Mesa de café

Cuba y los Estados Unidos

MESADECAFE.tif
 

por Remo Erdosain

José está eufórico. La noticia de las nuevas relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos lo ha puesto alegre y dicharachero.

—No es todo lo que queremos, pero es un gran avance de la revolución cubana -dice.

Marcial lo mira y no dice nada, pero el que toma la palabra es Abel.

—Yo creo que antes de ponerte a festejar habría que saber un poco más sobre lo que está pasando -puntualizo.

—Con lo que se sabe alcanza y sobra -responde José-, los yanquis admitieron su fracaso y empiezan a levantar un bloqueo que llevaba más de cincuenta años.

—Los mismos años que dura una de las dictaduras más prolongadas del planeta -observa Marcial.

—No sé muy bien cómo se encaminará hacia el futuro -acoto-, pero lo que sé es que el embargo, y digo embargo y no bloqueo porque hay que decir las cosas con precisión, ya no tenía demasiado sentido. El mundo cambió, los Estados Unidos cambiaron y Cuba, sin dejar de ser una dictadura espantosa, también cambió. Por lo tanto, no tenía demasiado sentido seguir con esto.

—Yo no estoy del todo de acuerdo -observa Marcial-, creo que Obama se baja los pantalones porque parece que tiene debilidad por ese gesto y, además, ya no tiene nada que perder. Si la dictadura continúa, el embargo se debe mantener.

—Con tu criterio, Nixon se bajó los pantalones cuando inició la diplomacia del ping pong con China, y lo mismo hizo con Vietnam.

—Es mi criterio -repite Marcial- después de todo, China y Vietnam siguen siendo dictaduras.

—Vos estás a la derecha de Reagan -exclama José.

—Y a la derecha del Corea del Norte, la otra gran joyita que nos dejó el comunismo.

—Yo pienso -interviene Abel- que hay que conocer mejor los detalles. De lo que estoy seguro, es que después de medio siglo algo había que hacer, aunque más no sea para admitir que el paso del tiempo algún cambio provoca.

—Seamos sinceros -digo- Cuba, sin dejar de ser una dictadura, algún cambio tuvo. En primer lugar, Fidel dio un paso al costado; en segundo lugar, el régimen ya no se propone exportar la revolución; en tercer lugar, hay señales de cambio, no de grandes cambios democráticos pero de cambios hacia la liberalización de la economía.

—Con cuentagotas -exclama Marcial-, con miserables cuentagotas, al régimen hay que asfixiarlo de una buena vez.

—Tuvieron cincuenta años para hacerlo -señala Abel.

—Los Estados -expreso- tienen que manejarse con situaciones reales o con realidades prácticas. Los Estados Unidos no pueden sostener un resabio anacrónico de la Guerra Fría cuando en América Latina, China y Rusia se meten a hacer negocios por todos lados.

—Todo esto está muy lindo -razona Marcial- pero vamos a los hechos. Se supone que en un acuerdo, ambas partes ceden. Hasta ahora, sabemos lo que va a dar Estados Unidos, pero no sabemos lo que va a hacer Cuba. Digo esto, porque tengo la sensación de que el único que concede es Estados Unidos, Cuba no afloja nada.

—Y es lo que debe hacer -exclama José-; la revolución avanza.

—Se nota cómo avanza -dice Abel-, es uno de los países más pobres del continente, con más de dos millones de exiliados, economía en negro, bajísima productividad, corrupción a los cuatro costados. Si eso es una revolución, dejame del lado de la contrarrevolución.

—Lo que yo creo -enfatizo- es que la mística revolucionaria de Cuba ha desaparecido hace rato. A nadie se le ocurre hoy tomarse en serio lo del hombre nuevo o la sociedad feliz. Cuba es un régimen que sobrevive como puede, y su único reflejo es sostener la dictadura; pero en materia económica todo es un desastre.

—Sin embargo -insiste José- todos los países de América Latina están con Cuba.

—Empezando por la Venezuela de Maduro -apunta Abel.

—Pasemos en limpio. Se trata de un país que vivió al margen de la ley y de la manga pública. Primero con Rusia, después con el petróleo de Venezuela, curro que ahora se cortó. Cuba nunca cumplió con sus compromisos. A nosotros, los argentinos, nos clavó en cientos de millones de dólares nunca devueltos. Si ésa es la sociedad del futuro dejame cómodo en el pasado.

—Quiero recordarles -advierto-, antes de que festejemos por anticipado, que por ahora sólo hay anuncios y algunos simpáticos gestos diplomáticos, porque el embargo como tal continúa y no es Obama el que puede resolver al respecto.

—¿Y quién resuelve? -pregunta Abel.

—El Congreso es la única institución en condiciones de decidir en esta materia. Y en ese Congreso, Obama está en minoría.

—Todo puede ser -especula Abel- pero también se sabe que los cubanos de Miami ya no son los de entonces. Los viejos exiliados murieron y sus hijos y nietos quieren otro tipo de relación con Cuba.

—Hagámonos cargo -invita José- que todo cambió. Y por lo tanto, estos acuerdos son parte del cambio.

—Vos decís que todo cambió -reacciona Marcial-, pero también admitís que lo único que no cambia es la dictadura cubana.

—Lo que no cambia es el gobierno popular cubano.

—Lo que decís no sirve ni para un chiste -responde Marcial.

—Convengamos -digo- que no es la primera vez que hay acercamientos entre Cuba y los EE.UU. Ya con Lyndon Johnson hubo conversaciones, pero el momento de mayor diálogo fue con Carter; incluso, después de dejar la presidencia Carter estuvo en Cuba y según se cuenta lo trataron muy bien.

—¿Y qué me cuentan de la intervención del Papa?

—Debe haber sido importante -evalúo-, pero al mismo tiempo discreta y en sintonía con los curas cubanos que mal no se llevan con la dictadura.

—No es la primera vez que un Papa se mete con este tema -memora Abel-, no se olviden que Juan Pablo II estuvo en Cuba.

—Estuvo en Cuba y el único que sacó ventajas de ese viaje fue Fidel -observa Marcial.

—Seamos claros -digo-, Cuba como peligro comunista, como peligro revolucionario, como modelo de sociedad, está liquidada desde hace rato. Lo que hoy sobrevive es una dictadura que trata de salir como puede del berenjenal en que se metió. Lo que hace Estados Unidos es dar algunas señales como para tratar de que un país de América Latina se termine de integrar de modo definitivo.

—Un país que Estados Unidos expulsó -señala José.

—¿Lo expulsó, o Cuba se fue sola?

—Eso nunca se va a terminar de saber.

—La Alianza para el Progreso -recuerdo- fue el intento por parte de Kennedy de contener a Cuba, pero Fidel ya estaba en otra cosa.

—La Alianza para el Progreso -responde José- fue, como dijera el Che, la malnacida.

—No comparto -concluye Marcial.