El Negro Moreira, uno de esos tantos uruguayos que llegó para quedarse...

“Yo era un ‘5’ que pegaba patadas como cable pelado”

  • Ayer cumplió 70 años, pero se hizo un tiempo, juntó a los nietos y visitó El Litoral. Marzo es un mes especial para él, porque debutó en Colón, contra Estudiantes, en este mismo mes pero de 1966. Uno de esos tantos personajes que dio el fútbol, cuando el fútbol era otra cosa.
D6-A-DSC_0956.jpg

El día que cumplió 70 años, el Negro Moreira compartió este recuerdo con sus nietos Matías, Margarita, Francisca y Tobías. Falta Tomás, para completar el quinteto. Foto: Luis Cetraro

 

Enrique Cruz (h)

El Negro Ramón Moreira es uno de esos tantos uruguayos que echó raíces en Santa Fe. Por eso se justifica tanta emoción cuando habla de Santa Fe, porque aquí conoció a su amada Betty, acá nacieron sus tres hijos (Alejandro, Corina y Fernando, que está de técnico en Diamante) y acá vive compartiendo las horas con una familia que se amplió con la llegada de cinco nietos. Jugaba en Cerro de Uruguay, allá por la década del 60 y ahí conoció a Orlando Medina. “Orlando se vino en el 65, yo me quedé porque Cerro hizo una gira por Sudamérica, pero al año siguiente Italo y De la Cruz Rodríguez me fueron a buscar. El 19 de marzo de 1966 me vine a Santa Fe, recuerdo que viajé con Luis Sauco, que arregló ese año con Unión. Allá en Uruguay nos llevábamos bien, pero acá nos llevamos mal”, cuenta el “Negro” entre risas, porque hoy Luis Sauco es uno de los buenos amigos que ha sabido cosechar.

—¿Cómo era Colón en ese tiempo?

—En el 66 tuvimos la suerte de salvarnos del descenso, me acuerdo del lío descomunal que se armó en la cancha de Quilmes. Después pasé a Los Andes, ahí compartí el plantel con Ciro Barbosa, Jorge Ginarte, el Mono Obberti, Villagra, que luego fue a Boca y Angel Tulio Zof de técnico. Y después me fui a Español, donde estaba el Gitano Juárez en sus inicios de entrenador.

El Negro Moreira trabajó mucho en las escuelitas de fútbol. La primera la tuvo en Las Delicias, en Sauce Viejo, durante ocho años. Luego trabajó en Arroyo Leyes con Marcelo Gagliardi y, a la vez, en el polideportivo de la costanera. “Viajamos al Uruguay y llevamos muchos chicos a Lanús y a Gimnasia, cuando estaba Ramaciotti”, cuenta el Negro Moreira.

—Volviendo a ese Colón del 66-67, ¿cuál era el mejor jugador que tenían?

—Varios... Teníamos un defensor bárbaro como Sanitá, un verdadero mariscal. Además, contábamos con el mejor arquero, que era el flaco Errea. Y también estaban Orlando Medina y el Negro Cardozo, que luego fueron a Boca...

—Y vos, ¿qué clase de jugador eras?

—Yo jugaba de “5” y pegaba patadas como cable pelado... Otra cosa no sabía, entonces tenía que ir al frente. Sanitá y otros muchachos me decían: “Moreira, ¡dále, eh!...”. Y me peleaba en todas las canchas...

—Y te echaban mucho...

—Guillermo Nimo me llevaba loco, me echaba siempre... Un día en cancha de Gimnasia, en La Plata, me echó. Entonces, le dije: “¡Eh, me estás echando otra vez!” y me contestó: “No te tendría que echar, te tendría que meter preso”... Cuando me dirigía, seguro que iba para afuera. Antes de empezar el partido, me decía: “Te portás bien o a la primera te rajo”.

—¿Y a quién lo tenías “alquilado” a la hora de pegarle?

—El que era un verdadero “diablo” y jugaba en Quilmes, era “Pichón” Vitale. Y después, otro que me llevaba loco y le pegaba mucho era Ermindo Onega.

—Recién hablabas de un partido con Quilmes, ¿qué pasó?

—En el partido de la primera rueda vinieron acá y les ganamos 1 a 0. Se armó lío con la hinchada, porque los de Colón les pegaban a los hinchas de Quilmes y los tiraban al río. El técnico nuestro era Etchegoyen y Pepe fue claro conmigo: “Este hombre no puede jugar, porque nos va a enloquecer. Yo ni te voy a mirar, vos ya sabés lo que tenés que hacer”.

—Te dio vía libre, Negro...

—Me dio via libre... Hice una chilena y le pegué la patada en el hombro, casi lo quiebro... Cuando jugamos la revancha, los hinchas de Quilmes le gritaban a sus jugadores: “¡Mátenlo a ese Negro asesino!”... ¡Que era yo!...

—No necesitás aclararlo...

—Pegué una patada y se armó un quilombo de novela, se suspendió el partido... Yo era fuerte, pegaba un poco pero nunca lastimé en serio a nadie.

—¿Cómo te llevabas con Italo?

—No tenía una moneda y a veces estábamos tres o cuatro meses sin cobrar. Cuando venía Boca o River, nos decía que íbamos a cobrar... Me acuerdo que por ahí nos decía que vayamos al club a cobrar, y cuando llegábamos ya no estaba.

—¿Hiciste plata en el fútbol?

—Nada. Los únicos que hicieron un poco la diferencia fueron Orlando Medina, Raúl Cardozo, la Chancha Manfredi que se fue a Ecuador... Pero los que nos quedábamos acá, terminábamos debiendo.

—¿Qué hacés ahora?

—En el club Litoral están Copete Simonsini y los hermanos Rojas que son amigos míos y hago algunas rifas. En el club Los Hornos están Alberto Ingrasciota y Adrián D’Angelo, que le dicen Pajarraco y es el bufetero. Además, en el club 4 de Julio tengo un grupo de gente que me compra ropa, como el Turco Ale, el Cabezón Aguilera, Luis y Teodoro Juárez, Andreychuck, Luis Sauco, el Turco Villa, el Negrito Guillermo y el doctor Rodolfo Sacks, que estuvo en Colón. Voy siempre por esos lados, son amigos y me dan una mano.

Se emociona el Negro cuando habla de Colón, pero más cuando menciona a Santa Fe. Echó raíces muy fuertes. Formó una linda familia que ahora disfruta. Y su particular forma de ser, hizo que se le abrieran puertas. Muestra con orgullo una foto que comparte con el Tata Martino y también con Miguel Brindisi, cuando era el técnico de Lanús. Son esos recuerdos que anidarán por siempre en su memoria y en su corazón, como la foto de aquél Colón de 1966, que marcó un antes y un después en la vida de este morocho uruguayo que no dudó en quedarse.

El primer punto en la A

El Negro Moreira tiene un gran halago, que es el de haber debutado en Colón el día que se consiguió el primer punto en la máxima categoría.

Los sabaleros ascendieron a la A en 1965 y al año siguiente debutaron en Primera. En ese torneo, debutaron en Santa Fe ante Chacarita y cayeron 2 a 1, para visitar luego a River y perder por 4 a 2.

El 20 de marzo de 1966, Colón jugó con Estudiantes de La Plata en un Centenario a full y empataron 1 a 1. Era el equipo de Osvaldo Zubeldía, que empezaba a pergeñar lo que luego iba a marcar a fuego la historia de esa institución, con los logros nacionales e internacionales.

En ese torneo de 1966, el campeón fue Racing. Colón, por su parte, consiguió salvarse del descenso milagrosamente, ganándole a Banfield en la última fecha por 3 a 0 y condenando a Quilmes, con el que se había enfrentado y perdido —el partido del escándalo que apunta Moreira— en la penúltima jornada. En esa última fecha tuvo una ayuda de Lanús, que venció a Quilmes por 4 a 3. Colón sacó 27 puntos producto de 8 partidos ganados, 11 empatados y 19 perdidos. Eran tiempos de promedios para determinar el descenso, el último fue Quilmes y el penúltimo Colón, pero hubo un solo descenso de categoría.