La aventura

Por Arturo Lomello

Mientras nosotros nos debatimos en procura de cumplir con el sentido de la vida y nuestra pequeña y misteriosa aventura íntima, el macrocosmos desarrolla su viaje inmenso que visualizamos en esas estupendas noches estivales que nos permiten asistir al inenarrable espectáculo de los millones de astros que aparentemente fijos, en verdad, se desplazan a velocidades increíbles. Espectáculo maravilloso y gratuito. Allí no caben las finanzas, las cotizaciones de la bolsa, las especulaciones usurarias. Por más que no estemos en el paraíso, hay un profundo y abismático silencio del que surge la vida, pleno de revelaciones para quien tenga ojos para ver el universo. Es una inacabable sinfonía de la cual cada mundo es una nota. No importa que también quizás en alguno de esos mundos impere el mal, porque en medio de la diversidad y pluralidad hasta el mal se convierte en bien.

Lo mejor de nuestra vida es lo gratuito y ocurre que tal carácter gratuito escapa a nuestra rústica atención sometida a la mezquindad humana.

Existe un inmenso poder en el universo que se llama mímesis. Por él los hijos imitan a los padres y el ambiente en que vivimos se transforma en nuestro educador. Así se comprende por qué nuestro país ha perdido poco a poco sus virtudes esenciales y priman el engaño, la mistificación y la vulgaridad. ¿Cómo puede ser que un país que tuvo una de las mejores educaciones del mundo se haya degradado hasta el nivel en que nos encontramos? Por supuesto, la mímesis es la consecuencia de un cúmulo de factores que también cabe analizar. Pero asumir la conciencia de ese poder de la mímesis nos permite dar un paso grande para salvar un dificultoso obstáculo en el rumbo de esta bellísima aventura que es la vida.