La confesión

“Le pedía perdón a mi abuela mientras la mataba”

  • El jovencito detenido reveló escalofriantes detalles de lo ocurrido en la casa de Dolly.
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“Dolly era una buena mujer.... no merecía terminar así”, dijeron todos los que la conocían

Foto: El Litoral

 

Danilo Chiapello

Nicolás Loyarte

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“Lo hice porque estaba ‘muerto’ con la guita... y mi mujer embarazada”. La frase pertenece al jovencito a quien se lo acusa por el robo y muerte de Hermelinda Ayala (71), atroz suceso acontecido el lunes en barrio Scarafía.

El muchachito, de 17 años, de quien se supo es el nieto de la mujer asesinada, fue detenido por la policía junto a su novia, de 27 años, este miércoles a la tarde, en el marco de la investigación del horrendo crimen.

La explicación del adolescente sobre lo ocurrido con su abuela no dejó de causar estupor entre los recios policías que terminaban de aprehenderlo.

Según se informó, el menor junto a la joven fueron advertidos por la policía cuando caminaban por avenida Aristóbulo del Valle y Padre Genesio, y fueron aprehendidos a la altura de la intersección de la avenida con calle Risso.

Cabe recordar sobre el caso que Hermelinda -más conocida por todos en el barrio como Dolly- fue brutalmente apuñalada hasta darle muerte en su casa de Padre Genesio al 5400, en barrio Scarafía, el lunes por la tarde. Dolly recibió múltiples heridas de arma blanca en rostro, cuello y tórax.

La policía que investigó el caso detectó el faltante de una motocicleta, por lo que la primera pista fue la de un robo. Lo que no se explica es la brutalidad y saña contra la víctima. Hermelinda gozaba de un alto concepto entre los vecinos de barrio Scarafía, lugar donde vivía hace ya más de 40 años.

La pista

Desde un primer momento, los investigadores estaban convencidos de que el asesino tenía que ser del entorno de la víctima: cuando ingresaron a la escena del crimen se encontraron con todo ordenado, sólo se habían llevado la moto, habían abierto la puerta con poca violencia, dejó la llave y una linga; es decir que el o los asesinos debían conocer la escena.

Con estos elementos de investigación, este miércoles apareció otra pista: un policía de calle avisó que la moto robada estaba en Monte Vera y que presuntamente habría sido vendida. La policía se dirigió hacia la vecina ciudad, encontró la moto y detuvo por encubrimiento a quien la tenía.

El hombre, un chaqueño de 48 años que trabaja en un campo propiedad de bolivianos, manifestó que la compró de buena fe, por 1.500 pesos a pagar en dos cuotas. Y le quitó las chapas patente.

Atrapado

Una vez encontrado el botín, la policía contó con otros datos que apuntaron hacia el menor que ahora está detenido.

Tras algunas horas de búsqueda, el menor fue avistado en Aristóbulo y Genesio junto a su pareja, de quien se supo que estaría embarazada.

La policía atrapó a ambos y los trasladó a sede policial. Llamó la atención que el menor presentó marcas de heridas cortantes en sus manos (la víctima fue apuñalada).

La policía le tomó declaración al menor adelante de su padre.

Entonces, el sujeto habría narrado que tenía un problema económico y estaba desesperado por el embarazo de su pareja, y luego habría confesado el crimen.

“Estaba ‘muerto’ con la guita y encima mi mujer embarazada”, habría sido su brutal explicación sobre lo acontecido.

Incluso trascendió que al matarla le habría pedido perdón a su abuela. “Le pedí perdón a mi abuela mientras la mataba”, reveló sin pudor el acusado ante los pesquisas que quedaron paralizados.

También se supo que el menor habría cometido la locura en soledad y que su pareja lo aguardó en una plaza.

El móvil del crimen habría sido el robo de la moto para la posterior venta y su presunto autor no tenía antecedentes ni era un reconocido delincuente.

Una maldita tarde de lunes

Lo último que se supo de Dolly es que el lunes por la tarde, cerca de las 19, atendió a un vecino del barrio que fue por algunas mercaderías.

Y poco después, aproximadamente a las 20, otro vecino concurrió al negocio aunque pese a los reiterados llamados, jamás fue atendido.

En el medio de dichos trámites, un ser diabólico irrumpió en el inmueble y desató una verdadera obra de locura y muerte.

Lo que se sabe es que el intruso se ganó al interior de la finca, previo escalar una pequeña reja de un pasillo que lo depositó en un patio trasero. Una vez allí violentó el candado de una puerta lo que le permitió ingresar a la casa donde sorprendió a la mujer.

Lo que siguió fue un acto macabro.

Con una tijera

Dolly recibió gran cantidad de puntazos (se habla de entre 20 ó 30) en la zona del rostro, cuello y tórax. Las lesiones fueron de tal gravedad que le ocasionaron la muerte prácticamente en el acto.

Según trascendió, para consumar el ataque, el agresor se valió de una tijera, elemento que fue abandonado en el lugar y luego secuestrado por los investigadores.

Fue una hija de Dolly quien descubrió el horrendo suceso cuando, minutos después de las 20, arribó al lugar junto a su esposo en plan de visita.

Un primer detalle llamó la atención de los visitantes: la puerta del pasillo estaba abierta. Y ni bien ingresaron a la casa, el espanto les hizo frente.

La dueña de casa yacía sin vida en su dormitorio. Estaba vestida, acostada en la cama, y tenía colocado un trapo en su boca.

Los familiares apuntaron que lo único que faltaba en la casa era una motocicleta, propiedad de una de las hijas que vivía con Dolly.

Sólo la moto

El caso del crimen de la señora Ayala presentó desde el inicio varios puntos para el análisis.

En primer lugar el ensañamiento del matador. No sólo por la cantidad de puntazos que propinó (cerca de 30), sino que además completó su faena, colocándole un trapo en la boca a la víctima.

Resultó llamativo también que del lugar sólo se llevaron la moto Honda Wave, de color rojo, descartando otros elementos que podrían haber sumado a su botín.

Una billetera y un anillo de la víctima no fue del interés del asesino, ni tampoco los pocos billetes que había en la caja registradora del negocio.

El dato

Una buena mujer

Generosa y trabajadora. A nadie sorprendía que Dolly (como la llamaban sus conocidos) tendiera una mano para que algún vecino de “bolsillo flaco”, llegue a comprar lo necesario para “parar la olla”.

Es por esto que muchos vecinos se acercaron hasta el domicilio este martes por la tarde, movilizados por el dolor, la incomprensión y en reclamo de mayor seguridad para el barrio.

Dolly llevaba una vida serena y ordenada.

Pasados los años en que crió a sus cuatro hijas, ahora la mayor parte de su tiempo lo dedicada a un modesto almacén y kiosco que montó en su propio domicilio, en Padre Genesio al 5400.

“Era una buena mujer... no merecía terminar así”, sentenciaron sus conocidos.