Duras no se acaba nunca

Carlos Abascal Peiró.

(EFE)

Para Marguerite Duras la escritura fue silencio, una militancia. De esa necesidad, motor de una obra inagotable, se ocupa la muestra “Duras Song” en el marco del centenario de su nacimiento.

Profeta de una modernidad silenciosa, la autora que ganó el Goncourt con El amante nunca dejó de escribir, de reescribir y reescribirse; ni siquiera cuando hizo cine.

Con cerca de 350 manuscritos, la muestra se desdobla para, de un lado, rastrear el compromiso ideológico de la autora y, por otro, recoger su relación “íntima” -pura supervivencia- con la palabra escrita y, sobre todo, filmada. Un ciclo paralelo recupera su filmografía, diecinueve películas que, tras el guión que firmó para Alain Resnais en Hiroshima mon amour.

Aunque Duras no lo sabía, o nunca presumió de ello, contribuyó a la fundación del cine contemporáneo: cuando la voz se divorció de las imágenes para emancipar a las películas de la narración.

Porque la modernidad, como escribir, era también silencio: “Aullar sin ruido”, dijo una vez. Como esa pantalla negra hacia la cual avanzaba la cámara de Duras, convencida de que para honrar completamente al público habría que cancelar las imágenes. A las películas que no fueron y pudieron haber sido consagró así Le Camion, la cinta que rodó junto a Gérard Depardieu y que, reveló ella misma tras el estreno, funcionaba como la historia de una película que pudo haber hecho y que no hizo.

Duras había nacido en “una patria de agua”, el Saigon de la Indochina francesa. Su apellido real era Donnadieu, pero Duras sólo fue Duras cuando adoptó el topónimo del hogar familiar paterno, en Lot-et-Garonne, el mismo que aparecería impreso en sus primeras novelas, publicadas en el París ocupado que en 1944 deportaría a Robert Antelme, su primer marido.

Al contrario que su obra, ella envejeció sin dejar de escribir desde su icónico cuello de cisne, plegada sobre sí misma, devastada por el alcohol y ante la lánguida mirada de Yann Andréa, el lector con el que se carteó durante años para convertirse en su último amante.