editorial

  • La importancia de fortalecer a los gobiernos locales y la participación de la comunidad en la toma de decisiones son claves en la gestión de riesgos.

Municipios fuertes, ciudades resilientes

La resiliencia, definida como la capacidad de superar una situación adversa o límite, y salir fortalecido de esa experiencia, aparece desde hace algunos años como tema central en la gestión de varios municipios latinoamericanos y del mundo. Es también uno de los conceptos que estuvo presente en el Congreso Mundial de Derecho, Política y Gestión de Riesgos de Desastres que reunió en nuestra ciudad a juristas, académicos, científicos y autoridades de gobierno para aportar, entre otros puntos, a las agendas internacionales en torno a la reducción y gestión de los riesgos de desastres, y a la elaboración de recomendaciones y propuestas con vistas a próximos foros en esta materia.

Santa Fe tiene mucho para sumar: la capital santafesina obtuvo el reconocimiento de Naciones Unidas como ciudad modelo en la campaña Ciudades Resilientes y recibió en 2011 el premio Sasakawa por haber realizado esfuerzos significativos en la reducción del riesgo de desastres. Tal reconocimiento la coloca en un lugar de alto perfil, tanto en materia de participación a través de las experiencias ya desarrolladas, como de acciones concretas “puertas adentro” de la gestión urbana.

La catástrofe de 2003 dejó al descubierto la ausencia no sólo de obras para evitar el desborde del Salado sobre la ciudad, sino también de planes para hacer frente a ese fenómeno y para acompañar rápidamente a los damnificados. Cuatro años después, en este caso por lluvias, la ausencia de un proyecto que permita minimizar el daño y restablecer la normalidad luego de una lluvia inusual volvió a ser evidente; miles de familias debieron abandonar sus hogares, nuevamente ganados por el agua.

Desde entonces cambiaron planes y gobiernos, se incorporaron al uso común términos que resultaban ajenos más allá del ámbito técnico y científico, y se decidió trabajar a conciencia en la prevención y la concientización.

La importancia de fortalecer a los gobiernos locales, los más cercanos a la comunidad en el momento en que se produce una catástrofe, y la participación de esa misma comunidad en el conocimiento de los riesgos a los que está expuesta por habitar determinado territorio, son ahora conceptos plenamente incorporados a la gestión pública y a los medios de comunicación. El derecho a la información, otro de los aspectos abordados en el mencionado Congreso Mundial, resulta a esta altura un aspecto vital para el correcto manejo de cualquier plan de contingencia.

Es que nuestra región no escapa a un fenómeno que viene creciendo de manera sostenida y acelerada en los últimos años, como es el crecimiento de las ciudades, todo un desafío para la gestión de los recursos naturales. En Santa Fe, con una geografía típica de llanura, el río es a la vez una fuente de ingresos económicos y un referente turístico fundamental, pero también una amenaza. Hacia el conocimiento de esta situación, la planificación de las obras que resulten un verdadero alivio ante el comportamiento natural de los cursos de agua y el ordenamiento territorial para evitar la ocupación de zonas inundables parecen orientarse los principales esfuerzos de las actuales gestiones, con la convicción de que la reducción del riesgo no puede ser vista como un gasto sino como una inversión. Todo lo que se haga para tener una ciudad bien preparada, una comunidad informada y un gobierno comprometido tanto en acciones de largo aliento como en tareas cotidianas suma para hacer real ese concepto inicial, el de resiliencia, por el que esta capital fue reconocida.

La capital santafesina obtuvo el reconocimiento de Naciones Unidas como ciudad modelo en la campaña Ciudades Resilientes en la reducción del riesgo de desastres.