Cuando el tiempo se derrumbe

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Pastel de Luis de Luna.

Por Raúl Fedele

“Escribanía de vivos y muertos”, de Leonardo Martínez. Ediciones del Dock. Buenos Aires, 2013.

Escribanía de vivos y muertos recorre la circunnavegación poética de Leonardo Martínez, en una revisión y selección del propio autor, con el agregado de un nuevo libro fechado en 2013: El barro que sofoca. Y la travesía revela fidelidades y variaciones, como la recurrencia de los descubrimientos de la infancia, ese reino perdido no siempre paraíso, tan afín a la iluminación poética, pero también el surgimiento no sólo de nuevos temas (los muertos que computa la vejez, los meandros en la construcción de un ars poetica) sino de la progresiva aparición de una dicción de más largo aliento y extensión, de una precipitación se diría (lo expresa precisamente el poema que cierra el volumen, un “Homenaje a Allen Ginsberg”: “Cumplir el mandato de reconocernos en lo múltiple / ser felices en la cascada multicolor del tiempo / encontrarnos en el amor al uno indivisible”).

Hay voces otras que recorren y pautan los poemarios de Martínez; voces de la estirpe antigua, de los antepasados, del pedazo de tierra que funda el alma (ese pedazo de la Catamarca natal que es toda la tierra). Desde la voz de Felipe Varela muriéndose en Nantoco (“No ganaron los otros / Ellos también perdieron / No lo saben / Quizás lo sepan / cuando se derrumbe el tiempo”) hasta las voces de quienes son (el poema como lápida indeleble) rescatados del anonimato: de Doña Gabriela de El Yuyal; del padre que nunca escribió un verso porque buscaba la palabra que pudiera ser dicha sin lengua; de la señora Zósima, que no se atreve a soñar pero sueña, o de la tía Antonia travestida en inocente bichito.

En un libro (La república posible) donde treinta escritores y críticos seleccionaron su libro preferido al cumplirse treinta años de democracia en la Argentina, Ricardo Herrera eligió este Escribanía de vivos y muertos, y señala “el giro estilístico que se produce a partir de El señor de Autigasta (1994): la superación de la nostalgia. El giro tiene que ver con la actitud que va asumiendo la imaginación verbal a medida que crece y se afianza: hambre, sed de todo y pasión sensual. No se trata de hacerle espacio al mundo entero en el poema, sino de escrutar lo que de poético hay en la totalidad de lo viviente, a fin de incrementar la honestidad del diálogo con las sombras”.

Escribanía de vivos y muertos irrumpe como una summa poética de trascendencia capital, en el desde hace tiempo nada claro (confuso y remachados de cánones inconsistentes) panorama poético nacional.

 

De “Escribanía de vivos y muertos”

 

Por Leonardo Martínez

Bordeando el vacío

Nos reconocemos acercándonos para un abrazo

Somos parientes por un costado lejano

Chiqueros y corrales de siglos

nos juntan amorosos

Sin avances la luz se detiene en una fotografía

Todos disueltos en el momento quieto

Al lado del portón del cementerio

de conflagración a desperdicio

bordeamos el vacío

Pero la afirmación desaparece

cuando un niñito se inclina

para mirarse en un charco

El niño y el agua son uno

como nosotros somos uno

en callejones de múltiples escapes

Y así como el niñito se mira en el charco

nos miramos en el escaparate de un negocio

viendo emigrar deseos y pulsiones

miedos y caricias hacia lo incierto

En un risco del pasado

lo ausente desfallece

Los parientes lejanos se despiden

aunque ya se despidieron antes del encuentro

Seca y resquebrajada

la espuma de un tiempo crédulo y feliz

se va con ellos

Lo que no somos resplandece.

Habla la señora Zósima

A media mañana me escapaba

a la barranca detrás de la cocina

y sentada en una piedra bajo el tala

armaba mi cigarro

Las pitadas eran largas y sostenidas

Al soltar el humo se iban

el desánimo y la tristeza

Volvería después a los hijos

la comida y las montañas de ropa

Yo

la dueña

estoy sola

Marido ausente en trabajos lejanos

y una tropilla de hijos indómitos

Estoy sola con mi cigarro

los quehaceres de la casa

las novenas parroquiales

y la cría salvaje

Eso sí

a la nochecita un poco de gramófono

y de lecturas de la Invernizzio

Pero a la siesta

cuando todos duermen

golpeo mi cabeza

contra las paredes de la cocina

y repito lo que había leído en algún lado

lo real es la única certeza

Y lo real es una mezcolanza

de doctrina de iglesia imaginación magia y milagros

La realidad abarca lo visible y lo invisible.

No me atrevo a soñar pero sueño

Frotan mis pechos manos ausentes

Vientos imperiosos abren mi piernas

Un resplandor me ciega

y veloces sonidos danzarines

aplacan mi bramido desolado

De rodillas

adoro un reflejo del paraíso en el fogón

que parpadea como mi ojo

Me desconozco en la misma que soy

La felicidad es un asunto de corazones esforzados