Mesa de café

Señoras ricas

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Por Remo Erdosain

Arrancó el otoño y los primeros fríos -en realidad no hace frío, refrescó- invitan a compartir el café caliente acomodado al lado de la única ventana donde llega el sol de otoño, el sol más lindo de año. Deben ser las once de la mañana pero nosotros hace más de una hora que estamos en el bar leyendo los diarios y hablando, hablando de política como siempre.

—Brillante la compañera Beatriz Rojkés de Alperovich -exclama

—¿Te referís a su reciente intervención política en Tucumán? -pregunta Marcial.

—Exactamente. Pero me puedo referir a muchas anécdotas más, porque te recuerdo que no es la primera vez que esta compañera militante se despacha contra la pobre gente.

—A mí lo que me conmueve de estos peronistas es lo leales que son consigo mismos -repite Marcial.

—No sé adónde querés llegar -pregunta José desconfiado.

—Sólo en el peronismo puede ocurrir algo parecido, es decir, alguien que en nombre de los pobres los maltrata como no los maltrataría Rockefeller; alguien que dice defender la justicia social mientras se jacta de tener no una mansión sino diez mansiones; alguien al que no se le cae la palabra compañero de la boca sin que ello impida que al primer contratiempo lo trate de negro de mierda y de animal.

—No exageren, dijo negro de miércoles -corrige José.

—¿Y cuál es la diferencia?

—No lo sé, pero no adulteren sus palabras. Además, la compañera pidió disculpas, a cualquiera se le puede escapar una palabra de más, sobre todo una compañera como ella que milita las veinticuatro horas del día.

—¿Hablas en serio o en joda?

—Muy en serio -responde José.

—Convengamos -dice Marcial- que la señora Beatriz no está sola. En el acto, salieron a defenderla Aníbal Fernández, el Inadi y el marido.

—Efectivamente, no está sola; los que se parecen a ella también la defienden. La defensa de Aníbal Fernández en ese sentido debe ser considerada ejemplar.

—La compañera pidió disculpas, ¿qué más quieren que haga?

—Más o menos pidió disculpas -digo-. Habló cinco minutos y le dedicó diez segundos a la disculpas y el resto del tiempo se dedicó a inventar excusas, a victimizarse y finalmente a decir que ella no tenía la culpa, que ella fue víctima de una provocación montada por sus enemigos.

—Yo me atrevería a decir -sugiere Marcial guiñando el ojo- que detrás de todo esto está Magnetto y Stiuso.

—No es nada personal -dice Abel- pero recuerdo cuando la compañera presidente visitó a los inundados de La Plata. Una señora gorda del club social más “caté” no hubiera actuado con tanto esmero. La misma prepotencia, los mismos modales de patrona tratando a sus peones, la misma vulgaridad de rica recién llegada al mundo de los ricos.

—Pasando en limpio -dice Marcial- te diría que Beatriz, Cristina, Diana, marcan un estilo, una manera de ser de la supuesta militancia nacional y popular de la rama femenina.

—Yo a esa lista de nombres agregaría el de la compañera Hebe. ¿Se acuerdan cuando insultó a los bolivianaos y a los judíos?

—Y hablando de judíos, ¿se acuedan del barrullo que hizo doña Beatriz cuando votó el Memorando con Irán?

—Yo recuerdo -digo- cuando en los Estados Unidos la señora Cristina justificó sus millones en nombre de su condición de abogada y presidente exitosa.

—Menem más o menos decía lo mismo. ¿Se acuerdan de la pizza con champagne?

—También puede ser whisky con mortadela o caviar con cerveza. En estos menesteres, los muchachos y las chicas son muy creativos

—Son muy parecidos, sobre todo en su afición de acumular millones y exhibirlos.

—Haciendo memoria, el otro que se consideraba exitoso era el compañero Lastiri. ¿Se acuerdan de las corbatas exitosas?

—No nos vayamos tan atrás, la exhibición de riqueza es una constante de estos empecinados abanderados de la justicia social.

—Ustedes no tienen derecho a meter a todos en la misma bolsa.

—No, no, de ninguna manera, nos limitamos a meterlos en la misma unidad básica y les dejamos Puerto Madero como capital nacional de los humildes.

—Dejemos de lado las chicanas -digo- y volvamos a la señora Rojkés. A mí, lo que me llama la atención es la persistencia en cometer “errores”. Cualquiera puede enojarse en una discusión, pero... ¿por qué jactarse de las mansiones que tiene o repudiar el color de la piel de tu interlocutor?

—Porque son así, porque son incorregibles, como dijera el maestro -responde Marcial.

—¿Del caso Nisman hay alguna novedad? -pregunto.

—Que lo mataron y yo sé quienes dieron la orden.

—¿Tenés pruebas?

—Las que tengo a mí me alcanzan y sobran; de las otras, las que se exigen en Tribunales, me faltan porque los muchachos se encargaron de ensuciar la cancha para después decir que no hay pruebas.

—O para traer otras pruebas, las pruebas que demuestran que Nisman era mujeriego.

—Pero ¿no es que era homosexual? -pregunta Marcial haciéndose el distraído.

—A la hora de desprestigiarlo va a ser eso y mucho más

—A mí lo que me llama la atención -digo- es que recordemos el 24 de marzo, es decir el aniversario del golpe del terrorismo de Estado y los muchachos no adviertan que la muerte de Nisman es un caso típico de terrorismo de Estado.

—No hay pruebas -dice José- ustedes no pueden asegurar que a Nisman lo mataron cuando es muy probable que se haya suicidado.

—Videla en su época decía lo mismo: no hay desaparecidos, no hay secuestros ilegales, no hay torturas. Y los que dicen lo contrario son enemigos de la patria.

—Ustedes no pueden comparar una cosa con otra.

—Cuando se secuestra o se asesina desde el Estado todo es comparable -respondo.

—No comparto -dice José.