Técnicas de descorche

Como se sabe (y si no, vayan anoticiándose...) en esta columna tratamos sólo los temas importantes, esenciales, acuciantes de este azaroso viaje que llamamos vida. Y ahora, en plena época de sesudos balances, engolados proyectos y pesados tratados sobre los temas serios, nos ocupamos de uno de ellos: el descorche. Con erre. no quiero hacer espuma, pero acá me destapo, seguro.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Técnicas de descorche
 

Una de las primeras cosas que me llama la atención del acto de descorchar una botella de champaña, champagne, cava, sidra, espumante, y todos los engendritos de mezclas que aparecieron ahora, es esa cuestión machista y fálica, mediante el cual se le asigna a un hombre (el más cercano, el jefe de familia, alguno...) la misión de retirar un corcho. Hay mujeres que saben, pueden y a veces hacen muy bien esa tarea. Pero en general, o el hombre de la mesa asume (brut) naturalmente esa misión delicada, o una mujer se la encomienda con igual rosada femineidad. Puede ocurrir, me dirá alguno, que no es ninguna idea relacionada con machismo, ni con erotismo alguno (que más bien nace de tu cabecita podrida), sino con un acto que requiere concentración y hasta fuerza masculinas.

Como fuera, por lo general el descorche de una bebida de ese tipo es incorrecto, chapucero, peligroso y chambón. No en vano, una de las heridas más frecuentes de fin de año, además de la pirotecnia, es la provocada, generalmente en ojos, por el abrupto y violento salto de un corcho descorchado que arma un descorche (con erre, nuevamente) de novela en pleno festejo.

Muchos esperan o creen muy festivo y correcto impulsar el corcho, con su ruido característico, hasta el techo y que éste rebote y que caiga incluso sobre alguien, que además se casará pronto. Como si se tratara del ramo que la novia tira. En casa teníamos a la tía Carlota, que rompía la rima todas las navidades y que hasta se zambullía temerariamente a la salida misma del corcho. Y nada. Moretones todos los años por los corchos. La tía Carlota andaba a los corchazos limpios. Y no se casó nunca.

Otra creencia es que el descorche debe incluir sacudidas y espasmos e incluso derrame de bebida, réplicas eyaculatorias chabacanas. Rápidamente la gente sale a gritar “alegría, alegría” aunque a mí no me causa ninguna gracia, muchos menos alegría, que algo de champagne se derrame (porque además no es barato) y no caiga donde corresponde, que es en una garganta sedienta (y yo tengo garganta sahariana, por ejemplo). El rito incluye mojar un dedo con el líquido derramado y tocar la frente del más cercano o cercana. En mi caso, si ocurre esa fatalidad de la caída del líquido, obvien mi frente limpiamente y acierten a mi boca, que es más fácil.

Para descorchar bien, debe retirarse primero el bozal (apropiado término: tenemos unos cuantos animales a la hora de destapar botellas) o jaula, que es esa simpática cestita de alambre que ayuda a sostener el corcho, sometido a la presión de un líquido que tiene mucho gas. Vayan aggiornándose: a los pibes ya no les causa ninguna impresión que le hagas un dinosaurio o una jirafita con el alambre en cuestión. Los vagos tienen wii y play station de última generación y vos querés hacerle un bichito de alambre pedorro. Olvidate.

Otra cosa que el correcto descorchador debe saber es que no debe girar el corcho, si no la botella. Chupate esa mandarina. Y que el ruido en el descorche es una grasada: el verdadero arte consiste en que el corcho no salte, no haga un enorme ruido y no derrame. Lo siento: te lo dije.

Quedan en el pasado los trogloditas que le mandan presión a puro dedo gordo para arriba; o los bizarros que usan el marco de las puertas; o los peligrosos beligerantes que usan el canto de un cuchillo de cocina para romper limpiamente el cuello de la botella. Todos muy simpáticos, pero hay que mantenerlos a distancia.

Al fin y al cabo, buena parte de las acciones que los humanos hacemos con tanto ruido, con tanta necesidad de rimbombante otredad, con tanto marketing, con tanto bombo y autobombo, pueden hacerse igualmente, con mayor eficiencia, correctamente y con bajo perfil. Dicho todo lo dicho: ¡a descorchar con erre o con la letra que quieran que se viene el fin del mundo!