La renuncia de Lalo Vega...

El jugador-médico al que le “tiraron” con la presidencia

  • Hizo camino al andar, no había mostrado vocación previa de dirigente, se planteó tres objetivos y los logró, se va por un problema de salud pero podría haber pedido licencia teniendo en cuenta el largo período que falta para terminar su mandato.
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La última foto de Lalo Vega como presidente de Colón, en el momento de informar su decisión de renunciar al cargo y alejarse del club. Foto: Manuel Fabatía

 

Enrique Cruz (h)

No fue un paracaidista, pero su corta carrera dirigencial se circunscribió exclusivamente a ser el presidente del club —nada menos— durante 14 meses. No fue un paracaidista, porque Lalo Vega jugó en Colón en la década del 70 y luego fue el médico del club durante muchísimos años. ¿Quién puede ignorar el conocimiento acabado que tiene del mundo Colón?, nadie. Conoció técnicos, planteles, vivió momentos felices y también muchos momentos duros, de esos que permiten un bagaje de conocimientos que no se aprende en ninguna universidad.

Es cierto que los dirigentes son más un producto de la práctica y del “hacer”, aún a partir de las lógicas equivocaciones, que del “aprender”. Alguna vez se llega a un nivel de aprendizaje, pero esto se logra a través de la práctica. Y es cierto también que en un mundo convulsionado, complejo y pasional como el del fútbol, es prácticamente imposible hacer todo bien.

Alguna vez, un veterano, brillante y ya desaparecido dirigente del fútbol argentino, comentó: “es muy difícil cuando tenés arcos cada siete días”. Y mucho más en este país, donde dos victorias seguidas generan tanta euforia como desencanto si se convierten en dos derrotas.

Lalo Vega asumió en una situación muy complicada. Tiene razón cuando dice que mantener la categoría era una empresa harto difícil. Hubo técnicos de mucho nombre que le dijeron que no, caso Fossati o el mismo Caruso Lombardi. La llegada de Osella fue una patriada propia y le salió muy bien. Nunca antes, Colón estuvo primero en la tabla durante tantas fechas. Y le faltó apenas un puntito para conseguir la hazaña de mantener la categoría.

La exigencia deportiva creció para el segundo semestre del año. El equipo consiguió el ascenso, sufrido, como muchas veces se sufrió en la historia de este club, pero la vuelta a Primera fue rápida. Deportivamente, no hay mucho lugar para el reproche. Quizás el hincha espere otra cosa del equipo en cuanto al estilo de juego. Pero nadie puede ignorar que la campaña del año pasado, aún con el descenso que se caía de maduro, tiene más aristas positivas (la cantidad de puntos cosechados) que negativas (un estilo de juego que a muchos no gustó).

Es cierto que Vega recibió un club con una situación económica muy complicada, pero también es verdad que se vendieron jugadores propios por una suma de dinero que le permitió aliviar muchísimo la situación, a lo que se sumó, obviamente, un manejo prudente de los ingresos y la decisión de apelar al salvataje deportiva como medida legal y económica para salir adelante.

La impresión es que se buscó una figura convocante con Lalo Vega. Y que Lalo asumió, pero sin esa convicción firme que tienen lo que verdaderamente se lanzan a la carrera política. Lalo Vega no es un dirigente de raza, es un colonista que apareció en la vida política del club en un momento duro y sólo con el antecedente de haber sido jugador y médico, pero haciendo camino al andar y en un rubro, el de dirigente, que no es fácil de transitar.

Aclaró que su problema de salud —absolutamente real— no tiene que ver con Colón y que es algo que lo persigue desde sus tiempos de jugador. No se discute la veracidad de sus dichos. Pero es posible —sólo posible— que de no haber existido el problema de salud, quizás también Lalo hubiese pensado “más de dos veces” seguir o no seguir.

Tiene razón cuando habla de la “democracia” de su comisión directiva. Y también cuando expresa que nunca fue su intención, la de ejercer una presidencia individualista o autoritaria. Convengamos algo: el fútbol argentino tiene mucho de personalismo en sus presidentes. Si está bien o mal no se sabe, hay ejemplos a favor y en contra, lo que importa es que exista un presidente firme en sus convicciones. Y esa firmeza se consigue no sólo tomando decisiones, sino también encolumnando al resto detrás de su figura. Esta comisión directiva se formó a partir de una heterogeneidad de sectores y sólo en la convicción y capacidad política del presidente, se logran acomodar las diferencias. Algo que ahora será responsabilidad de Godano.

Se va Vega, anunciando que regresará al club, que “no abandona la lucha”. Pero renuncia y no pide licencia, todo un gesto elocuente de su intención y deseos de finalizar ya mismo su corta carrera como dirigente, al menos bajo esta responsabilidad que le encomendaron los socios que, a propósito, votan generalmente al hombre, si se trata de elecciones en su club, mucho más que a la propuesta o a las promesas. Si su objetivo, alguna vez, hubiese sido el de ser dirigente del club, seguramente habría solicitado licencia. Es mucho el tiempo que le quedaba para el final de su gestión. Pero nadie puede meterse en la cabeza y el sentimiento del otro. El mismo Vega dijo que pretendía lograr tres objetivos: 1) pagarle al Atlante; 2) ascender a Primera y 3) presentar el salvataje deportivo. Objetivos importantes, nadie los niega, pero todavía con mucho por recorrer y por hacer.

430 días

Son los que estuvo Eduardo Vega al frente de la institución.

Como Passarella y Babington

  • Víctor Francisco Godano, a partir de ayer, se suma a una lista muy corta de nombres que fueron jugador, entrenador y presidente de un mismo club. Daniel Passarella en River y Carlos Babington, en Huracán, son anteriores exponentes de este minúsculo grupo.

En el caso del Bicho, su trayectoria como jugador fue dilatada, aunque como entrenador apenas dirigió un partido, ante San Lorenzo. Ahora asume la función de presidente después de la renuncia de Vega y siendo el único que, por el momento, aceptó el corrimiento del cargo.

A partir de ahora se harán los respectivos estudios para los otros corrimientos. En principio, Gustavo Ingaramo debería ocupar el cargo de vice primero y Abel Demanuele el de vice segundo, si es que ambos lo aceptan; caso contrario, quedarán en los puestos que ocupan.

Estatutariamente, habrá que ver si el cargo de vicepresidente que queda vacante es para Sergio Villanueva, por ser secretario o para Omar Bonacci por ser tesorero. O bien le corresponde al vocal titular primero. En el caso de los dirigentes mencionados, todo parece indicar que ambos se quedarían en los puestos que actualmente ostentan.