al margen de la crónica

Los no nacidos

Más de 900 tumbas sin nombre dan cobijo a los restos de casi 45.000 fetos y embriones abortados en un cementerio construido por un grupo de voluntarios católicos en las afueras de la ciudad de Hue, en el centro de Vietnam.

En ninguna de las 943 tumbas figura ningún nombre, tan solo aparece en cada crucifijo de piedra la fecha en la que fueron enterrados, ya que el momento preciso del aborto casi nunca se conoce.

“Dentro de cada tumba yacen más de 30 niños desconocidos porque no tenemos espacio. Al terminar agosto teníamos 44.509 fetos registrados. Los recogemos casi todos de los hospitales y las clínicas privadas donde las chicas abortan”, relata Nguyen Thi Ai, una de las responsables del lugar.

Los restos de los fetos se guardan en una cajita de porcelana antes de ser enterrados por un equipo de voluntarios que también se encarga de pintar las pequeñas tumbas cada cierto tiempo y de evitar que la frondosa vegetación de los alrededores invada el lugar.

Si bien muchas mujeres ni siquiera llegan a saber que los fetos terminan enterrados en un cementerio, unas 30 madres acuden allí a rezar varias veces al año por los hijos que no llegaron a tener.

“En su mayoría son mujeres budistas que siguen el calendario lunar para hacer sus oraciones. Aunque sea un cementerio católico puede ir a rezar gente de todas las religiones”, asegura la voluntaria, consciente de que solo el 7 por ciento de la población vietnamita es católica.

Los abortos selectivos por preferencia del varón siguen produciéndose en el país indochino, pero Nguyen Thi Ai asegura que se producen menos casos que en el pasado, ya que en teoría la ley prohíbe a los médicos revelar el sexo del feto.

Vietnam tiene la mayor tasa de abortos de Asia y una de las más altas del mundo: el 40 por ciento de los embarazos totales son interrumpidos cada año, según datos difundidos en una Conferencia de Ginecología en Hanoi.