Tiempo de definiciones

El campo sufre un temporal de agua y un vendaval político. El creciente nivel de conflictividad social se sufre en los silobolsas, que se rompen como símbolo de la preocupante intolerancia civil.

Federico Aguer

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Nunca fueron fáciles las transiciones políticas en la Argentina. Es que siempre estuvieron acompañadas de crisis políticas y económicas que tiñeron esos procesos de violencia y espanto.

En la charla que tuvimos con Salvador Di Stéfano en Santa Fe se proyectaron algunos escenarios para el campo y la sociedad argentina que permiten generar ilusiones para el mediano y largo plazo, aunque encienden luces de alarma para los días que se vienen.

A lo largo de una década ejerciendo la casi totalidad de la suma del poder público, la presidente ha configurado un sistema extremadamente personalista que pulverizó cualquier intento de continuidad por parte de algún sucesor que le haga sombra.

Si bien la decisión del juez Rafecas de desestimar la denuncia del extinto Nisman trajo algo de tranquilidad a la Casa Rosada, avanzan las causas por otras acusaciones. Y los delitos de los que se los imputa son de tal gravedad, que la pérdida de fueros puede acelerar los tiempos judiciales en el final del mandato, confrontando las ideas de justicia y paz social.

Argentina supo demostrarle al mundo que tenía el coraje para juzgar a los dictadores. El tiempo dirá si también lo tiene para hacerlo con quienes no supieron estar a la altura de la democracia y se enriquecieron a espaldas del pueblo que los votó.

Además, el riesgo creciente de conflictividad social se potencia ante la ausencia de compromiso político y judicial para combatir la delincuencia común y el narcotráfico, mientras el campo observa impotente la multiplicación de atentados contra los silobolsas, depositarios del grano que los productores retienen a la espera de mejores precios, como hace cualquier empresario con su producción. El creciente robo de armamento de los cuarteles del Ejército agrega mayor incertidumbre respecto del destino de ese peligroso botín.

La Mesa de Enlace, en una prudente decisión, apostó por una jornada de esclarecimiento para evitar ir al choque y explicarle a la ciudad el quebranto de las economías regionales. El intervencionismo regresivo terminó fundiendo hasta la última actividad que resultaba rentable: la soja, haciendo peligrar a nivel global un millón y medio de fuentes de trabajo genuinas en el interior del país.

Los desafíos para quien asuma el ejecutivo son enormes, ya que no será fácil revertir esta tendencia de un día para el otro. Pero deberá hacerse con la convicción que 600 millones de personas esperan nuestros alimentos y hacia allí debemos marchar, juntos.