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“Pantallas de plata”

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Bette Davis, una de las actrices que merece la atención de Carlos Fuentes en su libro sobre el cine. Foto: Archivo El Litoral

 

De la redacción de El Litoral

El escritor mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) tuvo una estrecha relación con el cine, sea como espectador o como guionista, jurado en festivales de cine o interlocutor de directores y actores. Los distintos textos inéditos que se publican ahora bajo el título de Pantallas de plata se ocupan de recuerdo, actores, directores y géneros cinematográficos (las comedias, los musicales, los policiales).

Las reinas de Hollywood ocupan en gran parte del libro el interés de Fuentes. De Bette Davis repasa sus roles en la pantalla y en la vida a través de sus parlamentos referidos al “beso”: “Quisiera besarte pero acabo de lavarme el pelo” (Cabin in the cotton, 1932); “Después de que me besas, siempre me limpio la boca” y “Sin mí no eres nada, eres menos que nada... cada vez que me besabas, me tentaba de risa” (ambos, de Of human bondage). Al parecer, ese pelo “recién lavado” de la Davis era la cabellera de la Gorgona: “Testa monstruosa del poder, la majestad y la inconstancia: rostros horrendos, ojos asesinos, serpientes en la cabeza”. Al parecer, “Bette Davis sólo pudo amar lo que ella misma era, una personalidad del cine. Fuera del cine estaba ciega. El brillo gigante de la pantalla la cegó. Hombres mediocres, arribistas, pillos en la vida real”. El director William Wyler (aunque carecía de todo atractivo físico -lo llamaban “el Golem”-) fue el gran amor de la Davis, a pesar de que los pleitos no tenían fin cada vez que filmaban juntos.

Barbara Stanwyck, Joan Crawford y las europeas Greta Garbo y Marlene Dietrich ocupan también primeros planos en estas Pantallas de plata. Entre los actores: John Gilbert, Clark Gable, James Cagney, Edward G. Robinson, Cary Grant y James Stewart. Y los directores que recurren en estas páginas son King Vidor, William Wellman, Rouben Mamoulian y Ernst Lubitsch.

El cine mexicano ocupa un capítulo especial, con una especial mención desde luego a las películas de Emilio “El Indio” Fernández, asistido por la cámara y la fotografía de Gabriel Figueroa. “Pero son los actores lo mejor de todas estas películas... Pedro Armendáriz puede ser indio en Xochimilco, oficial de la Revolución en mil películas, cacique loco, astro del jai-alai, carnicero y, en sus películas extranjeras, César Borgia, Francisco I de Francia, vaquero del Far West, jefe de la policía de Estambul, cruel criminal cubano, etc. Tal era su fama que en Roma, en 1951, al saber que yo era mexicano, los italianos gritaban: ¡Armendáriz!”.

De Dolores del Río cuenta que su acento latino era muy notable y que el productor de Ave del paraíso, David O. Selznick, le exigió al director, King Vidor: “No me importa qué historia utilices, pero al final, Del Río debe ser arrojada al interior de un volcán”

Y siempre en el contexto del cine mexicano: “Exiliada del cine argentino, donde era la estrella absoluta, por su pleito con Eva Duarte en La cabalgata del circo (1945), doña Libertad llegó llorando a México y ya nunca paró de diluviar, de Soledad (1947) a El hijo pródigo (1969), pasando por obras tan memorables como El pecado de una madre (1960). En todas ellas, Lamarque reconoce lujos, se sacrifica por otros, lleva a las familias por la senda del bien, pierde la memoria, la recupera sin saber cuál de ‘las muchachas’ es la suya, pues era más feliz de soltera, aunque hasta respirando sufra, y sufra regresión infantil, chantaje, insultos, cuida huérfanos, es madre y ropavejera de día. ¿Qué más?”. Publicó Alfaguara.