Esta mañana

Detienen a acusado de participar en “la paliza” de la Termoeléctrica

Se trata de un hombre de 44 años, que permanecía prófugo desde octubre de 2013. En su poder tenía dos armas de fuego. Fue atrapado por un equipo táctico de las Tropas de Operaciones Especiales.

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El prófugo intentó ofrecer resistencia y encerrarse en una de las habitaciones, donde había un arma de fuego, pero el personal de las TOE no le dio tiempo. Foto: El Litoral

 

Joaquín Fidalgo

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El viernes 30 de agosto de 2013, un centenar de obreros fue brutalmente agredido por una patota sindical vinculada con el gremio de la construcción, en el obrador de la Central Termoeléctrica de Sauce Viejo. El incidente se dio en el marco de una feroz interna que se había desatado dentro de la Uocra y dejó un saldo de 20 personas hospitalizadas. “Nosotros estábamos aguardando para comenzar a trabajar, mientras tomábamos mate, cuando fuimos atacados por la banda de Araya. Ellos estaban muy bien organizados y contaron con la complicidad de la policía y los guardias de seguridad del obrador. Llegaron con armas blancas, revólveres, palos, fierros... Nosotros sólo teníamos el termo, el mate y los documentos para presentar en las oficinas. Fue una masacre”, señalaron entonces algunas de las víctimas.

Por el violento episodio, terminaron en prisión los hermanos Emanuel y Mauricio Araya, al igual que el delegado gremial Juan Manuel Navarro. Los tres fueron procesados luego por “coacciones agravadas y usurpación” y siguen el proceso en libertad bajo fianza. Por este hecho, permanecía prófugo desde entonces Cristian Alejandro Torres, de 44 años, quien esta mañana finalmente fue atrapado.

El sospechoso estaba escondido en una vivienda de calle Servando Bayo al 9100, en la zona noroeste de la ciudad. Hasta allí llegó hoy un equipo de las Tropas de Operaciones Especiales. Los uniformados sabían que Torres permanecía oculto en el lugar, gracias a una breve pero minuciosa investigación. Irrumpieron aproximadamente a las 6 y lograron sorprender al sujeto buscado, que trató de encerrarse sin éxito en una de las habitaciones, donde fue hallada una pistola calibre 22 marca Doberman con nueve balas en el cargador. Torres fue reducido y esposado. En el garaje de la casa, dentro de un mueble, los policías hallaron otra arma de fuego, un revólver calibre 32 largo con 6 cartuchos intactos en tambor. Se lo acusa de “coacción agravada”, “amenazas calificadas” y “tenencia indebida de armas de uso civil”, entre otros delitos.

Testimonios del horror

El feroz ataque ocurrido en agosto del año 2013 dejó como saldo 20 personas con lesiones de diversa consideración. Cinco días después, algunas de las víctimas se animaron a relatar lo que sufrieron.

*“Éramos unos 70 u 80 empleados. Ya nos habían dado el alta desde la empresa. Nos juntamos temprano a la mañana en Urquiza y bulevar para ir en colectivo hasta la obra, en Sauce Viejo. Llegamos al obrador y nos quedamos en un rincón tomando mates, esperando que abran las oficinas, para presentar la documentación”, recordó unos días después de la paliza, Hugo Matabal, internado con graves lesiones en el hospital Cullen.

“Entonces comenzaron a llegar esos tipos con camperas negras -agregó-. En autos con vidrios polarizados y motos. También otros llegaron a pie y saltaron por sobre el alambrado. Los de seguridad del predio les abrieron las puertas. Nuestro delegado nos dijo que nos quedáramos tranquilos, pero de a poco nos fueron rodeando. Había gente grande entre nosotros, laburadora. Estábamos indefensos. En un momento, se escuchó ‘¡vamos, ahora!’ y se nos echaron encima, con palos, armas y fierros. Comenzamos a correr para tratar de escapar. Yo pude cruzar uno de los alambrados, pero veía alrededor cómo golpeaban a un compañero entre varios y cómo chuceaban a otro. Seguí huyendo hasta que me topé con la barranca de la costa del río. Entonces quedé atrapado, porque un vecino no nos dejó pasar. Uno de los patoteros bajó al que estaba conmigo de un fierrazo. Otro me tiró un palazo a mí y lo esquivé, pero en ese momento me empujó con fuerza y caí desde una altura de 5 metros contra unas piedras y quedé inconsciente. Cuando desperté no sentía las piernas”.

* “Tomábamos mates tranquilos y ellos aparecieron como jaurías. Algunos pudieron correr, otros no, como en mi caso. No me mataron porque Dios no quiso que sea mi momento. Me agarraron entre ocho. Me pegaron por todos lados. Tengo marcas en distintas partes del cuerpo, cortes y un balazo en el tobillo. Me salvé porque ya no me podían pegar más... yo estaba en el suelo y casi no respiraba... En un momento, uno dijo ‘levantalo y sacalo de acá’. Entonces pedí ayuda a la policía, que estaba a unos 70 metros”, recordó Roberto R.

* “Cuando terminamos de ser golpeados por la patota, la policía custodió el lugar, con los patoteros impunes adentro. Las víctimas quedamos afuera. Debimos auxiliarnos entre nosotros. Ellos pasaban después en auto por adelante nuestro, mostrando armas de fuego de manera amenazante, ante la mirada de los uniformados. Hicimos las denuncias, pero desde entonces recibimos amenazas de muerte. Somos rehenes de un conflicto que no es gremial... este grupo no pertenece más a la Uocra. Nosotros nos disponemos a trabajar, pero ellos nos lo impiden con violencia”, puntualizó Juan F., quien todavía respiraba con dificultad.