Guasapeando

Guasapeando

¿Vieron, advirtieron ya, mis chiquitos, lo que la tecnología hace en nuestras vidas? El WhatsApp (juego de palabras que combina ¿What’s up? -”¿qué pasa?”-, con app -aplicación) fue creado en 2009. ¡Hace nada! Y ya lo usan unas 600 millones de personas en todo el mundo, incluidos vos, yo y doña Marcia... En esta nota, la verdad desnuda: nada de grupo...

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]).

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

La utilidad de esta aplicación es indudable: te pone a chatear o a comunicarte gratis con tus contactos y vos en tiempo más o menos real podés concertar que la peña de los jueves se reúna a las 21, y esta vez sean puntuales, guachos, o enterarte que los chicos de sexto tienen prueba de matemáticas mañana. O que vas, o que venís, o qué querés o buscalo vos o todos esos mensajes cotidianos (un relato menos ambicioso que los relatos políticos que la historia consagra, pero un relato muy concreto y real, pegado al piso...) que nos muestran a nosotros, humanos, como esos seres atareados en minucias (la vida no es mucho más que eso), fervorosos y preocupados.

Yo visualicé la utilidad del WhatsApp, por ejemplo, con la tarea de la criatura. Antes, si no fuiste a clases o no completaste la tarea, tenías que hacer la artesanal ida a la casa de un compañerito, o la amansadora de recibir un dictado por teléfono que vos trasladabas al niñito en media hora de costosa conversación. Ahora, con una foto sacada por el celular y subida al guasap (criollamente hablando), tenés la tarea y capaz que las respuestas también on line y sin renegar. ¡Genial!

Ahora bien, luego los humanos tenemos ese instinto gregario que hace que nos amuchemos. Quien suscribe, lobo más bien solitario que de manada, prefiere aún el mail mano a mano que el facebook tan público y masivo; y opto por el mensaje personal al traslado unilateral de cualquier cuita o estado de ánimo al guasap.

Pero también el sistema permite la formación de grupos y uno entonces selecciona y recorta y al rato ya tenés resumida, consolidada y con vos (hasta que te choreen el celular y todos tus (grupos se van con otro) a toda tu vida cotidiana: el grupo de los padres de la escuela (uno, dos, tres grupos como hijos tengas, multiplicado por treinta o sesenta padres promedio...), la peña de los jueves, el grupo de paddle, el de fútbol cinco, el de los compañeros de trabajo, el de los ex alumnos del colegio equis y de la escuela jota. Uffff.

Todos esos tipos se comunican, opinan, dicen. Vos cumplís con el supuesto sueño de estar conectado todo el tiempo (y yo pienso que cuando estás en terapia intensiva, también) y al rato podés estar en una pesadilla y en una calesita o montaña rusa de la que no podés bajarte. Entre todos tus grupos y todos los demás contactos, resulta que tenés doscientas personas con vos. Tenerlos físicamente juntos sucede sólo en tu cumple de cuarenta o cincuenta y en tu velorio. Pues bien: acá los tenés a todos, vivitos y coleando. Y cada uno que se activa es un sonidito característico en tu celular y vos, con todo respeto, la tenés puesta: siempre querés mirar quién te llama o habla, ¡maldito y cretino animalito egocéntrico, infantil y propioceptivo!

Los grupos no son constantes y tienen su lógica y su dinámica. La peña de los jueves empieza a andar fuerte el miércoles; el equipo que te permite decir que jugás al fútbol los sábados, arranca un día antes; los grupos de padres y madres, en general están activos siempre. Pupuripipupu, ping pang, dong, o el sonido que quieran, a cada rato, a toda hora. Y si sos de esos capaces de resistir la tentación de consultar de inmediato la evolución de la charla grupal, al rato tenés luces e íconos por toda la pantalla de tu celular...

En el medio, entre toda esa gente tenés al jodón, al cachondo, al que trafica videos (que luego quedan almacenados y son fantásticos cuando tu pibe te saca el celular y revisa), a la desubicada, a la pesada, a la descolgada (vuelta a explicar todo otra vez), a los que mensajean o guasapean (es difícil seguir con los neo verbos a la tecnología) a las tres de la mañana. Yo apago ya mismo el celular, desactivo los grupos hasta que me despierte y sienta nuevamente esa ansiedad colectiva de comunicación. ¿WhatsApp?