editorial

  • Grecia y España son países a los que cada vez se les hace más difícil lidiar con las exigencias del euro.

Grecia y España entre la ilusión y la realidad

España y Grecia afrontan en estos meses el desafío de la izquierda. En ambos casos se trata de coaliciones nacidas al calor de las crisis económicas y la visible ineptitud de los partidos tradicionales para dar una respuesta satisfactoria al imperativo de la gobernabilidad. En el caso de España, la agrupación Podemos, liderada por Pablo Iglesias, creció al compás del movimiento denominado “los indignados”.

A la formación de ese espacio político asistieron diferentes agrupamientos de izquierda unidos en el rechazo al régimen en el que se alternaron durante largos años los gobiernos del PP y el Psoe. A las consignas antisistema y los reclamos libertarios se sumaron reivindicaciones juveniles y pretensiones de ganar el gobierno. Intelectuales, docentes, militantes de los viejos partidos de izquierda, se sumaron a este proyecto que tiene en la figura de Iglesias a su líder convocante.

El caso de Grecia presenta notables coincidencias con España, pero también visibles diferencias. Grecia y España son considerados países “pobres” de la Unión Europea, países a los que cada vez se les hace más difícil lidiar con las exigencias del euro. En ambos casos, los niveles de desocupación son elevados, la crisis del aparato productivo es más que evidente y el rechazo a un ajuste tiene fuerte arraigo entre los beneficiarios del agotado Estado de bienestar.

También en Grecia el tradicional sistema de partidos políticos hace agua por los cuatro costados. Así se explica el crecimiento de Syriza, una coalición integrada por diferentes fracciones de izquierda. Syriza fue construida hace unos diez años, y en los últimos tiempos ha ido creciendo electoralmente hasta transformarse en el partido con mayores posibilidades de ganar en los comicios del próximo 25 de enero.

Syriza está liderada por Alexis Tsipras, un joven ingeniero afiliado en su juventud al comunismo, con una prolongada militancia de izquierda y una biografía política muy parecida a la de Iglesias.

Tsipras e Iglesias se presentan como candidatos antisistema, una identidad que, a medida que sus partidos se consolidan estructuralmente, es cada vez menos creíble o se hace muy difícil de sostener. Prometen no pagar la deuda externa o discutir un financiamiento generoso y a muy largo plazo; aseguran que nadie se quedará sin empleo y no disimulan sus simpatías por Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega.

Sus adversarios tranquilizan a los más alarmistas diciendo que se trata de una moda pasajera que durará hasta el día en que tengan que afrontar los rigores de la realidad. Su heterogeneidad interna y la desmesura de sus promesas entran en contradicción con las exigencias de la gobernabilidad. A Syriza como a Podemos les resulta relativamente cómodo presentarse como opositores radicales, sobre todo en sociedades sacudidas por la crisis, pero esa comodidad se problematiza cuando comienzan a acercarse al poder.

El debate está abierto en Grecia y en España, pero por las características de la Unión Europea la polémica interesa a todos, empezando por la señora Angela Merkel, quien ha dado a entender de manera bastante directa que Alemania no está dispuesta a financiar la posible fiesta de las izquierdas española y griega.

Angela Merkel ha dado a entender que Alemania no está dispuesta a financiar la posible fiesta de las izquierdas española y griega.