Violencia contra las mujeres: la respuesta es urgente

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En nuestro país, cada 30 horas un hombre mata a una mujer. Aunque el tema de la violencia contra las mujeres va ganando espacio público, las acciones del estado para frenar este flagelo resultan insuficientes. Muchas mujeres viven con la violencia en sus hogares, y no encuentran la contención y el acompañamiento que necesitan. en ocasiones son las organizaciones intermedias las que a través del voluntariado dan la asistencia que el estado no provee.

TEXTOS. JOSEFINA GÓMEZ. ([email protected]). ilustación. Lucas cejas. FOTOs. archivo.

La violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos y un obstáculo para su progreso en todos los ámbitos de la vida. Afecta a la mujer en su salud, en sus expectativas hacia el futuro, en su trabajo y en su capacidad de socializar y de vivir sanamente. A casi 5 años de la sanción de la ley nacional, algunas soluciones tienen un camino y pocas se han transformado en realidad.

En diciembre de 1999 se instauró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Cada año la fecha obliga a reflexionar sobre los avances que hubo en la materia o por lo menos fuerza la descripción de un estado de situación que, con la revisión de los diagnósticos anteriores, vaya conformando una mirada histórica sobre una problemática que aún no ha encontrado solución y que lejos está de hallar salida a su urgencia.

En nuestro país hubo avances significativos, como la sanción de la Ley de Protección Integral a las Mujeres que son víctimas de violencia. En abril de 2009 se sancionó esta norma y desde entonces aguardan solución las duras realidades que muchas mujeres del país viven y sufren. La vida de las mujeres transcurre entonces en una lucha constante por su derecho a vivir sin ser violentadas por los hombres y no sólo en el ámbito doméstico.

Según los datos recopilados por el observatorio de femicidios en Argentina de la ONG La Casa del Encuentro, durante 2013 en la provincia de Buenos Aires ocurrieron 89 femicidios, le sigue Córdoba con 31 y en tercer lugar se ubica la provincia de Santa Fe, con 28.

DESAMPARO Y FALTA DE RESPUESTAS

En la provincia de Santa Fe se ha avanzado, hacia el final de este año, en la conformación del Consejo Consultivo que establece la ley nacional en su artículo 9º, y que integran cinco organizaciones no gubernamentales, dos universidades y diez gobiernos locales. En nuestra ciudad, son varias las organizaciones de mujeres que conforman este órgano que diseñará las políticas públicas en relación a la temática.

María Claudia Albornoz es integrante del Foro de Santa Fe Contra la Trata. Es una militante de trayectoria y con vasta experiencia en el trabajo barrial. Lleva años vinculada con el feminismo, la lucha por los derechos de las mujeres que son víctimas de violencia y la acción directa para acompañar a mujeres que son víctimas de la trata de personas. Realizó un balance sobre la situación actual en la ciudad de Santa Fe y, aunque reconoce que hay cierto progreso en la cuestión relacionada con la discusión sobre la violencia contra las mujeres, hace hincapié en que faltan herramientas concretas para enfrentar el tema.

“La mujer no sabe adónde ir; va al centro de salud y le cuenta a la enfermera, después tiene que hacer un camino que muchas veces no es receptado por los organismos encargados del tema. Por ejemplo, no hay un acompañamiento jurídico gratuito de la víctima, no hay un abogado o una abogada que la acompañe y la ayude porque entender los recovecos de la justicia es muy complicado”, refiere.

Cierto es que el problema de la violencia contra las mujeres tiene una raíz profundamente enquistada en todos los ámbitos que conforman la sociedad. Es así como desde la familia, la escuela, las religiones, los ámbitos laborales, de salud y la vía pública, las mujeres sufren hechos de discriminación, violencia y agresiones con mayor o menor carga pero todas con una misma matriz: su condición de mujeres.

Es obligación del Estado, siempre lo ha sido, proteger la vida de los ciudadanos. Pero desde ese ámbito, la mirada hacia la militancia de las mujeres que llevan años exigiendo que sus derechos sean reconocidos y cuenten con un amparo especial ha sido menospreciada. “Hoy, el Movimiento de Mujeres no puede tener una reunión con el gobernador. ¿Por qué el gobernador no puede escuchar al movimiento de mujeres de la capital de la provincia? ¿Cómo es posible que si atiende a tanta gente no pueda dedicarnos un espacio en su agenda a nosotras?”, señala María Claudia.

En junio pasado presentaron desde la entidad una nota al gobernador de la provincia a fin de mantener con él una reunión privada para ponerlo al tanto de la situación con que conviven a diario en su labor social, vinculada a la contención y acompañamiento de mujeres que son víctimas de violencia y de trata de personas. Aún aguardan una fecha para el encuentro y mientras tanto avanzan en el trabajo con el Estado y con otras organizaciones para proseguir en su lucha.

UN AVANCE ALENTADOR

A principios de noviembre, el gobierno provincial dio un paso valioso en el cumplimiento de la ley que protege a las mujeres que son víctimas de violencia y es la convocatoria para la conformación del Consejo Consultivo que debería terminar de integrarse antes de fin de año.

“Me parece muy importante que las organizaciones estemos sentadas en este ámbito porque podríamos servir de contralor de lo que los gobiernos dicen que hacen como para que el relato oficial esté acorde a la realidad y, en caso de no ser así, ejercer nuestra acción. Pero también es importante que este consejo tenga peso”, señala.

El valor agregado que las organizaciones sociales pueden dar a un ámbito que abordará el tema desde una mirada política reside en que pisan los barrios y conocen la realidad con la que viven las mujeres que son víctimas de situaciones violentas.

Pero también es cierto que la violencia, aunque es mayor en los sectores más desprotegidos de la sociedad, ocurre en todos los ámbitos. “Los sectores más pobres son los más duros”, asegura: “allí, en ocasiones la situación de violencia ni se cuestiona y existe un fenómeno que es impresionante y es que el hombre anida y se va; tiene hijos con una mujer y no se hace responsable; tiene hijos con otra mujer, se va y tampoco se hacer cargo. Por eso es que si vas a la zona oeste de la ciudad vas a encontrar, en la mayoría, hogares monoparentales donde las mujeres son las jefas de hogar”.

Sobre los cambios urgentes que se precisan para atender las situaciones que sufren las mujeres víctimas del maltrato machista, María Claudia señala que “los gobiernos nos dicen que es un problema cultural. Y es así, es un problema cultural -que es a nivel mundial-, pero nosotras necesitamos acciones en el medio que las protejan, y para eso la ley y las herramientas que hay que implementar”.

“Entendemos que el gobierno provincial asume que hay una cuestión cultural que modificar, pero exigimos que asuman la responsabilidad de trabajar en ese intermedio. No podemos ir a un barrio pobre donde hay una mujer que está viviendo una situación de violencia, y que la vulnerabilidad sea tan extrema que no tengamos un espacio para albergarla que reúna además los requerimientos que su caso particular tiene”.

La situación de desprotección de muchas mujeres en la ciudad -que es calco exacto de lo que ocurre en el resto del país y en el mundo- se ve claramente cuando una mujer golpeada que no tiene recursos no encuentra la asistencia legal gratuita que requiere, el acompañamiento terapéutico, un lugar donde sentirse segura. “El círculo se cierra en que la mujer se va de esta casa a lo de su mamá, que vive a la vuelta, o arriba, o adelante o atrás, y el violento está ahí. O incluso va y hace esta denuncia y cuando vuelve a la casa encuentra al violento con quien tiene que convivir porque no hay herramientas de acción rápida para rehabilitarlo y para proteger a la mujer y a los hijos”, afirma.

“Por eso la otra transformación que es necesaria y urgente tiene que ver con la justicia. Porque a la mujer hay que llevarla a una casa de amparo, a un refugio, y el violento sigue estando en la casa y a veces hasta con los chicos que también son víctimas de su maltrato”.

CUESTIONES PENDIENTES

Todavía aguardan su implementación algunas herramientas que podrían resolver la urgencia como la existencia de un número de denuncia o un refugio donde alojar de inmediato a la mujer que es atacada.

Pero la falta de acciones en esta materia tiene un trasfondo que para Albornoz es político. “Hay unas agendas tremendas, con datos para saber a donde recurrir, pero las oficinas funcionan con horario de atención y sábado y domingo no te atienden”, asegura desde su experiencia en contener a mujeres que no encontraron respuestas desde lo gubernamental.

“Hoy se simplificó -y es bueno decirlo- con el Ministerio de la Acusación y fiscales que toman estas denuncias pero funcionan en un horario. Luego queda una guardia y la mujer tiene que hacer una denuncia. Y la Comisaría de la Mujer toma mucho el tema de abuso sexual y violaciones, pero no toma casos de violencia de género. Decimos esto desde el acompañamiento de la mujer en la realidad. No hay un protocolo claro que diga cómo tienen que actuar los agentes de salud y, si lo hay, tampoco resulta efectivo”, afirma.

Para Albornoz el tema está en agenda “gracias a la organizaciones de mujeres, gracias a los medios que empiezan a modificar la forma de comunicarlo. La palabra femicidio ya es de uso corriente. Hoy, aquel que dice ‘crimen pasional’ está desmarcado y antes era al revés: el desmarcado era quien decía femicidio. Esto colabora a poner en agenda la situación de violencia. Tampoco se puede ocultar porque son tantos los casos que como sociedad nos tenemos que empezar a acercar. Por eso no es casual que una ley nacional contemple la violencia contra la mujer. Porque hay un grupo en la sociedad que está sufriendo determinada violencia específica.

En la realidad ocurre que un hombre tiene una medida de restricción y no le importa nada, la viola sin ningún problema. Porque desde los ámbitos oficiales donde deben ponerse en marcha soluciones, la situación de peligro de una mujer siempre está minimizada, siempre hay problemas más importantes. Este tema no es considerado como un problema de inseguridad y si lo analizás desde esa perspectiva, el lugar más seguro o el que debería ser el más seguro termina siendo el más inseguro”.

EL DILEMA DE LOS ROLES

Históricamente a la mujer se la ha confinado al ámbito doméstico, mientras que se entiende que el hombre es quien garantiza el sustento. Con el correr de los años y gracias a la lucha de mujeres y hombres comprometidos con los cambios que se necesitan- estos dogmas que nadie cuestionaba se han modificado.

En lo cotidiano, aún persisten expresiones que las mujeres asumimos como chistes graciosos, que en algunos casos replicamos y contienen un hondo trasfondo machista y violento. El cambio cultural apela a un estado de cosas que lleva muchos años así y que llevará otros tantos subvertir.

“Es un sistema de valores, cultural, que se reproduce en las familias donde se naturalizan roles. Nadie se pone a pensar por qué la mujer es la que tiene que atender las cosas del hogar, a los enfermos, y por qué el hombre tiene un rol más activo. Incluso en situaciones de violencia, por qué el hombre es el violento y la mujer no; porque subyace la cuestión cultural que está dentro de las mismas familias. Quedamos atrapados en este modelo cultural tanto varones como mujeres y tenemos que responder a los mandatos, como el de la mujer a ser madre: ¿Qué pasaría en un país si las mujeres dejáramos de parir? En este cambio que hay que producir tenemos muchísima responsabilidad: ¿Por qué hacemos varones y mujeres?, porque también nosotras transmitimos estos roles y sostenemos esta situación. Y estos modelos culturales son construidos desde la familia, desde la escuela, desde la iglesia, desde lo jurídico, porque conviene que sea así”.

Pero también es cierto que los varones también están forzados a este mandato y en ocasiones sufren esa opresión que se manifiesta en patologías concretas. “Tenemos que empezar a problematizar el tema de lo violento del mandato porque con este sistema de valores perdemos tanto varones como mujeres”.

LA URGENCIA ES HOY

Desde los distintos ámbitos en que se abordan los hechos que tienen a las mujeres como víctimas de violencia se coincide en un pedido que es el que quieren transmitir al gobierno provincial: la falta de refugios y un teléfono propio de denuncia que ponga en acción a un equipo de contención y acompañamiento de la mujer y su familia.

“Estamos hablando de un refugio que hace tres años está en construcción y que tampoco será suficiente cuando esté terminado. No podemos estar anunciando durante tres años una casa de amparo en la ciudad de Santa Fe y luego ver cómo esa casa no avanza. En esto se traduce también la política pública que no contempla la necesidad de mujeres que somos votantes. Si lo ponemos en estos términos, nos podemos preguntar qué pasaría si las mujeres empezáramos a votar a aquellos políticos que contemplan nuestros derechos. Hay quienes dicen una cosa y después pasa otra porque nosotras somos una masa votante importante. Entonces, me parece que tenemos que exigir porque si vos vas a una casa de amparo que hace tres años tiene un presupuesto de un millón de pesos anuales y no pasa nada; sobra decir que es necesaria la acción”, advierte Albornoz.

La existencia de políticas públicas y la inversión de los gobiernos y municipios en herramientas que resuelvan la desprotección de sectores relegados despierta expectativas y genera la demanda de que estas cuestiones pendientes encuentren solución para proseguir en el desarrollo de nuevas metas que acompañen el proceso para encontrar una salida. Los temas que históricamente han sido negados por la sociedad, difícilmente encuentren solución inmediata porque requieren del cambio de una matriz constitutiva que lleva mucho tiempo modificar. Es por ello que surgen organizaciones intermedias que sirven de emparche a situaciones que no son abordadas en lo urgente. Muchas de ellas encuentran caminos vírgenes en la acción, deben atravesar escollos de todo tipo y encuentran resistencia hasta en las mismas víctimas que, acostumbradas al desamparo, desconfían.

“Existe en algunos ámbitos el habito de desacreditar la palabra de la mujer así como la palabra de las víctimas es permanentemente desacreditada. Son locas, putas, rápidas, todos adjetivos que les ponen hasta las personas que las reciben en las instituciones. ‘Fue porque le gusta, porque quiso’. También se desacredita la palabra de la militancia de la mujer: siempre somos las gritonas, las locas” evalúa Albornoz y finalmente señala: “si hubiera una intención política lo podrían hacer, no es tan difícil ni tan complicado, pero esto no ocurre porque si tenés un número de denuncia tenés estadística y la estadística te obliga a asumir lo que significa este tema y tenés que generar otras políticas que implican más presupuesto”.

En la misma sintonía, Claudia García Moreno, especialista en violencia de género de la OMS, aseguró que aunque desde hace 35 años que estudia el tema, los datos oficiales son escasos y, en ocasiones, inexistentes. Sostuvo que “es mejor no tener datos a tener malos datos, porque faltan indicadores confiables, rigurosos, que permitan conocer y comparar las situaciones dentro de los países”.

Hacen falta decisiones, que implican radicales cambios en la forma de vivir de la sociedad. Decisiones que obligan a disponer de un dinero específico para atender un tema que no tiene buena prensa. Decisiones que apelan a enfrentar una realidad que todos de algún modo vivimos de cerca y que resolvemos como podemos. Decisiones que exigen urgencias: una casa, un teléfono, profesionales especializados, contención a víctimas que no tienen a dónde recurrir y que además conviven con un estigma. Decisiones que pueden cambiar vidas, que pueden salvar vidas. Nada más y nada menos.

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maría claudia albornoz es miembro integrante del foro de santa fe contra la trata.

“La situación de peligro de una mujer siempre está minimizada, siempre hay problemas más importantes. Este tema no es considerado como un problema de inseguridad y si lo analizás desde esa perspectiva, el lugar más seguro o el que debería ser el más seguro termina siendo el más inseguro”.

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UNA PERSPECTIVA MUNDIAL

Según un informe elaborado por la Organización de las Naciones Unidas, una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de violencia física o sexual y en la mayoría de los casos su verdugo es su compañero sentimental.

Cerca de 120 millones de niñas en el mundo han sido violadas o abusadas sexualmente y 133 millones -que residen en 29 países- han sufrido la mutilación de sus genitales.

Más de 700 millones se casaron siendo niñas. Casi el total de las víctimas de le explotación sexual forzada son mujeres y niñas. La cifra asciende a 4,5 millones de mujeres obligadas a ejercer la prostitución.

Según las conclusiones a que llegaron en un reciente encuentro en el que se debatió el tema en Beijing, la violencia es uno de los principales mecanismos sociales que niegan la igualdad a las mujeres.

Lo positivo es que otra de las conclusiones surgida en este mismo ámbito, indica que dos terceras partes de los países han instaurado leyes concretas para poner fin a la violencia doméstica.

Aún así, voceros de la Cepal señalaron recientemente que “la falta de información sobre violencia y de datos desagregados por sexos es un obstáculo para enfrentar debidamente la magnitud del problema”.

“En lo cotidiano, aún persisten expresiones que las mujeres asumimos como chistes graciosos, que en algunos casos replicamos y contienen un hondo trasfondo machista y violento. El cambio cultural apela a un estado de cosas que lleva muchos años así y que llevará otros tantos subvertir”.

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“Existe en algunos ámbitos el habito de desacreditar la palabra de la mujer, así como la palabra de las víctimas es permanentemente desacreditada. Son locas, putas, rápidas, todos adjetivos que les ponen hasta las personas que las reciben en las instituciones”.