Los sueños de fútbol nunca mueren

Alguna vez festejaremos un título

Los clubes de Santa Fe, dominados por hinchas y socios jóvenes, festejaron con todo ascender a Primera en un torneo donde subían cinco de once equipos. Es lo que hay.

Alguna vez festejaremos un título

El ascenso de Unión

La tradicional letra “A” de Primera División, con los colores en rojo y blanco. El equipo de Leonardo Carol Madelón fue el primero de los diez en volver a la máxima categoría de AFA. Alcanzó el objetivo tres fechas antes del final de la temporada de ascenso.

Foto: Mauricio Garin

 

Darío Pignata

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En las Eliminatorias Sudamericanas previas al Mundial de Francia 1998, El Litoral junto a LT 9 decidieron seguir a todos lados a la Selección Argentina que en ese momento dirigía Daniel Alberto Passarella. Como en ese tiempo era el comentarista de fútbol de los dos medios me tocó ir a todos los partidos. De local y de visitante.

Passrella fue, es y será un tipo “jodido”. Siempre vio a la prensa como algo molesto y cuando quedó al frente de la Selección, directamente nos consideraba “enemigos”. Ejemplos, sobran: en las ciudades sudamericanas cuando jugábamos de visitante, elegía los hoteles más alejados posibles, para que nos costara llegar a hacer nuestro trabajo. Y, después, la frutilla del postre fue cuando estando en Francia —en pleno mundial— puso las famosas lonas en L’etrat para que no viéramos los entrenamientos.

Así y todo, de tanto insistir, logramos el mano a mano exclusivo con El Litoral en esos tiempos de cerrojo a los medios. Fue un verano del ‘97 en Punta del Este. En ese entonces, a las Eliminatorias Sudamericanas la jugaban nueve selecciones, por puntos, todos contra todos. Los primeros cuatro iban al Mundial, el quinto al repechaje.

“Estas eliminatorias son muy complicadas por más que seamos Argentina”, decía por ese tiempo Passarella. Recuerdo haberle preguntado en qué juego de azar las posibilidades de ganar trepaban hasta el cincuenta por ciento. Bolivia —futbolísticamente— no existía, con altura o sin altura. Entonces, quedaban ocho lugares y cuatro cupos.

Pasaron varios años para que volviera a sentir lo mismo con el fútbol: la mediocridad de la excusa fácil. Recuerdo haber dicho en broma, en alguna peña donde concurren amigos de Colón y de Unión: “Si juegan once, ascienden cinco y alguno de los dos o los dos no llegan a Primera en este torneo mamarracho del 2014, hay que pensar en practicar otro deporte”.

No soy de los que piensa que todo tiempo pasado fue mejor, pero me preguntaba cuando miles y miles de hinchas de los dos clubes coparon las calles de la ciudad en estos últimos días para festejar uno de los diez ascensos de 22 equipos, ¿qué sentirían aquéllos que vieron al Unión del “Toto” Lorenzo ó al Colón del “Gitano” Juárez?. O los tatengues que se emocionaron con el Unión Subcampeón del ‘79 y los sabaleros del Colón Subcampeón del ‘97 con “Pancho” Ferraro.

“Es lo que hay”

Aunque duela, hay cuestiones que deben asimilarse: mientras acá festejamos ascender en un torneo más fácil que la tabla del “1”, a sólo 150 kilómetros y un par de peajes de distancia por la Autopista, los clubes rosarinos acumulan diez títulos de campeones en Primera División por los torneos de AFA y un título internacional.

Mi hijo de 9 años, suele preguntarme por estas horas ¿qué le pedía al Niño Dios cuando era chico o con qué jugaba para entretenerme?. “Con lo que teníamos y éramos muy felices”, le respondo. Jugabámos “a las cabecitas” en la arena, cuando bajaba el sol y pasaba el regador en mi pueblo, Helvecia. Nos gustaba tener una “gomera” aunque nunca cazábamos ningún pajarito. Sólo conocíamos éso.

Lo mismo que cuando uno le pregunta a su padre o a su abuelo en esas siestas insoportables de Santa Fe: “¿Cómo hacían antes cuando no existía el aire acondicionado?”. La respuesta es fácil: “sólo conocíamos el ventilador”.

Acá pasa lo mismo: estas generaciones nuevas sólo festejan el descenso del otro y el ascenso propio. No conocen otra cosa. “Es lo que hay”, parece ser la frase de estos tiempos.

Desde afuera, ver los festejos multitudinarios de estos dos ascensos de Unión y Colón, pareció en algún punto hasta exagerado o desmedido. Pero es una conclusión razonada y, se sabe, el hincha nunca razona. Porque el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Se festeja ésto porque se conoce ésto. No conocemos otra cosa. “Unión festejó porque fue el primero y porque los primos estaban complicados”, me dijo un tatengue. “Colón festejó por la bronca de ese descenso injusto y porque los primos nos daban por muertos”, me explicó un sabalero.

Sea como sea, los dos clubes festejaron ascender entre cinco de once como si hubieran ganado la Copa Libertadores de América. Es lo que hay, para estos tiempos. No se conoce otra cosa.

¿Se dará alguna vez?

Cuando entré al diario, hace 25 años, pensaba que nos podía tocar ser testigos —como periodistas— de un título de Primera División. Lo sigo pensando, porque si algo uno nunca abandona en la vida son los sueños. El otro día compartimos una cena con Ricardo Porta y el “Gallego” González Riaño. Ese fuego sagrado de los dos, después de tantos años, es admirable por la profesión. Toda una vida, en ambos casos, dedicada al periodismo deportivo. Tantos viajes, tantas canchas, tantas tardes y noches con el fútbol de Santa Fe. ¿Lo verán campeones ellos?, me pregunto. ¿Lo veremos campeones nosotros, los que pasamos los 40?.

El otro día leía a un lector de El Litoral, enojado, con dos ídolos —uno de cada club— por la supuesta falta de pertenencia. Hoy, contundentemente, nadie juega gratis y eso no me parece mal. Todos cobran, pero esa falta de frialdad en Santa Fe es real. Porque Diego Milito decidió volver a Racing para ser campeón y Maxi Rodríguez hizo lo mismo en Newell’s. Ninguno de los dos volvió roto, ni está de vuelta. Si deciden no seguir jugando ahora es porque “ya están salvados”, pero no porque no tengan hilo en el carretel.

Nadie puede ignorar la furia futbolera de esta ciudad. Ninguna comarca del mundo tiene un clásico tan parejo en su historial. Están los dos ahí, cabeza a cabeza. Claro que, a veces, tanta rivalidad es algo que achata y lleva de manera inconsciente a la mediocridad de los protagonistas. Sólo así se entiende —como pasó en los dos clubes— que un equipo sea protagonista, pelee arriba y su entrenador decida no poner a su mejor jugador “porque después se viene el clásico”.

Es cierto que no es algo exclusivo de Santa Fe y para muestra alcanza y sobra el último botón. Diego Cocca, campeón del fútbol argentino con Racing, dijo que prefería perder el clásico con Independiente pero dar la vuelta olímpica. Es bueno recordar que hacían cola para insultarlo y hoy lo adoran casi tanto como a “Mostaza”.

Quiero volver a lo de la famosa pertenencia. Existe la realidad de la frialdad de los jugadores con el lugar donde nacieron futbolísticamente, pero también hay casos concretos del desprecio de los dirigentes de turno con grandes ídolos a los que ni siquiera los invitan a pasar por la vereda del club (la lista de nombres es larga y conocida en los dos lados).

No hay receta, claro está, para salir campeón. Si existiera, cualquiera la compraría en el kiosco de la esquina. Y en el fútbol, afortunadamente, no sólo gana el que tiene mucho dinero. Sigue habiendo mendigos inteligentes y millonarios estúpidos. Por eso Temperley jugará en Primera.

El dirigente debe apasionarse para no robar o hacer negociados y desapasionarse a la hora de tomar decisiones. En esta ciudad hay hinchas que se alegran cuando pierde el otro casi en la misma medida que cuando gana su equipo. Me dirán, con razón, que pasa en todos lados. Pero acá, por lo visto, es peor. Y el dirigente no puede ponerse a esa altura, porque lo eligieron para conducir y no para gritar, putear o apretar. Para eso está el paravalanchas.

A Unión lo maneja un empresario. A Colón lo conducen dos ex jugadores. Son fórmulas distintas. Cualquiera de los dos clubes pueden acertar o equivocarse en la misma medida. Se viene en el 2015 un torneo de 30 equipos con apenas dos descensos. Estaría bueno que dentro de un año no salgamos a festejar en Santa Fe que no nos fuimos a la “B”. Y que encima digamos que “mantener la plaza era complicado”.

Es cierto que falta pertenencia de los jugadores formados acá para volver a sus clubes pero también es real que muchas veces las instituciones de Santa Fe manosearon a ídolos que debieran tener un reconocimiento permanente de alguna manera.

Santa Fe tiene el clásico más parejo del mundo entero y la ciudad es futbolera como pocas. Pero a veces, la rivalidad exagerada no permite crecer: hubo técnicos que sacaron jugadores para cuidarlos antes de un Colón-Unión.

En cifras

7

Tatengues

Este, de la mano de Madelón, es el séptimo ascenso de Unión a Primera División. Antes, había subido en 1966, 1968, 1974, 1988-89, 1995-96 y 2010-11.

3

Sabaleros

Con “Mostaza” Merlo en el banco, Colón consumó su tercer ascenso a la Primera División en la Argentina. El primero fue en 1965, el segundo en 1995 y ahora en el 2014.

Alguna vez festejaremos un título

El ascenso de Colón

Una bandera rojinegra y una letra, la “A”. Colón empezó el Operativo Retorno de la mano de Diego Osella y lo consiguió finalmente en las últimas cuatro fechas con “Mostaza” Merlo en el banco. El 2014, un año para el infarto de los sabaleros.

Foto: Facundo Maggiolo