ENTREVISTA CON EL DISEÑADOR Y DIBUJANTE LISANDRO ESTHERREN

“Un diálogo constante entre el estudiar y el hacer”

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La historieta como un oficio minucioso.

Foto: GENTILEZA L. ESTHERREN

 

Estanislao Giménez Corte

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“Trabajo en el tablero 10 horas por día”, dice Lisandro Estherren (Paraná, 1980), diseñador gráfico (UNL) y dibujante. Enfocado en la consolidación de su carrera dentro de la “novela gráfica”, el joven profesional ya ha publicado en la Argentina (“Etchenike”, adaptación de “Manual de perdedores”, de Juan Sasturain), en Uruguay (“Novelas ejemplares”, basada en la obra de Cervantes), en Italia (“Lanciostory”) y en Estados Unidos (“Badlands”). En 2014 se publicó el volumen “Misterios del cuarto cerrado” (Editorial Pictus), con guiones de Rodolfo Santullo sobre cuentos clásicos de Edgar Allan Poe, Gilbert K. Chesterton, Conan Doyle y otros, en el que participó junto a otros dibujantes. El resultado tuvo una muy buena recepción y críticas. Aquí, algunas consideraciones sobre su trabajo.

—Tu relación con la historieta como género ¿cómo se origina? ¿qué obras en particular funcionaron como estímulo, inspiración o simplemente gusto?

—Comienza en la infancia, a través de la profusa lectura del material que llegaba a mi ciudad. Con los amigos del barrio nos juntábamos a leer “Mafalda”, “Patoruzú” y “Patoruzito”, “Condorito” y, sobre todo, “Lúpin”, una revistita que reunía varias historias en torno a un piloto de avión (de ahí el nombre de la revista: un anglicismo de looping, la maniobra acrobática aérea) pero que nos fascinaba sobre todo porque traía entre sus páginas diversos planos de electrónica, de maquetas y consejos de campamento y supervivencia, que la mayoría de las veces intentábamos poner en práctica con escaso éxito.

En la adolescencia leía lo poco que había en los quioscos; sobre todo revistas de superhéroes. Curiosamente, el cine fue uno de los medios que más profundizó mi relación con la historieta: después de mirar películas, me sentaba durante horas a reproducirlas a través del dibujo, escena por escena; en esos cuadernitos de hojas rayadas. Llegué a garabatear unos 25.

Con el tiempo uno descubre otras dimensiones de la historieta: lee pero también estudia autores y guionistas, aprecia técnicas de dibujo, comprende la historia del medio. Surge así la idea de hacer historietas como un oficio.

—¿De qué manera pudiste conjugar el diseño gráfico y el dibujo? ¿en qué cosas se complementan y en cuáles se alejan? ¿en qué cosas la formación académica contribuyó -si lo hizo- a tu formación como dibujante?

—Decidí mi orientación académica como parte de esa búsqueda plástica y gráfica. Al transitar la carrera de Diseño me encontré con un ambiente estimulante y dinámico que me proporcionó nuevos puntos de vista y numerosas herramientas conceptuales y técnicas. El trabajo teórico y el desarrollo de proyectos que allí realicé contribuyeron a conceptualizar el lenguaje de la historieta, a comprenderlo desde una perspectiva morfológica e histórica. Como dibujante, sin embargo, tuve la necesidad de estudiar y desarrollar por mi parte recursos, estrategias y herramientas prácticas para su producción.

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Lisandro Estherren, en su tablero donde pasa diez horas diarias.

Foto: GENTILEZA L. ESTHERREN

Existe un diálogo constante entre el estudiar y el hacer.

—¿Cómo y de qué manera comenzás a trabajar en novela gráfica? ¿cómo es el método o procedimiento para adaptar un texto literario, clásico o no (de Sasturain, de Cervantes, de Conan Doyle)? ¿trabajás directamente con el guionista? ¿hacés una lectura por tu cuenta?

—Tuve la suerte de realizar varias adaptaciones de textos literarios a historieta. La mayoría ha sido en colaboración con el escritor y guionista Rodolfo Santullo. Esto implica un doble trabajo sobre el texto a adaptar: el guionista realiza una criteriosa y compleja labor de interpretación y selección, ya que condensa y sintetiza un (si se me permite) espesor narrativo propio de otro lenguaje. Mi trabajo consiste en estudiar el guión extensiva e intensivamente, de modo de tener una visión general del mismo, pero al mismo tiempo, leer el texto original para complementar y enriquecer visualmente el producto final. A partir de allí se buscan referencias visuales que sirvan a los fines de la representación y se toman diversas decisiones plásticas para llevar a cabo la transposición del texto a imagen (técnicas de dibujo, diagramación, caracterización de los personajes y los espacios, etc.).

—En lo relativo específicamente al dibujo ¿cuáles son tus técnicas, tus modos de trabajo, preferencias, influencias?

—Mi forma de trabajar ha ido mutando como consecuencia del aprendizaje autodidacta: en la búsqueda de materiales y técnicas, surgen nuevas formas de hacer las cosas desde la prueba y error; a través de la reflexión y la práctica. Esto implica a veces, un estudio extenso y trabajoso, no exento de azares. En general me interesan todas las variantes y posibilidades de la tinta y el acrílico; empleo varias técnicas de entintado y múltiples herramientas como estilógrafos, plumín, pinceles, marcadores kurecolor, biromes. Trabajo en el tablero 10 horas por día, con herramientas analógicas y escasos procesos digitales (escaneo y corrección finales). Se trata entonces, no sólo de dibujar por gusto, sino de cumplir con las obligaciones; entregar los proyectos en tiempo y forma.

Como parte de mi formación, existen artistas que son referencia e influencia constante en lo que hago. Son los grandes maestros del claroscuro en la historieta, como Alberto Breccia, José Muñoz, Eduardo Risso, Milton Caniff, Mike Mignola. A partir de este núcleo, uno va sumando influencias, mirando, incorporando cosas. Creo que es necesaria una actitud de apertura constante, de aprendizaje y reflexión sobre el trabajo propio y de los otros.

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Uno de sus trabajos. Foto: GENTILEZA L. ESTHERREN

“Estoy terminando de dibujar y entintar una miniserie de terror y espionaje para Estados Unidos (...) Luego está en carpeta una novela gráfica de ciencia ficción (en co-autoría con Gastón Flores) y algo para una nueva antología de Editorial Pictus”.

“Históricamente, Argentina tuvo una verdadera industria de la historieta, que dio grandes obras y autores al mundo. Esto por supuesto cambió (pero) en la actualidad existe en el país un panorama bastante rico de editoriales y publicaciones (...) que apuestan no tanto al volumen sino a la calidad de lo publicado”, sostiene Estherren.