El Cairo, la ciudad indescifrable

El Cairo, la ciudad indescifrable

Panorámica de El Cairo, la ciudad gris que siempre parece estar cubierta por la niebla.

El autor -un periodista freelance- hace un año realizó un viaje de 8 meses por el continente silenciado: África. En esta nota relata sus vivencias cuando recorrió El Cairo, “una experiencia fascinante”, donde “nada permanece quieto o en silencio. Todo es ruido, escándalo y movimiento”, asegura.

 

TEXTOS Y FOTOS. JUAN IGNACIO INCARDONA ([email protected]).

Caminar por El Cairo es una experiencia fascinante. Nada permanece quieto o en silencio. Todo es ruido, escándalo y movimiento. Las calles son polvorientas, hasta en las zonas más urbanas y modernas. Hay tierra en todos lados y los autos la remueven constantemente. Seca la garganta y perturba la visión. Parece una espesa niebla, que borra la vista de las edificaciones en el horizonte, pero en realidad es una mezcla de polvillo con smog, de la superpoblada ciudad. Actualmente, alberga a más de diez millones de personas.

Los edificios en las zonas alejadas a la city son altos, se ven los ladrillos apilados y sostenidos con cemento. No siguen el estilo “ladrillo a la vista” de algunos coquetos barrios modernos, es que no hay para más, sólo están para dar techo y refugio. Ni revoques, ni decoración.

La ropa cuelga sobre los balcones y se seca en pocos minutos con el imponente sol de mediodía. Se ve descolorido el panorama, del tono de la tierra de la calle. Sólo las prendas de vestir rompen la monotonía de la escena. No parecen existir las casas, todo va hacia arriba.

La perspectiva cambia cerca del Nilo. Allí está el lujo, los grandes hoteles iluminados con carteles de publicidades, con diseños modernos y colores llamativos. Las grandes empresas también están apostadas allí, a orillas del monumental (y tremendamente contaminado) río, que le da aire al recargado ambiente. Por la costanera, repleta de puestos de vendedores ambulantes de té, es posible apreciar la pomposidad de la ciudad, de contrastes enormes y una desigualdad atroz.

El tránsito es caótico, convulsionado. No hay delimitaciones de carriles en las calles. Todas parecen doble mano, pero en la mayoría de los casos no hay espacio para que circulen dos autos. Los automovilistas, que hablan por celular al volante sin pudor alguno, paran en doble fila, estacionan en cualquier lado y giran cuando sea necesario. Discuten entre sí airadamente. Es un gigantesco desorden que parece tener reglas y un marco de contención, por más contradictorio que parezca.

Los peatones caminan por la calle, ya que las veredas -que por lo general no tienen cordones- están repletas de comercios o autos estacionados y son muy angostas. Se cruza por donde se pretenda, sólo hay que tener agallas. Basta un gesto con la mano como para que los autos se detengan un poco y se va zigzagueando hasta llegar al otro lado. En las autopistas las paradas de colectivo están sobre las banquinas pero sin demarcaciones especiales. Las combies pegan frenazos para cargar o descargar pasajeros y obligan a los que vienen detrás a cambiar de carril, con el riesgo que ello implica por las grandes velocidades a las que se maneja.

Los bocinazos son el ruido ambiente permanente. La impaciencia por los enormes atascamientos del tránsito es una de las razones por la que los egipcios son ruidosos. Es una forma de ser: los conductores de las viejas combies, los taxistas, los que manejan los “topos” (taxi-triciclos) y todo automovilista abusan de la bocina indiscriminadamente.

A LA VENTA

Los puestos en plena calle, al aire libre, están por todos lados. Generalmente se asientan cerca de terminales o del metro. Este medio, que curiosamente se llama de la misma forma que en España pese a que la mayoría habla en árabe, es el mejor medio de transporte de la capital y cuesta sólo un pound egipcio. La relación con el dólar es de 7 a 1.

“Welcome to Egypt”, repiten una y otra vez los transeúntes. Las muestras de hospitalidad son asombrosas. Aunque siempre está el que quiere sacar rédito del turista, vendiendo algún souvenir o perfume a precios exorbitantes para los estándares del país.

Por las calles no sólo van autos. Circulan carretas tiradas por caballos o burros cargando varios kilos de frutas o verduras que también son parte de la postal. Algunos campesinos llevan ovejas y cabras al medio de la ciudad, las alimentan con la basura que está desparramada por todos lados. La gente arroja todo tipo de desperdicios a la calle con una naturalidad que impacta. Montañas de desechos se encuentran en los lugares donde, por algún capricho del alocado planeamiento urbano, no hay construcciones. Decenas de gatos merodean, hurgando los restos. Los tachos de basura son un bien escaso.

Los cafés donde los hombres se juntan a ver fútbol, tomar té o café y fumar shisha, también se encuentran en todos los barrios. Los precios: té menos de tres pounds, shisha y café menos de cinco. La shisha es una pipas de agua de gran tamaño para fumar tabaco especial o saborizado. Siempre, sin tragar el humo.

El hábito de fumar está muy difundido; está permitido hacerlo en todos lados. En lugares cerrados, en los taxis (los conductores suelen ofrecer cigarros), por donde quiera que uno vaya. El metro es el único lugar donde se respira un poco de aire puro, aunque en hora pico cuesta encontrar oxígeno. Una particularidad del metro: las mujeres van en vagones exclusivos. Es para evitar que se mezclen y queden en medio de “apretones humanos”, que se producen en las paradas con combinaciones de las líneas que recorren gran parte de la ciudad.

MEZQUITAS Y LAS CALLES

Se ven muchos velos islámicos y burkas ortodoxos entre las egipcias. Aunque las más jóvenes parecen adecuarlos a la moda, con colores y diseños más llamativos, combinándolos con las prendas de vestir.

Las mezquitas de El Cairo son muy distintas a las de Marruecos, que son estructuras muy altas pero rectas, cuadradas. En Egipto, las torres son cilíndricas, tienen decoraciones, desniveles y terminaciones en punta, como las torres de castillos antiguos, con adornos arabescos. Cuesta encontrar dos iguales aunque todas siguen un determinado estilo. Muchas de ellas están iluminadas con bombitas de luces de colores, que rodean los extremos. Los llamados a la oración musulmana son distintos también. El viernes es el día más concurrido a las mezquitas, cuando empieza el fin de semana, todo el rezo se trasmite por los altoparlantes.

Lo más llamativo y asombroso del Cairo está en la calle, caminando, metiéndose en los mercados, en las zonas céntricas, escuchando los múltiples ruidos que te persiguen donde quiera que vayas. Observando el caótico transitar de la gente, olfateando el humo de las shishas con aromas frutales y las nauseabundas pilas de basura. Todo eso está en El Cairo, una ciudad que marea y sacude las ideas de tanta información.

Qué se come

Los tradicionales platos de “Kushary” son la oferta gastronómica más accesible. En los comedores, donde se prepara el plato típico no suele haber otra opción. La única variable es el tamaño de plato: pequeño por cinco pounds egipcios, mediano por seis, y grande por ocho.

El servicio es casi instantáneo. Es como un “fast food”, con alimentos sanos como fideos, algunos largos y otros tipo tirabuzón, una especie de lenteja pequeña, algunos cereales mezclados, puede tener garbanzos y también maíz. Lleva una salsa de tomate espesa y se le puede agregar una salsa picante a gusto. Más un condimento a base de limón que resulta ácido al paladar.

Todo se sirve en platos metálicos y recipientes plástico. El agua es gratis y también se sirve en jarras metálicas.

Los mozos van vestidos con la ropa que provee el local, al estilo Mc Donald. Sirven a pedido, y retiran los platos ni bien dada la cucharada final. El desfile de comensales es rápido, no lleva más de 10 minutos.

Las cocinas suelen estar a la vista. Allí están los encargados de armar las porciones, agregando un poco de cada ingrediente en el plato. Los movimientos son a toda velocidad. Meten la enorme cuchara en las ollas monumentales y van depositando en los recipientes de distintos tamaños.

El resto del staff lo componen los muchachos que van cargando y reponiendo las ollas cuando se acaba lo que contienen. Y el cajero, que está al lado de la puerta y cobra al salir.

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Las estrechas calles de la ciudad resultan difíciles de transitar pero atractivas para explorar.

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Plato del tradicional “Kushary”, al que se le pueden agregar varios condimentos.

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En la ribera del famoso río Nilo se despliega la opulencia y a modernidad en una ciudad llena de contrastes.

La política

Desde la “primavera árabe”, la convulsionada situación política del país ha generado graves problemas económicos y sociales. Luego de 30 años de dictadura de Mubarak, las masivas y revolucionarias movilizaciones a la plaza Tahrir en 2011 obligaron a dimitir al presidente. En las elecciones de 2012 ganó el candidato de los “Hermanos musulmanes”, Mohamed Morsi, en lo que fueron los primeros comicios libres y democráticos de la historia del país.

Pero el gobierno duró poco. Nuevas protestas multitudinarias ante las que juzgaban como medidas autoritarias del flamante presidente y los temores a la implantación de un Estado islámico, sirvieron de pretexto a los militares para retomar el poder a través de un golpe de Estado encabezado por el oficial al-Sisi, que dejó sus cargos militares para postularse y ganar las elecciones del 2014 con el 97% de los votos. La oposición denunció fraude en un contexto de feroz represión a militantes seguidores de Morsi y la proscripción de su partido.

Al margen de todas estas cuestiones, el baño de sangre en el que incurrieron los militares, en un primer momento para mantenerse en el poder de la mano de Mubarak y luego para recuperar el gobierno bajo el liderazgo de al-Sisi, no tiene precedentes en la historia del país. Los muertos se cuentan por millares. Las matanzas en las plazas Tahrir y Rabaa fueron las más emblemáticas y cruentas de este proceso marcado por el autoritarismo de este grupo de militares que manejan y controlan los negocios de las principales industrias del país, parapetados por potencias extranjeras para mantener el statu quo, en una región fundamental para la geopolítica mundial.