Viaje a la conciencia de un voyeur

3_YASUNARI-KAWABATA.JPG

Yasunari Kawabata.

Foto: Archivo El Litoral

Por Augusto Munaro

“En el lago”, de Yasunari Kawabata. Prólogo y traducción: Amalia Sato. Emecé Editores. Buenos Aires, 2009.

En el lago (Mizuumi, en japonés) tiene la particularidad de ser el libro menos leído, y por lo tanto, más relegado del primer nobel japonés Yasunari Kawabata (1899-1972). La causa se debe, en gran medida, a que es una nouvelle cuya estructura formal no coincide con la convencionalidad de sus obras predecesoras más representativas (cf. La bailarina de Izu, País de nieve, Mil grullas). Por primera vez, el maestro dejaba de lado la delicadeza de la linealidad argumental ensayada hasta entonces con dominio exquisito, por una escritura de asociaciones absolutamente insólitas con respecto a la sensibilidad japonesa. ¿A qué se debía ese gesto tan egocéntrico como hermético de no seguir un orden determinado?

La crítica perpleja ante este viraje- no tardó en calificarla de inconclusa, regañándole su supuesta amorfosidad como producto de una falta de interés y preocupación por una estructura sólida. Ese final abierto causaba indignación. La falta de enumeración de los capítulos y el número de dramatis personae tan elevado- parecían jugarle en contra. Ocurre que tanto la crítica como los lectores en particular suelen ser perezosos, prefieren el lenguaje claro y sintaxis convencional antes que una arbitraria y sinuosa ilación que responda a las sensaciones de ese narrador atrapado por la sinestesia y la sucesión digresiva de flashbacks. Fragmentos que evocan emociones, con toda la complejidad moral que ellos implican.

En el lago apareció en forma serial durante 1954 en la revista Shincho (Nueva Corriente) y como libro al año siguiente. No sería una hipérbole considerarla la obra maestra de Kawabata precisamente por ese gesto desafiante de trasladar todas sus manías (su consabida preocupación por la soledad y los aspectos que bordean la sexualidad humana) a un nuevo nivel de expresión a través de un estilo mucho más impresionista (léase intimista). “Y buscando los pechos de Hisako cerró los ojos, y un campo de trigo de su pueblo natal flotó en su memoria. Una mujer, montada en un caballo rústico, pasaba a lo largo del sendero apartado”. Los acontecimientos como en nuestra vida- siguen un orden sucesivo (causal). Sirven de puente al corazón de las cosas y de las personas.

El argumento, casi banal por lo simple, glosa las vicisitudes de Gimpei Momoi, un profesor de lengua de mediana edad, quien siente una inclinación por espiar y perseguir con descaro a bellas adolescentes. Se trata de una extraña pasión, más estética que sexual. Vulnerable a sus propias emociones, Gimpei busca el ideal de belleza hallado en las jovencitas, su efímero esplendor, para intentar dilucidar el tema de la vejez, el transcurso del tiempo. Incapaz de ser correspondido, sus experiencias se reducen a observar vanamente a las mujeres atractivas: Yayoi, prima y compañera de infancia; Tamaki Hisaku, su alumna que le causó el despido; Miyaku Suzuki, entre otras. Pero fracasa al imaginarse un porvenir con cualquiera de ellas. Cada paso que da se cierra en sí mismo, sin promesa de alcanzar algún punto firme. Kawabata nos demuestra, gracias a su relato, que la nostalgia a veces puede resultar desesperadamente sensual. Lo hace poniendo de manifiesto el recurso de “cruce de historias” para ampliar así la compleja idea de incomunicación entre los seres humanos. Por eso, el sentimiento de vacío se torna progresivamente ominoso cuando se comprende, a través de ese laconismo magistral, que no habrá ningún claro en la trama. No hay nada, porque nada significa. Todo resulta tan efímero como el presente.

Un acólito de Alain Robbe-Grillet o de Sei Shonagon sería, tal vez, el mejor lector de En el lago.