editorial

El “Nueragate” golpea a Bachelet

  • Sobre la base de información interna sobre un cambio de zonificación de terrenos, su nuera compró baratas, con un crédito bancario, tierras que aumentaron abruptamente de valor.

La presidente de Chile, Michelle Bachelet, se esforzó por brindar una explicación digna a la sociedad acerca del escándalo económico y político provocado por su nuera y su hijo. A diferencia de lo que sucede con demasiada frecuencia en la Argentina, la mandataria privilegió el compromiso con sus votantes, no atribuyó lo sucedido a maniobras de sus opositores y no tuvo reparos en exigir la renuncia de su hijo del cargo menor que ocupaba, e incluso en pedir disculpas, enfatizando que ella ignoraba las operaciones financieras con tierras tramadas por sus parientes de primer grado.

El comportamiento de la dirigente socialista satisfizo a la opinión pública argentina, desacostumbrada a este tipo de respuestas -responsables y republicanas- por parte del poder. Por el contrario, aquí abundan los privilegios de la familia presidencial, más cercanos a los regímenes monárquicos que a las democracias republicanas. Sin embargo, pese a estas visibles diferencias, da la impresión de que los chilenos no quedaron conformes con las explicaciones dadas y las decisiones tomadas por la señora Bachelet.

Por lo pronto, los dirigentes de su propio Partido Socialista descreen que la mandataria haya ignorado los negociados cometidos por su hijo y su esposa. Observan que lo ocurrido poco y nada tiene que ver con la ética socialista, y con esa nefasta tendencia de ciertos políticos profesionales de valerse del poder público para engordar haciendas familiares.

Los partidos de derecha (en Chile, la derecha no esconde su identidad) han sido más duros con la presidente y reclaman explicaciones más precisas acerca de lo acontecido. En principio, nadie cree que un banco pueda otorgarle un préstamo de diez millones de dólares a la nuera de la presidente para que compre tierras fiscales y que, en esa decisión, no haya influido de manera directa o indirecta la investidura de la actual titular del Palacio de la Moneda.

Bachelet fue acusada por sus opositores de haber alentado el “lobbismo”, permitiendo que un banco poderoso otorgara un generoso préstamo a sus familiares a cambio de beneficios recíprocos, salvo que alguien suponga que diez millones de dólares se prestan a cambio de nada. Tan grave como la suma de dinero en juego, es el negociado montado luego por la nuera de la presidente, negociado consistente en comprar tierras baratas y venderlas luego a un precio muy superior. La jugada estuvo basada en el acceso a información interna -conocida con anticipación- respecto de un cambio de zonificación de terrenos que pasarían de la categoría rural a la urbana con el consiguiente cambio de valores inmobiliarios.

La maniobra recuerda a la compra de terrenos comunales en El Calafate -a precio vil- por parte de Néstor Kirchner, tierras que poco después fueron vendidas a una importante empresa a precios altos con una ganancia extraordinaria. Sólo que aquí, al margen de las denuncias periodísticas, a nadie se le movió un pelo.

Conclusión: la presidente Bachelet, de bien ganado prestigio en su anterior mandato, atraviesa uno de los momentos más difíciles de su prolongada carrera política. Los contratiempos ocurren en los inicios de su nueva gestión y cuando debe librar una aguerrida lucha política para imponer las reformas prometidas durante la campaña electoral. Hasta el estallido del “Nueragate”, la actual presidente conservaba un alto grado de imagen positiva. Pero a partir de este escándalo, corre el peligro de resquebrajarse. Su hijo ha renunciado a los cargos públicos que desempeñaba, y ella misma ha pedido disculpas, pero da la impresión de que en el proceloso escenario político chileno estas respuestas no alcanzan.

Su hijo ha renunciado a los cargos públicos que desempeñaba, y ella misma ha pedido disculpas, pero da la impresión de que estas respuestas no alcanzan.