Supervivientes vuelven a Auschwitz

Se puede perdonar pero no olvidar

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“Uno se encuentra con el vacío, con la muerte, con la tierra quemada”, dice unos de los sobrevivientes. Foto: Agencia EFE

 

Eva Krafczyk

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dpa

Paula Lebovics recuerda muy bien el día más feliz de su infancia en Auschwitz: “Estábamos en el catre más alto de nuestra barraca cuando las bombas cayeron en la verja eléctrica. Reíamos y reíamos sin parar. No habíamos reído durante mucho tiempo”. Y Lebovics sigue riendo 70 años después al recordar aquel día de 1945 en el que ella y su amiga Miriam pudieron volver a ser las niñas de 11 años que eran entonces.

Con motivo del 70 aniversario de la liberación de Auschwitz, la mujer de origen polaco residente en California ha vuelto al antiguo campo de exterminio alemán para recordar hoy, junto a otros supervivientes, aquel día en que se acabó el infierno. “Recuerdo todo”, asegura. “A veces es malo, pero el recuerdo es todo lo que tenemos”.

Al contrario que ella, para su amiga Miriam Ziegler, canadiense de origen polaco, es la primera vez que vuelve a Birkenau, tras intentar hacerlo hace algunos años. “Pude ver Auschwitz, pero cuando vi delante de mí la exposición de pelo, zapatos y maletas, simplemente no pude continuar. Birkenau habría sido demasiado”.

Porque Birkenau fue el lugar en el que vio por última vez a su padre, un padre al que buscó siempre y que nunca encontró. El lugar en el que se congelaba de frío en una barraca de madera junto a otros niños y donde siempre era llevada a una sala con azulejos blancos donde el tristemente famoso Josef Mengele utilizaba a los presos para sus experimentos pseudomédicos.

Ziegler no puede recordar esa parte de la vida en el campamento, sino sólo el dolor con el que se despertaba de nuevo en su barraca y que muchos años la acompañó en sus pesadillas robándole el sueño.

Pesada carga

“Duele volver aquí”, cuenta también Eva Umlauf. La mujer de 72 años no tiene recuerdos conscientes de su estancia en el campo al que llegó con sólo 23 meses de vida desde Eslovaquia, junto a su madre embarazada. “Naturalmente con dos años no se tienen recuerdos conscientes, pero todos llevamos a nuestras espaldas esta carga de Auschwitz”.

“De alguna manera esto es una especie de misión”, cree Gabor Hirsch, de 85 años. El judío húngaro que hoy vive en Suiza volvió por primera vez a Auschwitz en 1990 junto a su hijo, que se decidió a hacer el viaje.

Como psicoanalista, Umlauf, que vive en Múnich desde 1967, trabaja con el subconsciente de las personas. Para ella volver a Auschwitz es también una especie de proceso curativo, una aceptación del pasado.

Hace algunos años Umlauf habló en los actos conmemorativos en el aniversario de la liberación de Auschwitz y también con sus hijos y nietos sobre el pasado. “Es una obligación interna, pues en un tiempo cercano los últimos supervivientes enmudecerán y no podrán dar más testimonios”, destaca. “Cuando se ha nacido bajo esta estrella el dolor es grande. Pero cuando se acepta conscientemente el dolor, se puede seguir viviendo, aparentemente con normalidad (...) Aunque a veces uno se pregunta realmente cómo se puede seguir viviendo”.

El 27 de enero es un día especial en un lugar especial para Umlauf. Pues se devolvió a la vida a los prisioneros supervivientes. “Pero cuando se está aquí, uno no se encuentra con la vida, sino con la muerte. Es el frío, es el vacío, es la tierra quemada. Pero pese a todo eso, es mi biografía”.