Novela psicoactiva y de culto

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Paulo Lemniski. Foto: Archivo El Litoral

 

Por Augusto Munaro

“Catatau”, de Paulo Leminski. Traducción y postfacio: Reynaldo Jiménez. Editorial Descierto. Buenos Aires, 2014.

Resulta difícil pensar en un libro más excesivo que Catatau. Escrito entre 1966 y 1975, su autor estuvo pacientemente trabajando cada página de esta novela-idea, preso de un agudo sentido de liberación experimental. El grado de densidad poética que alcanzó no tiene parangón, haciendo quedar a Lezama Lima como un amateur de la lengua, un desabrido coleccionista de vocablos exóticos. En Catatau, esa experiencia abismal narrada en primera persona, toda explicación es redundante, por lo tanto carece de argumento; el libro implica el estallido de un espesor y textura de un instante dilatado. Un espacio enardecido en el tiempo intersticial. Un “ego-trip”. Un canto coral, desdoblado. Heterogéneo. Se trata de un impulso calculado en función de su rotura y en previsión de nuevos impulsos; un pensamiento que no responde a ninguna necesidad conocida. Por eso, se abstiene de la conclusión moral. Libro centrípeto, lisérgico, busca captar en vivo, el proceso de la lengua portuguesa operando al compás de la desmesura. Tras su lectura, el lector pierde por lo tanto la manía de buscar cosas claras (léase: un mensaje). Se deja, en cambio, invadir por su presente continuo. El verbo así enciende otro juego: su música aportuñolada.

Todas las ramas del saber humano parecieran desfilar por estas páginas en transe. Entre lo sagrado y la iconoclastia, el flujo narrativo pendula furioso, polisémico. Pues “catatau” exhibe innúmeros significados en portugués y en brasileño, lo que multiplica y potencia- los sentidos. Así late, desbocado, en fuga permanente hacia “la frontera entre lo inteligible y lo enigmático probable”, según definió el propio poeta muerto en 1989.

Con su ritmo tropicalista y una voz oscilatoria que entrecruza registros, el autor domina los signos en la combinatoria: disuelve la distinción entre la prosa y la poesía y utiliza ampliamente la parodia y la sátira. Locuciones populares, extranjerismos, pasajes en alemán, latín... Es un texto lleno de refracciones, difracciones, desvíos, que impactan repican- sobre las palabras, las sentencias, el lenguaje y la lógica. Es un texto polilingüista. Leminski lo escribió entre sus 20 y 28 años, y se adelantó a su tiempo por varias décadas. Hoy, a casi cuarenta años de su primera edición, la primera traducción de este hito de nuestro idioma realizado con ferviente heroísmo por el poeta Reynaldo Jiménez, salda así, una importante asignatura pendiente. Pone en circulación una obra límite. Disruptiva, libertaria, visual: total. Una novela que ensambla otras leyes. Nuevas catástrofes de signos, revelando dentro de los parcos límites del instante, un mundo rizomático de simultaneidades barrocas.

No hay que confundir los libros que se leen durante un viaje con los que le hacen a uno viajar. La prosa trastornada y psicotrópica de Leminski lo ha demostrado.