La muerte de Nisman y la voltereta de Cristina

por Néstor Vittori

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Cristina F. de Kirchner leyó las encuestas que mayoritariamente descreían de la versión oficial del suicidio del fiscal Nisman, y rápidamente cambió de bando, adhiriendo a la hipótesis del asesinato, cambiando el eje de su acusación de desestabilización, hacia los servicios de inteligencia, la oposición, y cuando no, a Clarín y la prensa independiente.

En realidad, ese giro copernicano sería irrelevante si no implicara al conjunto de la sociedad y en particular al peronismo (léase a los precandidatos presidenciales). Es que ahora se suma la necesidad de desentrañar la verdad de la afirmación presidencial; esfuerzo que distrae, porque detrás del hecho nuevo (la muerte de Nisman) se esconde el origen de la cuestión, su causa, que es la denuncia de una asociación ilícita entre el gobierno nacional y el gobierno de Irán, tendiente a desviar la verdad respecto del atentado de la Amia. Este tema, que involucra a funcionarios del gobierno iraní incluidos por Interpol en la categoría de máxima gravedad con requerimiento de detención en cualquier lugar del mundo, fue el detonante de los hechos posteriores.

Si nos atenemos a las consecuencias, la muerte de Nisman ha corrido el escenario, dejando detrás de bambalinas la sustanciación de las denuncias por él realizadas, y que involucran a la propia presidente, el ministro de Relaciones Exteriores, el diputado Larroque, y operadores del gobierno como lo son Luis D'Elía y el solapado Esteche, jefe del movimiento Quebracho y presunto integrante del área de inteligencia del Estado. También, al señor Yussuf Khalil, de fluidas relaciones con Teherán y la embajada de Irán en Buenos Aires, pero a la vez, con los sectores del kirchnerismo duro agrupados en Unidos y Organizados.

Descubrir quién lo mató a Nisman, o quien indujo su suicidio, pone en primer plano una aventura detectivesca, que no cambia la monstruosidad de la muerte ocurrida, aunque ensucia y obstaculiza la tarea. Como sea, la sociedad en su conjunto le debe a este fiscal especial, que tuvo la valentía de afrontar -incluso con manifiestos indicios de desprotección estatal-, la infamia de una acción política ilegítima e ilegal, orquestada desde las cimas del poder para desviar la responsabilidad de los autores del asesinato de 85 argentinos hacia hipótesis tergiversadas. Éste es el fondo de la cuestión, lograr que otros carguen con la culpa para liberar a los verdaderos autores de la presión de búsqueda de Interpol, que los tenía confinados formalmente en el territorio de Irán.

Y todo a cambio de supuestos beneficios económicos y políticos, derivados de la proyectada ampliación del intercambio comercial para resolver los faltantes de combustible derivados de la perniciosa política petrolera del kirchnerismo.

No hace falta recordar al respecto que los gobiernos de Néstor y Cristina acabaron con nuestro autoabastecimiento, lo que generó un gravísimo impacto en nuestra balanza comercial. La sangría de divisas, y el creciente aislamiento internacional, impulsaron la decisión del gobierno en dirección al petróleo iraní, que se pagaría con granos que el gobierno puede adquirir a precios muy convenientes a causa del impacto de las retenciones y el atraso cambiario. Negocio redondo, cuyos réditos marginales retribuirían las gestiones de los operadores involucrados, aquí y en Irán.

Por ello, creemos que la mayor presión de la opinión pública debe orientarse a vigilar y promover la sustanciación de las denuncias que se tramitan ante el juzgado del Dr. Ariel Lijo, brindándosele la mayor visibilización posible, de modo de que le sirva de armadura frente a las presiones políticas y mafiosas que sin duda ya se hacen sentir.

En este sentido, el discurso de anoche de la presidente no agrega nada nuevo a su anterior relato acerca de los motivos que llevaron al Memorando de Entendimiento. Es más, como jamás reconocerá un error, lo reivindicó. Habló de la importancia de los expertos internacionales (de los que Khalil dice en la escucha que es puro piripipí). Se olvidó de Nisman, al que sólo mencionó para criticar su tarea. Evocó su trabajo por los derechos humanos en el intento de desautorizar cualquier denuncia que ponga en tela de juicio su acercamiento a los iraníes. Y como ocurriera con el Poder Judicial, cuando exasperada por fallos adversos intentó hacer en pocos días una reforma que arrasara con sus supuestos enemigos tribunalicios, ahora hace otro tanto con la Secretaría de Inteligencia. A ese fin, envía al Congreso un proyecto de ley, redactado entre gallos y medianoche, que la disuelve, y cuyo núcleo es la entrega del manejo de las escuchas al Ministerio Público Fiscal, que depende de la Procuración General de la Nación en manos de Alejandra Gils Carbó, impregnada de parcialidad y su ariete en la Justicia. Nueva cortina de humo en su huida hacia adelante.

La muerte de Nisman ha corrido el escenario, dejando detrás de bambalinas la sustanciación de las denuncias por él realizadas y que involucran a la propia presidente.