene mucha dramaturgia propia. Y eso es fantástico, no es fácil de conseguir, dejando de lado otras ciudades como Buenos Aires.

- Y la actividad está en crecimiento en cuanto a salas, a compañías...

- Por suerte se siguen abriendo espacios alternativos. No me gusta usar la expresión “teatro independiente”. Existe, por suerte, la Ley Nacional de Teatro y el teatro está subsidiado a partir de concursos legitimados. Hay dos o tres proyectos para crear la Comedia Provincial de Teatro. Creo que toda actividad artística se merece una discusión permanente. Sobre la base de la discusión aparece el disenso y sólo el disenso nos hace crecer. Nos podemos maravillar cuando pensamos distinto de otro.

- Esta figura de Reynoso Aldao me remitía a la figura del mentor que también estaba presente en el trabajo periodístico. ¿Sigue existiendo?

- Sería una guía, un modelo a seguir, un modo de entender lo que es el trabajo periodístico. Soy periodista y docente, pero si me preguntás, te digo que soy crítico teatral. Figuro en los papeles como periodista pero me define la pasión por el hecho teatral. Soy un periodista que construye un suplemento con un grupo de trabajo. ¿Soy un crítico de teatro que se jubila? No se si me jubilo del todo porque voy a seguir siendo un tábano de la actividad teatrista. No se si hay guías, debería haberlos porque en la formación del periodista es necesario que alguien te vaya moldeando. Entré al diario a los 33 años y tenía un miedo atroz; rendí un examen como corrector y no había nadie que te dijera por dónde ir. Hice un camino sólido en la corrección y apareció la figura de Jorge. Me parece que es interesante la figura de alguien como referente, como modelo a seguir, alguien que no te va a poner trampas en la enseñanza. Jorge nos abrió las puertas y yo lo “torturaba” porque quería pasar a escribir, como lo torturé a Gustavo Vittori para entrar como corrector al diario, Le decía: “El Litoral se está prohibiendo al mejor corrector de su historia”. Lo convencí, me hicieron una prueba a la tarde y al día siguiente me llamaron para trabajar. Después dije: “quiero escribir”. Reynoso Aldao me pidió que haga tres editoriales: uno de política internacional, uno nacional y uno local”. Esa noche no dormí, pero los hice y se publicaron. A las 24 horas pasé a la redacción, haciendo las notas previas a los estrenos. Las críticas seguían siendo de Reynoso Aldao. Cuando se jubiló, pasó esta historia del trono.

- ¿Cuántos años estuviste en el diario?

- Entré el 19 de septiembre de 1979. Pasaron ya 35 años.

- ¿Qué personas son las que te marcaron en la vida?

- En los estudios universitarios Ricardo Ahumada y también, por conocimientos científicos, Elsa Ghío, porque fue una mujer de mucho prestigio intelectual.

- ¿Y en la vida?

- Mi madre, sin dudas. Mi madre murió muy joven, a los 52 años. Fue una mujer que se quedó sola con 5 hijos y tuvo que salir a trabajar. Pero en una mesa como ésta (donde transcurre la entrevista) todas las mañanas, mientras lavaba, cocinaba y planchaba para sus hijos, pasaba alrededor y miraba las tareas que cada uno hacía. Eran otras épocas y ella fue un ejemplo a seguir en conducta. Era una socialista muy definida y nos marcó a fuego. ¿Sabés qué nos marcó? Ella siempre decía: “uno es un buen ser humano cuando es un buen vecino. Cuando el vecino de al lado se siente orgulloso de tenerte a vos de vecino, uno siempre va a ser buena persona”. Es una idea que se ha perdido porque se ha perdido el concepto de barrio. Habrá que elegir otro modelo, pero creo que uno es buena persona cuando tiene en cuenta estas premisas.

Hoy cumplo 65 años y en este tiempo aprendí muchísimo. A uno siempre le queda la duda de saber si puede volcar lo aprendido de la manera en que lo aprendió.

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Roberto Schneider con el libro que presentó el año pasado junto a Verónica Bucci, “una mujer brillante”, asegura.

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En una de las ediciones de los Premios Máscara, que motoriza desde el año 1992.

Creo que toda actividad artística se merece una discusión permanente. Sobre la base de la discusión aparece el disenso y sólo el disenso nos hace crecer.