Cuaresma

Para curar el alma

El 18 de febrero comenzamos una nueva Cuaresma, que cada año busca incorporarnos a una renovación de fe cristiana como discípulos de la vida pascual de Cristo, “fuente y meta para el hombre redimido”.

El llamamiento que Jesús hace a sus discípulos es seguirlo con pasos siempre nuevos en el camino de la fe, cuya meta será vivir el gozo del Evangelio Evangelii Gaudium, como lo proponía en su Exhortación Apostólica el Papa Francisco hace un año.

Una misma fe anunciada por Jesús fue evolucionando y creciendo en su compresión, enriqueciéndose a través del tiempo y aportando mayor claridad para respuestas siempre fundamentales sobre el “sentido de la vida”.

En esta América Latina podemos vivir distintos nuevos pasos en este crecimiento de la fe. Haciendo un poco de memoria histórica, recordamos los distintos eventos que fueron actualizando la misma fe con renovados perfiles, para responder con mayor fidelidad al Evangelio de Jesús al servicio de la salvación del hombre y del mundo actual.

Así, en 1968 el Episcopado Latinoamericano se reunió en Medellín (Colombia); en 1979 este mismo Episcopado estuvo en Puebla (México); en 1992, en Santo Domingo, y por último en 2007, en Aparecida (Brasil). Perfiles propios marcados por el Episcopado Latinoamericano en búsqueda de una mayor fidelidad al Concilio Vaticano II, para esta Iglesia peregrina. Fueron acontecimientos importantes que modelaron y reformularon la fe para los cristianos de este continente, que con Aparecida cobraron nuevas fuerzas para la Iglesia universal con la llegada del Papa Francisco.

Cuando se habla de una fe personalizada entendemos que la vida de fe se juega en el corazón de cada uno desde donde se toma las opciones vitales. En esta Cuaresma se nos propone la necesidad de confrontar nuestra propia fe con la realidad que hoy quiere vivir esta Iglesia del siglo XXI. Una fe auténtica integrada a la vida puede tener momentos de vitalidad, como momentos de decaimiento y de verdadera crisis existencial.

En el camino de la experiencia personal de una vida con sabor a espiritualidad, experimentamos las luces fuertes de un entusiasmo cristiano con momentos de sombras y de crisis. Una de las enseñanzas luminosas que nos dejó el Concilio Vaticano II sobre la vida de fe es la de entrar en una comunión vital con el Credo que nos trajo Jesús. Mantener una relación permanente con un Dios vivo y actuante significa ir respondiendo a la palabra de Dios, creciendo en compromisos nuevos en la vocación cristiana.

Como seres humanos vivimos frecuentemente momentos de crisis, desalientos, frustraciones, desilusiones. ¿Puede ser eficaz todavía hoy el Evangelio de Jesús para transformar el mundo? De las conversaciones del Papa Francisco se desprende la constatación de una carencia de entusiasmo existente hoy para la vida de fe, de ahí que escribiera la exhortación Evangelii Gaudium, muy semejante a aquella exhortación Evangelii Nuntiandi que impuso un vigor nuevo, actual y la fuerza transformadora del Evangelio.

En esta Cuaresma podemos renovar nuestra fe buscando un camino programático de nueva vida, recordando aquellas palabras del apóstol Pablo cuando estimulaba a su discípulo Timoteo diciéndole: “Reaviva la fe que has recibido por imposición de mis manos” (2 Timoteo 1,6).

Por Hilmar Zanello