Carina Cabo invita a reflexionar a docentes y padres

“Hay que buscarle nuevos sentidos a la escuela”

La autora del libro “La escuela ¿para qué?”, sostiene que aún se piensa en un alumno del siglo XX cuando los chicos de hoy tienen otros intereses. Habló de incorporar las TICs al aula y sugirió que los docentes no le tengan miedo al “desorden” porque así también se aprende.

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“No doy recetas ni tengo la fórmula de cómo cambiar la escuela, pero trato de hacer recomendaciones a docentes y padres en algunos temas”, dice Carina Cabo sobre su libro. Foto: Luis Cetraro

 

Mariela Goy

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¿Para qué sirve la escuela? ¿A quién le sirve? Ante el desinterés cotidiano de los niños y adolescentes por la escuela, se hace necesario reflexionar acerca de su rol en la sociedad de la información. “Hay que buscarle los nuevos sentidos a la escuela, a esta institución socializadora que ha perdido la función que tenía en el siglo XIX”, propone la licenciada en Ciencias de la Educación, Carina Cabo, autora del libro “La escuela ¿para qué?”.

Cabo es profesora en Pedagogía y Filosofía por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), doctoranda en Educación, especialista en Gestión Educativa y en TICs y diplomada en Formación Política. Actualmente es coordinadora del programa ministerial Mirada Maestra.

—¿Toda la escuela perdió el sentido o fundamentalmente la secundaria?

—Toda la escuela, porque prepara para niños que no son los que tenemos hoy en las aulas. Actualmente hay nuevas infancias y adolescencias y no las estamos tomando en consideración en la escuela. La secundaria, en todo caso, es donde más se nota porque pareciera que el adolescente se aburre más.

—¿Qué es lo que pasó?

—Nos quedamos pensando en mediados del siglo XX y nos hemos olvidado de incorporar las TICs, de buscar nuevas herramientas, de incluir la creatividad. En el libro trato de hablar de cómo fomentar la creatividad y ver qué podemos hacer nosotros desde la escuela para que esté presente ese ingrediente. Si no, lo que hacemos es que los chicos repitan contenidos. En otro momento histórico eso nos servía porque la escuela era el único lugar donde conseguíamos información. Pero hoy la tenemos en el bolsillo, en un dispositivo. Entonces, más bien tenemos que ver cómo enseñamos a trabajar esa información en la escuela.

—Se repite mucho que la escuela debe no tanto impartir conocimientos como enseñarle al chico a aprender. ¿Está de acuerdo?

—No me gusta hablar de “la escuela” sino de “las escuelas” porque, en realidad, hay muchas escuelas que están trabajando muy bien, teniendo en cuenta todo esto que estoy planteando, aunque todavía cuesta. Creo que es porque hay docentes que se formaron en otra época y continúan con formas de trabajar propias de la década del ‘80, mientras que hoy necesitamos maestros y profesores que tengan otra preparación, con mayor formación en las TICs (nuevas tecnologías de la información y la comunicación).

No temer al desorden

—En muchas escuelas se usan las netbooks que llegan del gobierno nacional sólo como apoyatura, pero no se aprovecha al máximo esta tecnología...

—Sí, en general se las usa para dar un ejemplo, para mostrar una película o buscar algo en Internet. Hace falta más formación para usar las TICs a través de Google Docs o de distintas aplicaciones que traen las mismas computadoras o Internet. También hay que enseñarles a los chicos a buscar. A veces el docente les dice “busquen tal o cual cosa en Internet” pero no les da ninguna pista ni les sugiere determinadas páginas adecuadas a su edad. Y los chicos qué hacen: imprimen 30 hojas y las llevan al aula. Eso no tiene nada que ver con usar bien las TICs.

—Cuando las escuelas saben incorporar las TICs porque dejan librados algunos proyectos a los chicos, se logran resultados maravillosos.

—Porque los chicos superan al profesor en las nuevas tecnologías. Hay herramientas y videos para aprender en forma gratuita (de la página de Educ.ar, por ejemplo), mientras que el profesor se sigue parando frente a la clase a dar la lección. Creo que falta una vuelta de tuerca: a la tecnología la tenemos; nos resta el complemento pedagógico-didáctico. Por ahí tenemos miedo a romper la lógica del aula: del docente adelante y de los alumnos que escuchan. Esto sucede porque cuando los hacemos trabajar con grupos de pares y con las computadoras, los chicos hablan, y a nosotros nos da miedo ese desorden. Ése es un problema que tenemos los docentes: creer que porque los chicos están en un cierto desorden, no pueden aprender. Sin embargo, hoy los chicos están muy acostumbrados a las multipantallas, están todo el tiempo con Internet, con las computadoras, el televisor y el teléfono, y pueden aprender de esa manera. Es una forma diferente a la de los adultos, que aprendíamos de una manera más lineal.

Incentivar, no estigmatizar

—¿Hay una apatía de parte de los adolescentes por aprender?

—Creo que hay una apatía por aprender de la forma que nosotros les queremos enseñar. Ellos tienen avidez de aprender, pero de otra manera. Los docentes nos basamos en los supuestos que tiene la escuela: creemos que porque el alumno va todos los días, va a aprender, cuando en realidad el que esté sentado ahí adelante no garantiza nada. El click está en buscar otras estrategias que incentiven a los jóvenes a aprender, valorizando las adolescencias en plural. Saber que no es lo mismo ser adolescente en un barrio que en otro, o en una escuela que en otra. Somos nosotros los que tenemos que ver cómo hacemos para que un chico deje la esquina y vuelva a la escuela.

—¿Qué opina de la política de Buenos Aires de no poner más 1, 2 y 3 en las calificaciones de la escuela primaria porque estigmatiza al niño?

—No sé si poner 1, 2 y 3 estigmatiza. Sí estigmatiza lo que acompaña, porque en general el maestro le dice a ese chico “sos un bruto”, “no aprendés”. Pero ponerle 1 o 2, decirle que se preocupe más y acompañarlo en el proceso de aprendizaje, no lo va a estigmatizar. En realidad, creo que la evaluación es totalmente subjetiva, entonces si quiero desaprobar a un alumno, lo voy a hacer con 1 o con 4. No tiene mucho sentido para mí esto que se está proponiendo. Se está empezando por el final: por la nota del alumno, cuando en realidad no estamos reflexionando sobre las prácticas evaluativas del docente, que en muchos casos son rígidas y antiguas. El gobierno de Buenos Aires tendría que haber empezado por ahí primero.


Disciplinas artísticas

—La jornada extendida que ofrece teatro, danza e inglés en las escuelas públicas que atienden a población vulnerable ¿Es una propuesta que le da otro sentido a la escuela?

—Es algo por lo que vengo bregando desde hace muchos años, al haber trabajado con los profesorados de teatro y de música. Las disciplinas artísticas sirven y mucho para no hacer más de lo mismo. Son fundamentales porque a través del teatro podemos trabajar los conflictos y la violencia social, que es un tema que hoy tenemos tan en boga. Lo mismo pasa con la música y la danza, con las que se puede trabajar la empatía, el ponerse en el lugar del otro, que puede ser mi vecino o mi compañero de clase.

"La escuela no debe negar la problemática de la violencia, sino tomarla y trabajarla pedagógicamente. Revalorizar lo emocional, ver cuándo nuestros alumnos tienen ira, enojo y trabajar esos sentimientos”.

Carina Cabo

Lic. en Ciencias de la Educación